“Sí, acepto”. Feliz y emocionado, el reconocido ex tenista Guillermo Pérez Roldan (55) se casó en una ceremonia civil con la contadora y artista rosarina Laia Gorfkinkel (26). Sucedió el viernes 30 de mayo, en el Registro Civil de la calle Uruguay, en la ciudad de Buenos Aires. Para su gran día, la novia lució un vestido hecho a medida con transparencias y bordados, mientras que Guillermo apostó por un traje con los colores de la bandera argentina que adquirió en Miami, donde está radicado desde hace tres años. “Traje nuevo, vida nueva”, lanzó él, con humor, antes de ingresar a la sala 1, acompañado por su futura mujer, amigos muy cercanos y los dos testigos: por parte de Laia, su madre, Ruth Zentner; y, por parte de Pérez Roldán, su amigo Sebastián Sayegh.
El matrimonio –que es el cuarto para Pérez Roldán y el segundo para Laia– es el broche de oro en la relación que nació entre los dos hace poco más de siete meses. “No tengo una fecha puntual, sino el sentimiento cuando estaba naciendo: sé que el 8 de enero, que es el cumpleaños de Laia, me di cuenta de que lo que sentía por ella era diferente. Estoy enamorado; siento que la vida empieza a gustarme ahora”, confesó Pérez Roldán, cuando la ceremonia ya había terminado. Según anunciaron los recién casados, la luna de miel quedará para más adelante, al igual que la fiesta, que –dicen– será a fin de año.
LA HISTORIA DE UN AMOR“Y… ¿cómo empezó esta historia de amor?”, quiso saber la jueza Amalia Suárez, la funcionaria encargada de casarlos. Pasadas las 12.30 del mediodía, después de haberles dado la bienvenida al Registro Civil y haberles contado sobre las formalidades de la unión, la funcionaria rompió el hielo: quiso conocer cómo se habían conocido los novios. Entonces, Guillermo devolvió rápido la volea: “Siempre les permito a las damas tomar la iniciativa…”.
Eso fue exactamente lo que pasó en esta historia. A mediados de 2024, Laia lo contactó a través de sus redes y, después, por email: había quedado impactada tras haber visto Guillermo Pérez Roldán confidencial, la serie documental que, en 2022, lanzó la plataforma de streaming Star+. En los tres episodios de esa serie, el tandilense –que en su momento llegó a 13° del ranking del tenis mundial– relató la relación dramática que tuvo con su padre y entrenador, Raúl Pérez Roldán: el deportista reveló no sólo haber sido víctima de agresiones físicas y verbales por parte de él, sino que su papá también lo había estafado, haciéndole perder todo el dinero que había ganado durante los diez años en los que fue profesional del tenis.
“Guillermo me pareció una persona única: resiliente y distinto a los demás, y quise conocerlo. Me dije ‘Pruebo: si me responde...’”, contó Laia, que es la única hija de un matrimonio conformado por una farmacéutica y un psicólogo rosarinos que se dedicaron al rubro hotelero. El papá de Laia murió cuando ella tenía 13 años. “Yo no tuve una vida fácil y ella tampoco. Aunque las vidas no se pueden comparar, descubrimos que hablábamos el mismo idioma. Aprovechamos que ella estaba de vacaciones en Miami para encontrarnos”, agrega Guillermo. Desde hace tres años, el deportista está instalado en Miami, donde montó Guillermo Pérez Roldán Tennis Academy, una academia boutique que está ubicada en Pinecrest y en donde entrena a chicos desde los 8 a los 20 años. “Fue una relación que se fue dando de a poco. Nos encontramos para charlar… y terminamos viéndonos todos los días”, contó el deportista, quien llevaba dos años solo, tras haber pasado por tres matrimonios: el primero con Flavia Lodi, con quien tuvo a sus hijas mayores, Agustina y Chiara, de 30 y 19 años, respectivamente; el segundo, con Cristina García; y el último, con Daniela Ciudad, con quien tuvo a sus dos hijos varones, Damián y Mariano, de 5 y casi 3 años, respectivamente.
“Después de mi último divorcio, sólo me enfoqué en trabajar para mis hijas e hijos. Había cancelado por completo la idea de tener una familia, hasta que apareció Laia. ¡Ella me cambió los planes! No sólo es bonita por fuera, sino también por dentro. Tiene una belleza nutritiva: me nutre de emociones que no sabía que tenía. Es noble, desinteresada y me ha demostrado ser distinta. Me dio un cachetazo en el buen sentido: siento que a mis 55 años tengo muchísimo que aprender de ella, de su sistema de valores, de la fuerza de su juventud, porque los jóvenes viven mejor, sin tanto prejuicio. Con ella volví a soñar y a tener ganas de creer en el amor y ¿quién puede resistirse al amor?”, le dijo él, después de la ceremonia, a ¡HOLA! Argentina.
–Hablaste recién de la diferencia de edad entre ustedes, Guillermo…
–Al principio, quise evitar la relación, justamente, por la diferencia de edad. Laia tiene 26, pero una madurez que me sorprendió. Cuando la relación se fue poniendo más seria, me pareció correcto hablar con Ruth, su madre de ella. Fui despacio. No quería tomar una determinación sin hablar con Ruth: su familia es muy chiquita; ellas se tienen la una a la otra. Sentía que debía ser algo muy pensado para los dos: si yo no estaba seguro, no iba a avanzar; además, era consciente de que ella tiene proyectos y una vida por delante. Tener el apoyo de su madre fue importantísimo.
–¿Cuáles son tus proyectos, Laia?
–De chica, estudié canto, pero lo dejé en stand by al es - tudiar la carrera de contadora. Después de trabajar en el mundo de las finanzas, decidí rescatar mi parte artística . Estoy feliz de que Guillermo me acompañe en esta etapa de la manera en que lo hace; quiero que siga haciéndolo. Cada uno, desde diferentes ámbitos, podemos ser compañeros y potenciarnos. Hasta que yo pueda mudarme con él a Miami , seguiremos viajando para vernos cada dos semanas. Somos independientes, pero no queremos un amor a la distancia.
–¿Tendrías más hijos, Guillermo?
–Me encantaría ser padre otra vez. Quienes me conocen saben que siempre quise formar una familia sana. Soy consecuente con ese sueño. Al mismo tiempo, soy consciente de que Laia tiene que cumplir sus propios sueños. Si ella tiene el deseo de tener hijos, ¿cómo negárselo? Si no la acompaño con cualquiera de sus sueños, ¿qué tipo de pareja sería? Cuando uno ama a alguien, quiere lo mejor para el otro. Yo quiero que ella sea feliz y que nos sigamos eligiendo día a día.