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La noche del 16 de septiembre de 2020, el olor a humo alertó a los vecinos del barrio de Retiro. En pocos minutos, las llamas empezaron a salir por las ventanas del tercer piso del edificio de Maipú 986. Cuando el fuego cedió, los bomberos encontraron el cuerpo de Elsa Romio -para todos Elsa Serrano-, la legendaria diseñadora de moda que marcó época en los 90.

La investigación determinó que el incendio había sido ocasionado por un accidente doméstico: un desperfecto en el aire acondicionado que generó chispas e incendió la habitación. Las llamas fueron tan intensas que tiñeron el piso y paredes de negro y los muebles del dormitorio quedaron reducidos a cenizas. En el lugar estaba el cuerpo de la diseñadora, que luego fue identificado por sus familiares.

La autopsia determinó que Elsa murió por asfixia al inhalar monóxido de carbono, probablemente mientras dormía, sin oportunidad de escapar. Su partida conmovió a la sociedad, en especial al mundo de la moda y espectáculo.

Elsa había sido mucho más que una diseñadora: construyó un imperio de la moda a fuerza de trabajo y talento. Si bien en los últimos años había atravesado momentos difíciles, jamás perdió la confianza en sí misma.

Su historia repite la de miles de inmigrantes que llegaron a la Argentina buscando un futuro mejor. Elsa tenía 13 años cuando desembarcó en Buenos Aires con su familia. No hablaba ni una palabra de español. Se hizo modista y terminó vistiendo a Susana Giménez, Mirtha Legrand, Graciela Borges, Norma Aleandro y Lucía Galán. También mujeres del poder como como Zulemita Menem y María Lorenza Barreneche, la mujer del presidente Raúl Alfonsín, y a estrellas internacionales como Sophia Loren, Catherine Deneuve, Gina Lollobrigida y Joan Collins.

Aunque su final fue trágico, quedaron sus creaciones. Entre las más recordadas (y copiadas) están: el vestido de novia con cinco kilos de canutillos de cristal traídos de Francia para una boda faraónica, otro confeccionado a contrarreloj para un casamiento de altísimo perfil y el diseño que deslumbró en la alfombra roja antes de recibir un Oscar.

“Una novia sin velo no es novia”

En octubre de 1989, Elsa fue convocada para crear una de sus obras más memorables: el vestido de novia de Claudia Villafañe para su boda con Diego Maradona. La propia diseñadora recordaría años después cómo empezó todo: “Claudia me llamó desde Nápoles un mes antes de casarse. Me contó la novedad y me dijo que quería que yo los vistiera. No sólo a ella, sino que además a las familias de ambos y al mismísimo Diego. Me aseguró que tenían ofertas de modistos italianos, pero que me querían a mí. Le pregunté cuándo llegaría a Buenos Aires y me dijo que lo harían sobre la fecha. Es decir: yo tendría que volar para Italia”.

“Yo tenía sólo 42 años y contaba con una empresa enorme, que funcionaba en mi famosa maison de Mansilla. Estaba preparada para recibir al clan Maradona. Nos organizamos así: mis hermanas y las modistas de mi equipo estarían con la familia -hombres y mujeres-, yo atenta a todo pero con los ojos puestos sobre Claudia, y Basilio, un diseñador y sastre milanés que trabajaba para mí, atendería a Diego”, recordó Elsa,dejando ver la precisión y el despliegue que requería una ocasión de semejante magnitud.

Dos días después de aquel llamado, viajó a Italia acompañada por Guillermo Coppola. Tras una breve escala en Roma, llegaron a Nápoles y se alojaron en un hotel junto a la casa de los Maradona. Allí la esperaba Claudia, en un clima que ella describió como muy armonioso. Tomó las medidas de la novia, quien le dio total libertad de acción: “Haceme lo que quieras”, le dijo.

Maradona se sumó más tarde a la reunión, ya que tenía un compromiso deportivo. Elsa no llegó a tomarle las medidas ese día. La única condición que puso fue que el vestido de su novia fuese “totalmente blanco”.

Para Elsa, cumplir con el pedido de Maradona fue un verdadero desafío: la seda natural nunca es “blanco óptico”. Llamó a una empresa textil y, tras varias gestiones, consiguió un lugar en Nueva York donde sólo blanqueaban para los miembros de la colectividad judía pero no tenía disponibilidad. Pero que tal vez, por un contacto, se podía conseguir una partida allá. Así que de Nápoles viajó a Roma y luego a la Gran Manzana para traer la pieza perfecta. Regresó a Buenos Aires con el blanco más puro, lista para iniciar la cuenta regresiva hacia el vestido que haría historia.

Confeccionó el vestido en seda natural con un delicado encaje bordado con flores, cintas diminutas, cristales y canutillos. Trece mujeres trabajaron durante tres días para terminarlo. El diseño, que pesaba 8 kilos, resaltaba la figura de Claudia, que lucía una cintura diminuta: líneas rectas, mangas largas, cuello alto, hombreras y una cola con gajos. Además el vestido incluía una pequeña cola integrada a la falda, lograda con un godet (un triángulo de tela que da vuelo) y se sumaba la gran cola de organdí, mucho más larga de alrededor de cuatro metros. Bajo la tiara, un tul enorme completaba el look, fiel a la convicción de Elsa de que “una novia sin tul no es novia”.

Una semana antes de la boda, Basilio, el sastre milanés del equipo de Elsa, fue al Club Hípico Alemán para tomarle las medidas a Diego. Le confeccionaron un jaquet negro, moderno y con hombreras, toda una novedad para la época. Minutos antes de la ceremonia, en la sacristía y rodeado de sus padres, Maradona arrugó la cola del traje al sentarse. La hermana de Elsa pidió una plancha al cura y lo dejó impecable para que el novio estuviera a la altura del gran momento.

“Entregué los diseños a tiempo y todo salió perfecto. Fue muy fácil trabajar con los Maradona. Era una gran responsabilidad: el mundo entero estaba mirando aquel vestido inalcanzable”, contó Elsa.

El 7 de noviembre de 1989, el mundo contempló la faraónica boda de Claudia Villafañe y Diego Maradona. Los novios se juraron amor en la iglesia del Santísimo Sacramento y luego festejaron en el estadio Luna Park ante más de mil invitados —entre ellos, figuras como Carlos Menem, Fidel Castro y Fito Páez.

Años más tarde, en 2021, Claudia reveló en televisión que aún conservaba su vestido de novia, cuidadosamente envuelto en papel azul “para que no se ponga amarillo”.

Un vestido de novia en tiempo récord

Cuando la diseñadora falleció, Susana Giménez la despidió con cariño. En su cuenta de Instagram, con una foto de ambas, escribió: “Recuerdo este momento como si fuera hoy. ¡Gracias por todo, Elsa querida!”.

La relación entre ambas fue mucho más que profesional. Durante más de una década, Elsa fue la diseñadora de confianza de la diva, la vistió para sus programas y presentaciones públicas. Y fue también la creadora de uno de los vestidos más importantes de su vida, el que lució el día en que se casó con Huberto Roviralta. El cual sí fue un verdadero desafío, debió confeccionarlo en tiempo récord. “El 21 de noviembre Susana vino y me dijo: ‘Me caso el 5 de diciembre’. En ese momento yo tenía preparado un viaje a Europa que no podía cancelar. Se asustó porque pensó que no iba a llegar a diseñarlo, pero le dije que se quedara tranquila. El 28 de noviembre ya estaba listo”, recordó Elsa en una entrevista.

La boda fue el 5 de diciembre de 1988. Ese mismo día, horas antes de la recepción en el Roof Garden del Alvear Palace Hotel, la pareja dio el “sí” en el Registro Civil de la calle Uruguay. Los testigos fueron Pío Emilio Roviralta, hermano del novio, y la actriz Graciela Borges, gran amiga de Susana.

Para la fiesta en el Alvear, que reunió a más de 500 invitados y fue televisada, Elsa creó un vestido de ensueño hecho en taffeta de seda natural color tiza, con una falda armada con 25 metros de encaje francés, con cuatro campanas plato de seda natural que le daban un volumen majestuoso.

La parte superior estaba diseñada con un “corset” en pico en escote y espalda adornado con delicados volados y dos moños laterales que dejaban los hombros de la diva descubiertos.

“Se lo probé, le agregué un gran cuello, los dos moños, la flor, pero debajo del vestido, que no se ve, llevó una gran pollera de encaje chantilly. Sólo era visible cuando se lo levanta y cuando baila”, señaló la creadora.

Como toque final, para respetar la tradición de “algo prestado”, Susana llevó en el escote un broche de brillantes de Inés Maura, la madre del novio. “Se lo cosimos a mano y le daba una terminación soñada”, contó la propia diseñadora en el programa Corte y Confección (eltrece), en septiembre de 2020. Y lo más asombroso es que el vestido estuvo listo en apenas siete días. Una hazaña.

El modelo estaba inspirado en Scarlett O’Hara, la protagonista femenina del clásico Lo que el viento se llevó. La idea de la diseñadora era que Susana tuviera una entrada impactante. Y lo consiguió: Susana deslumbró a todos y su boda es una de las más recordadas de la farándula argentina.

Un escote que marcó tendencia en Hollywood

Otra de las creaciones icónicas fue el vestido que Norma Aleandro lució en la noche en que La historia oficial, de Luis Puenzo, ganó el Oscar como Mejor Película Extranjera, el 24 de marzo de 1986.

“Se lo hice por teléfono. Con su simpleza me llamó y me dijo: ‘Tana, me nominaron. ¿qué me pongo de lo que tengo acá?’. Y yo le contesté: ‘Norma, son los Oscar, te voy a hacer un vestido’. Se lo mandé a Los Ángeles con su marido”, contó Elsa, orgullosa de aquella creación que hizo a la distancia y sin una sola prueba porque la actriz estaba de gira.

En ese entonces, con 50 años, Norma deslumbró en la alfombra roja con un diseño de encaje bordado de pies a cabeza, forrado en raso de seda natural rojo intenso, con mangas largas, hombreras y un escote profundo que realzaba su figura. “Estaba espléndida, y ese escote marcó tendencia en Hollywood”, dijo la diseñadora.

Tiempo después, Norma contó: “Elsa me lo quiso regalar y le dije que ni loca, que se lo tenía que quedar de recuerdo. Me lo hizo sin probármelo, pero confiaba plenamente porque me conocía mucho y ya me había hecho varios trajes”.

En la entrega de los Martín Fierro 2022, Pampita sorprendió al aparecer con el histórico vestido: “Le había prometido a Elsa que en alguna gala iba a poder usar uno de sus vestidos. No se pudo dar así que, muy amablemente, las hijas de Elsa me cedieron del museo de ella este vestido maravilloso”. Sin embargo, Pampita no fue la primera en volver a darle vida a esa joya de la moda: en 1987, la sanjuanina María del Valle Bravo Falcioni (hija del exgobernador Leopoldo Bravo) ya lo había lucido en una gala benéfica.