Entre árboles añosos y casas bajas, La Paternal vive una transformación que se fue cocinando sobre una llama suave, pero firme. Lejos de la dinámica de Palermo, pero lo suficientemente cerca como para que la movida gastronómica lo alcance, el barrio multiplica propuestas que invitan a pasear, descubrir y quedarse.
En La Paternal, el cambio es indisimulable. El viaducto, el Metrobús y la proximidad con el centro de la ciudad le dieron nuevo impulso a este rincón tranquilo, donde antiguos almacenes y viviendas recicladas esconden fogones fuera de molde. Como pasó en Chacarita, la calma barrial convive hoy con una efervescencia que no para de estirarse.
TitaLa vedette de Paternal
Abrió en 2022, en Chacarita, como un localcito de pastas plant based. A la semana tenía una larga fila en la puerta. Al año y medio, cantina propia. Tita surgió del deseo de Mena Duarte –guionista y productora de tele devenida en gastronómica– de crear un espacio distinto: una fábrica de pastas 100% veganas, sin conservantes, sin etiquetas restrictivas y con mucha potencia.
Lo que ofrecían no existía acá: ravioles, agnolotis, cavatelis hechos solo con sémola, agua y sal. Colores que vienen de vegetales, rellenos sabrosos, técnicas claras. Veganismo no como bandera sino como punto de partida. A la cabeza de la cocina se sumó Inés La Torre, y hoy es Mena la que lidera un equipo durante mucho tiempo integrado solo por mujeres. Ahora también hay varones, pero se sostiene ese aire de comunitario, entre amigas, mensajes de Instagram y ganas de hacer crecer este proyecto.
En la cantina de Paternal (que llegó en 2023) se come rico, de estación y sin pretensiones. Para el arranque, hay hummus con aceitunas y tofu marinado; triolet de gírgolas escabechadas, queso crema y focaccia; empanadas de hongos y humita (muy recomendables); mil hojas de papa, dorados y con crema de hierbas. Entre los principales, la lista de favoritos suma agnolotis de boniato y berenjena con crema de curry; cavatelis con brócoli, ajo frito y pangrattato; trifungi (pasta triangular rellena de champiñones, gírgolas, portobellos y queso crema de cajú, al dente y deliciosa). No falta la milanesa de gírgolas con fideos al burro (vegano, claro). Ni los fideos con pomodoro y pesto de cajú, para adultos y niños.
Los postres se enfrentan al reto del veganismo y salen airosos: cannoli con fruta de estación, mousse de chocolate con peras, helado almendrado con salsa Charlotte o brownie con helado de pistacho sin TACC.
“Siempre quisimos que sea un lugar cómodo, donde trabajar tenga sentido”, dice Mena. Y eso se nota. En lo que llega a la mesa, en el clima “bodegonero” y en los precios más que humanos. Acá el lema es comer bien, gastar poco y sentirse parte: eso también alimenta.
Tita Paz Soldán 4993. Paternal, CABA. De miércoles a viernes de 13 a 18. Sábados y domingos de 11 a 19. @titalavedetteMN Santa InésUn secreto a voces
En la calma de La Paternal brilla, desde hace seis años, el restaurante de Jazmín Marturet. MN Santa Inés funciona en una antigua panadería reconvertida con ingenio, pero sobre todo con cariño. Horno a leña, palas de seis metros, vajilla retro, sifones, obras de artistas amigos, un piano con teclas rotas, y al fondo, el taller de escultura de su papá, Pablo.
Jazmín estudió en el IAG, viajó, trabajó en México, en Estados Unidos, en festivales y caterings. Hasta que encontró este lugar en Ávalos 360, en “la isla de la Paternal”. Ocho meses de obra bastaron para convertir la ex Santa Inés en lo que es hoy: una culinaria que funde lo que probó en sus viajes con la tradición argentina. Las iniciales MN que preceden al nombre provienen de “Mercado Negro”, el restaurante de Martínez que Jazmín tenía antes, y quiso que quedara un rastro.
El repertorio de comidas es corto y cambia cada cinco semanas. Siempre hay algo criollo, algo asiático, algo vegano, bastante picante y fruta. Mucha fruta. “Además del sabor y la textura, son hermosas”, dice mientras corta un kiwi que está verde y jugoso, en su mejor momento.
Si buscan un sello en la cocina de Marturet lo van a encontrar en la construcción en capas de los platos: pueden ser diez y hasta veinte preparaciones por receta. A eso se suman los satélites: acompañamientos que cada comensal acomoda a su gusto. Como los ravioles de seso, panceta, manzana y espinaca (masa delicada, relleno para relamerse de gusto), una hot and sour soup con brotes, hongos y picante justo, y un curry de pollo con fideos de yema, pickles, chili oil y lima.
También hay moqueca de peixe (versión deconstruida), cerdo frito thai (rico, pero un poco seco), curry de búfalo con chutney de guayaba, pan de ajo y hierbas y una gran milanesa de berenjena: crocante, cremosa, servida con puré de boniato, dukkah, ensalada de cebolla, granada y perejil, perfecta para los que esquivan los fuegos del chile. Y más: cereales, legumbres, frutas, texturas. Por su virtuosa relación precio-calidad el Santa Inés fue distinguido con el Bib Gourmand 2025. Bien ganado lo tiene: sabores que no defraudan, mozos atentos, vinos elegidos con criterio, bebidas caseras (hay que probar la pomelada), y postres como el key lime pie, el flan con dulce de leche y una pavlova que es la mejor del condado.
MN Santa Inés Ávalos 360. La Paternal, CABA. Almuerzos de martes a domingos desde las 12.30. Reservas (fines de semana): 11 5848-6888. @mn.santainesCucha del PariComer, beber y parar la oreja
Ninguna señal anuncia a Cucha del Pari, el bar sonoro que José Juarroz y su socio Pedro Viau estrenaron en febrero de este año. Un frente blanco, una puerta sin toldo ni cartel. Eso es todo. Sin embargo, por suerte o por destino, el boca en boca logró que apenas abierto, el lugar se llenara.
La historia empezó con una cocina de producción y un par de mesas en la vereda. Nada más. La demanda hizo lo suyo, y lo que fue rancheada improvisada hoy es restaurante con todas las letras. José venía de dejar Ciencias Económicas para dedicarse a la charcutería, Pedro traía la inspiración de los jazz kissa japoneses y una obsesión por el buen sonido. Una cosa trajo a la otra y terminaron montando este espacio donde la pretensión es comer rico y escuchar buena música: eso sí, la calidad del sonido era innegociable. Vinilos (tan de moda), parlantes vintage, tocadiscos Technics y un mixer suizo la garantizan. Y cada noche, DJs o coleccionistas comparten discos como si se tratara de recetas familiares.
Para este lugar, José pensó una oferta de platos breve y simple, con esa habilidad para la sazón que lo caracteriza. Un favorito, el pancho: pan brioche hecho en casa, salchicha de Viena artesanal, dijonesa, ketchup con curry y papas pay (tiene sus fans). Pero también la media lechuga con wasabi y cebolla crispy, un bocado crujiente y fresco. O los arayes de cordero, pan pita relleno de carne especiada sobre yogur casero con eneldo (Juarroz promete afinar la masa de los arayes, buena decisión).
Súper recomendable la tabla de charcutería de la casa, que trae porchetta, mortadela con nuez pecana, leberwurst y lomito cocido (acompañada con la focaccia de masa madre, mucho mejor). Hay opciones vegetarianas igual de trabajadas: hongos escabechados al limón, berenjena ahumada con picores que no pasan inadvertidos. En cualquier caso, se trata de porciones XL: con tres platitos, dos comen muy bien.
El cierre dulce llega con un helado soft. De banana, chocolate o mixto, servido en compoteras de cerámica hechas por la madre de Pedro. Un detalle más en un proyecto que arrancó con buena estrella.
Cucha del Pari Batalla del Pari 916. Paternal, CABA. De martes a sábados de 18.30 a 1. @cuchadelpari