“Para mí estar acá es un regalo”, aseguró un tranquilo Carlo Ancelotti en la conferencia de prensa posterior al desabrido 0 a 0 que “su” Brasil acababa de rescatar en tierras ecuatorianas. Habrá que creerle, aunque sea fácil suponer que más de una vez durante los 90 minutos se habrá preguntado cosa ci faccio qui? (¿qué estoy haciendo yo aquí?), mientras intentaba descubrir alguna semejanza entre lo que sabía de la historia del fútbol que acumula más Copas del Mundo en sus vitrinas y la expresión anodina y hasta grotesca de un equipo que, para mayor distancia con el imaginario popular, ni siquiera vestía con sus colores habituales.
En su estreno como entrenador de la verde-amarela, el multigalardonado técnico italiano chocó de frente con una realidad que ofreció todo un muestario de carencias, que como es lógico intentó maquillar con declaraciones optimistas: “Nos vamos satisfechos y con más confianza”, dijo, antes de prometer una mejoría para el partido del próximo martes ante Paraguay.
Existen muchos factores que pudieron incidir en la gris exposición de los pentacampeones. Apenas tres entrenamientos realizados; la ausencia de Rafinha, sin dudas el jugador de mejor actualidad dentro de la mediocridad general; quizás las dudas que provoca la larga serie de desencantos que arrastra el plantel; la crisis institucional de la CBF; las críticas mordaces de los medios; cierta indiferencia de la torcida… Nada más fácil que encontrar excusas y coartadas a mano. Lo concreto es que, al margen de los elogios a la tarea defensiva –“Casi no nos han creado ocasiones claras”, recordó con razón Ancelotti-, sus nuevos dirigidos no le ahorraron motivos para la preocupación. Más bien todo lo contrario.
Algo debía intuir el ex del Real Madrid cuando en la previa al encuentro de Guayaquil no se atrevió a asegurar que la pretensión de los suyos sería recuperar algo del estilo atacante y preciosista con el que Brasil labró su fama. O tal vez ya se había dado cuenta que con las herramientas que contaba a su disposición lo más indicado era jugar a no perder. Lo cierto es que el menú de noticias positivas resultó muy escaso. Quizás la recuperación de Casemiro como un volante con capacidad para oficiar de tercer central cuando el rival empuja al equipo contra el área propia y el hallazgo del espigado Alexsandro Ribeiro para hacerse un hueco en el centro de la defensa hayan sido las únicas.
Lo mejor del partidoDe acuerdo a lo visto, el diagnóstico inicial de Carletto fue que debe reconstruir el equipo de atrás hacia adelante. Armó su estructura defensiva en torno a Casemiro, con una línea de cuatro sin intenciones de proyección atacante, Bruno Guimaraes y Gerson como laderos, y el juvenil Estevao (más tarde Gabriel Martinelli) como cuarto volante por derecha cuando Ecuador manejaba la pelota. La inocencia del local en ataque ayudó para que el andamiaje no pasara demasiados apuros.
Cabe aclarar en este punto que Sebastián Beccacece también acumuló bajas importantes en el tramo final de la cancha. No estuvieron ni Enner Valencia, ni Gonzalo Plata, ni el juvenil Kendry Páez, y sus reemplazantes demostraron estar muy lejos de ellos en calidad y potencia, tirando por la borda el manejo criterioso de la pelota de Moisés Caicedo y Alan Franco en el medio, o las llegadas de Pervis Estupiñán por izquierda.
El verdadero dolor de cabeza para Ancelotti estará en la otra mitad del campo, esa en la que Brasil no fue capaz de elaborar ni una sola acción destacable: “Nos faltó movilidad y control en ataque. El estado del campo no ayudó y Ecuador defendió muy bien, a los delanteros la pelota siempre les llegó sucia”, aceptó el técnico italiano, además de afirmar que “en casa, la semana que viene será diferente”.
Así, la dependencia de Vinicius Jr. para incomodar a Gonzalo Valle (Hernán Galíndez se lesionó durante la entrada en calor) fue absoluta. Tuvo una chance clara en el primer tiempo, que falló bloqueado a medias por el arquero y Joel Ordóñez; y generó con un par de desbordes y centros atrás las otras dos aproximaciones con peligro de los visitantes. Pifió el remate de manera grosera Richarlison en una, y detuvo con seguridad Valle el disparo de Casemiro en la otra. Eso fue todo el bagaje ofensivo de Brasil en ataque.
“Tenemos grandes jugadores y la misión es clasificar y después hacer un gran Mundial”, terminó subrayando Carletto, dando por hecha la clasificación y en otro intento por valorar un debut que, desde el análisis objetivo, tuvo sabor a poco. Solo él sabe si alguna vez llegó a preguntarse: cosa ci faccio qui?