Una mañana, el argentino Emmanuel Artusa-Barrell lo pudo percibir con claridad: la escenografía podía ser otra, pero nada era en realidad demasiado diferente a lo que había dejado atrás. En las calles multiculturales de Londres, él se había transformado en una persona más entre las millones que allí estudiaban o trabajaban con la esperanza de construir un futuro mejor.
Si bien Buenos Aires había quedado lejos, lo que más se había alejado era la fantasía que había creado sobre su vida en Londres, la idealización que incluso había construido en sus épocas de turista en la ciudad.
“La experiencia se vuelve real, más dura. Es en el día a día donde te das cuenta de que esa rutina que tenías en Buenos Aires te sigue también a donde vayas, solo que con otro idioma. Todo es lindo hasta que llega el primer invierno y por tres meses los días son grises y lluviosos, de una lluvia copiosa, constante, que nunca llega a ser tormenta, donde no se escuchan relámpagos, no hay rayos, solo una llovizna por días que no te deja ver el sol...y ahí entendés el concepto de `winter blues´, de esa pequeña depresión de invierno a la que uno no está acostumbrado”, asegura Emmanuel al rememorar sus comienzos en Inglaterra, tiempos donde tuvo que redescubrir y construir su afecto hacia Londres desde otro lugar.
Una noticia impactante y rearmar una vida en menos de dos meses: “Saliera bien o mal el experimento...”Emmanuel jamás olvidará el día en que recibió el email que anunciaba que había ganado la beca Chevening del gobierno británico. Era una mañana como cualquier otra, antes de partir a la oficina. Se hallaba en su departamento de Buenos Aires desayunando huevos revueltos, y estos volaron por el aire cuando leyó las palabras del correo.
Junto a Ashley, su entonces futura esposa de origen inglés, pretendían vivir afuera en el futuro, pero, de pronto, el plan se había transformado en una realidad adelantada. En menos de dos meses, debía organizar su vida social, laboral, familiar y mudarse al otro lado del océano.
No fue fácil, pero Emmanuel sintió suficiente apoyo por aparte de su entorno, en definitiva, conocían su espíritu inquieto, su interés en temas internacionales, y su afición por aprender idiomas tan diversos como japonés, croata o árabe, inspirado por un círculo de amigos diplomáticos extranjeros o expatriados en el país: “Mis padres y amigos me dijeron que hiciera lo que hiciera en el exterior, saliera bien o mal el experimento, siempre tendría la puerta abierta de regreso en Buenos Aires para volver a comenzar y ese apoyo fue fundamental”, reflexiona.
Junto a su mujer, varias valijas y una alta dosis de fantasías, Emmanuel finalmente dejó Argentina en el 2016, para hacer una maestría en política y negocios internacionales en la Queen Mary University of London, que le cubría todos los costos, desde los pasajes y los gastos universitarios, hasta un estipendio mensual, lo que le posibilitó hacer su último posgrado internacional.
Pasear por Londres no se parece a vivir en Londres: “La contradicción en algo fundamental entre los argentinos y los ingleses...”Conocía Londres de viajes anteriores, como turista, pero pronto comprendió que en nada se parecían las dos experiencias. En un comienzo llegó excitado por la aventura de un nuevo lugar, el aprender nuevas costumbres, formas de ver la vida. Gracias a su beca, conoció a personas como él, `jóvenes líderes´ de quienes se dispuso a aprender de sus vivencias, culturas e idiomas, y que provenían de lugares como Siria, China, Ucrania, Guatemala, Nigeria, Tayikistán hasta Sudáfrica, Georgia, Japón y Montenegro, entre otros.
La nueva realidad, sin embargo, se transformó en normalidad, y la idealización cedió para darle paso a esa certeza de que, a pesar de las diferencias exhibidas en la superficie, las dinámicas de una ciudad no difieren demasiado, así como las búsquedas y las emociones humanas.
“Algo muy diferente a lo que uno vive en Argentina es la amistad, aunque no es algo negativo”, cuenta Emmanuel. “En Argentina uno tiene muchos amigos, donde tal vez tres son verdaderos. En Reino Unido, la gente tiene menos amigos y más conocidos. Esos amigos son los que se hacen en la universidad. La gente local se va lejos de donde creció y en época de estudios, viviendo solos, forman los lazos. Entonces ese bond es mucho más fuerte y generalmente siguen con ese grupo de amigos toda la vida. Digamos, pocos amigos pero verdaderos”.
“Otra cosa diferente es que cómo se organiza la gente para reunirse entre amigos. Uno puede conocer a alguien y querer organizar una salida, y lo más probable es que te pregunten si estás libre el 29 de noviembre a las 7 pm, con esa precisión, y cuando mirás tu agenda, están en julio. La gente organiza toda su vida meses por adelantado y si no entrás en esa dinámica y organizás tus fines de semana, salidas, lo más probable es que no encuentres a nadie libre para algo de una semana para la otra”.
“Lo increíble es la contradicción entre los argentinos y los ingleses en algo fundamental como es el hacer la fila. En Reino Unido hacer fila es el deporte nacional...para todo hacen fila...excepto para el bus. En Argentina, uno llega a la parada de colectivo y se pone en fila de acuerdo al orden de llegada. Acá todos se juntan frente a la puerta del bus y no hay ningún orden o respeto por quién llegó primero. No entiendo cómo hacen fila para todo menos para algo tan básico como entrar a un bus”.
Elegir Londres, pagar derecho de piso y alcanzar el éxito: “El cielo es el límite”Cuando la beca llegó a su fin, Emmanuel regresó a la Argentina de manera transitoria, para luego retornar a Londres e instalarse allí definitivamente. Iniciar la vida laboral, sin embargo, tuvo sus dificultades.
En Argentina se había desempeñado en embajadas como asesor político y luego en temas de riesgo para una consultora internacional, pero en Inglaterra, casi con incredulidad, cayó en la cuenta de que debía empezar de cero.
“Para una empresa británica, lo importante es que hayas tenido experiencia local, con clientes locales y en las formas en que se hacen los negocios acá. Por lo cual, aunque hayas tenido una súper carrera afuera, aquí pagás cierto derecho de piso. Eso sí, no tenés limitaciones a todo lo que podés hacer y es como dicen, el cielo es el límite”, afirma Emmanuel, quien con su curiosidad e inquietud propia argentina, logró ser miembro ejecutivo en Guild of Investment Managers y convertirse en Freeman de la City of London, trabajar en temas de política internacional en el Foreign Policy Group del partido Laborista, y actualmente es presidente del Chevening Alumni Alliance, la asociación de alumni internacional de aquella beca que le permitió estudiar en Reino Unido en un primer momento.
“El balance de trabajo y familia, si bien no es como en los países nórdicos, Francia u Holanda, es bueno. En promedio en un empleo te dan 25 días de vacaciones, que no son de corrido como en Argentina, que te cuentan los fines de semana. Esto te permite tener varias mini vacaciones a lo largo del año. Sobre todo usarlas en esas mini escapadas en invierno para ver un poco el `sol de invierno´ como le dicen”.
“En el trabajo, el británico promedio no comenta mucho de su vida social más allá de ciertos comentarios básicos sobre el clima. Las charlas en la cocina de la oficina son generalmente sobre temas triviales y que no dan pie a esa camaradería que tal vez se forman en oficinas en Buenos Aires, y eso pesa un poco”.
“Algo que me llamo la atención es que, a diferencia de Argentina donde uno estudia Abogacía y muere siendo abogado, acá la gente puede estudiar Zoología en la Universidad de Oxford y terminar siendo CFO de una empresa de seguros. Lo que estudiás de grado no te limita en lo que trabajes cuando salís al mercado laboral”. continúa. “Un último tema es que es posible, aunque hoy en día mas difícil que antes, ahorrar y acceder a una vivienda. Eso y la estabilidad laboral es lo que me permitió poder tener una familia y planificar todo con la tranquilidad, sabiendo asimismo que mis hijos van a tener salud y educación pública de calidad, porque si bien los impuestos son altos, uno ve a donde van y disfruta de esos beneficios”.
Los regresos a Argentina: “Es una sensación que no puedo explicar”El respeto por la autoridad y las reglas en Inglaterra, para Emmanuel, fueron notorios desde el comienzo. A pesar de que la policía no llevara armas, casi de inmediato pudo percibir cómo el estrés que sentía en Argentina al salir a la calle se había esfumado.
Por ello, tal vez, desde que fue padre, Emmanuel comenzó a sentir cierta ansiedad ante la idea de llevar a sus hijos a la Argentina, aun sabiendo que las cosas pasan en todos lados: “Es una sensación que no puedo explicar”, dice.
“Si bien intento volver cada año al país, el último viaje fue tres años luego del COVID y el cambio en la gente y el impacto de la pandemia -al menos lo que yo sentí- se notaba. Esto lo hablé con otros argentinos en Reino Unido y, creyendo que era una sensación mía, me di cuenta de que a todos les había pasado lo mismo. De que uno no conectaba con la gente como antes. Algo cambió socialmente en la forma de relacionarse, en la `onda´. Era eso o me estoy poniendo viejo, pero puede que ambas cosas”.
“De todas formas, volver al país es ir a tu barrio donde creciste, pasear por las librerías y pizzerías de Avenida Corrientes, ir al Colón, ponerse al día con amigos, asados eternos, reírse por nada, relajarse siendo uno mismo y sentir que ahí está esa forma de vivir la vida, esa chispa, que toda la seguridad y estabilidad que uno tiene viviendo afuera en países desarrollados, no te la da. A eso regreso, a sentir esa chispa”.
Tan lejos pero tan cerca: “Uno entiende las luchas que tuvieron”Casi una década ha pasado desde aquel día en que los huevos revueltos quedaron esparcidos por la cocina. Para Emmanuel, Londres está lejos de parecerse a ese ideal que alguna vez tuvo de la ciudad. Pero ahora es mejor, porque es real, es ese lugar en el mundo donde forjó su familia, y donde aprendió que las circunstancias y las costumbres pueden ser diferentes, pero que al final del día todas las personas y los lugares nos parecemos más de lo pensado. Construimos rutinas y trabajamos para conquistar nuestros sueños.
“Uno aprende diariamente cuando vive en un país distinto a donde uno creció. En mi caso, emigrar me ayudó a madurar internamente, y me enseñó cómo sobrevivir en una de las metrópolis más importantes del mundo, a entender cómo lidiar, entablar conversación y comunicarte con gente no solo local, sino de cientos de lugares, cada uno distinto del otro, con otra cultura, religión e historias de vida”.
“Y al fundar una familia en el extranjero, me recuerda a lo que hicieron nuestros abuelos cuando se mudaron del continente europeo a la Argentina. Ellos comenzaron los cimientos de ese apellido por generaciones en el país. Y creo que yo, poco a poco, estoy haciendo lo mismo pero al revés. Uno entiende las luchas que tuvieron, miedos, la nostalgia, los amigos que dejaron, y las esperanzas de algo mejor que aquello que dejaron atrás a miles de kilómetros”.
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