A fines del año pasado, Julio Bocca, el flamante director del Ballet Estable del Teatro Colón (BETC), convocó a una audición internacional para jóvenes bailarines de entre 18 y 26 años que quisieran sumarse a la temporada 2025 de la compañía -que renovará 20 plazas de su plantel artístico con contratos anuales-.
La respuesta fue apabullante. Unas 536 inscripciones llegaron desde 42 países (incluyendo la Argentina) y quedaron preseleccionados 160 candidatos para la audición presencial. Después de una preselección en video, hoy fue el momento de la audición presencial, en la sala de ensayo 9 de Julio, en los subsuelos del teatro.
Llegado el día de enfrentarse a los jurados, los varones audicionaron más temprano. Después fue el turno de las bailarinas, que llegaron con los rodetes listos y el tutú plegado en la tote bag.
Tal vez porque los convocados eran todos mayores de edad, no se vio una vereda tan plagada de dance moms, pero algún que otro familiar se acercó a desear suerte y sostener bolsos y botellas de agua.
Sin embargo, el conjunto de bailarines y bailarinas que se fueron agolpando en la puerta del Teatro Colón sobre Cerrito, no lucía como una multitud de divas solitarias. Había abrazos de reencuentro, complicidades connacionales, alumnos con sus maestros y todas las combinaciones posibles de gente acompañada por sus pares, gente que de tanto bailar juntos se han vuelto amigos.
Bajo el sol impiadoso de la mañana, las bailarinas que esperaban audicionar se refugiaban en la escasa sombra disponible. Un trío se veía cómplice en la charla y preparado para el calor, armadas con los abanicos previstos para variaciones de Kitri, la protagonista del clásico Don Quijote. Además de la amistad que las unía, llevaban el buzo de la escuela del Ballet Nacional Sodre de Uruguay, y desde Montevideo se acompañaron en la aventura. Victoria es venezolana y allí se conoció con Romina y Julieta. Si llegaran a quedar seleccionadas tienen el proyecto de mudarse a Buenos Aires y compartir el departamento.
También desde un país vecino, pero lejano en 20 horas de ómnibus, llegaron Valentina, que tiene 18 años y baila desde los cuatro, y Ariel, que tiene 20 años y baila desde los 14, ambos oriundos de Paraguay. Compartieron maestro con Jiva Velázquez en el Teatro Municipal de Asunción y teniendo al bailarín solista del Colón como modelo, se aventuraron a presentarse a la audición internacional. “Este es un teatro magnífico”, asegura Ariel. “Es maravilloso tener la oportunidad de bailar acá, sobre todo para nosotros que estamos tan cerca”.
El salvadoreño Alexis y el mexicano Oliver se conocieron hace años bailando en Costa Rica y desde entonces son amigos. En lugar de sentirse en competencia por uno de los 20 puestos en el ballet, estaban felices de acompañarse en la aventura de viajar tan lejos para mostrar su arte.
Recorridos de larga dataLas historias relatadas frente a la entrada de artistas se repetían sin cesar, el amor al ballet les surgió a edad muy temprana, la vocación se fortaleció en la formación y el ejercicio profesional.
Uno de esos casos es la cordobesa Paulina Delgado, que tiene 19 años y baila desde los cuatro. Se formó y trabajó en la compañía del Teatro San Martín de Córdoba, pero tenía el sueño de llegar al Colón por la oportunidad que brinda trabajar frecuentemente con artistas y coreógrafos internacionales.
El Teatro Colón enamora a los bailarines, pero el flechazo puede suceder en medio de una función, desde la platea. Heitor es paulista, con 19 años, baila desde los 11. El año pasado vino a ver una función de La Bayadera y se enamoró del Colón. Por eso no dudó en anotarse cuando supo que se abría la convocatoria.
En el Ballet Estable conviven todo tipo de situaciones laborales, como formar parte de la planta permanente del ballet estable o sumarse como bailarines de refuerzo, o ser de los alumnos del Instituto Superior de Arte del teatro (ISATC) que completan multitudes y mazurcas en algunas funciones.
Valentín ya se presentó dos veces antes y no quedó. Con ilusión y realismo a la vez, esperaba entrar en esta oportunidad, que promete un contrato de un año en la planta transitoria para la temporada 2025 completa.
Mora Capasso empezó a bailar a los tres años, como un juego, pero al entrar al Instituto del Colón la vocación se consolidó y ya baila profesionalmente en proyectos independientes, pero también como bailarina contratada para las funciones del Ballet Estable, hace dos años. Así, esta oportunidad de la audición implica la posibilidad de sostener la continuidad en la participación en la compañía de un modo menos eventual. “Quiero bailar en el Colón, porque mi idea es quedarme acá, en mi país. La primera vez que me subí a este escenario ya me di cuenta que tiene una magia especial", explica Capasso.
El momento de la definiciónHoras antes de la audición, Julio Bocca se entusiasmaba con la cantidad de postulantes que habían aplicado de todas partes del mundo. El nivel de los bailarines era en general muy bueno, lo que anticipaba que no sería fácil la elección de los ganadores para las plazas disponibles.
Cerca de las ocho de la noche de una jornada que se extendió más de lo previsto, el jurado compuesto por por figuras destacadas de la danza, como África Guzmán, Nadia Muzyca, Luis Ortigoza y el propio Bocca, dejó de deliberar y decidió incorporar a la compañía a 13 bailarines argentinos (incluyendo alguna repatriación) y siete extranjeros, que son: Sofía Di Nubila, Romina García Vázquez, Mora Capasso, Xiomara Manes, María Florencia Albareti, Sofía Ramela, Elena Duarte, Selena Briso, Valentín Batista, Lautaro Bisogno, Antonio David Leborans, Nicolás Scianca y Valentín Fresno -todos de nuestro país-, junto con Yoshino Horita (Japón), Jazmín Aguirre (Uruguay), Fernando Haziel (Uruguay), Oliver Ulises Orozco (México), Felipe Celso (Brasil), Alexis Revillat (El Salvador), Lucas Matzkin (Estados Unidos).
El proyecto de Julio Bocca como director comenzará sumando la energía de estos nuevos talentos a un Ballet Estable prestigioso y centenario. Se acercan tiempos interesantes.