Lo que podemos aprender de otras culturas, incluso sin viajar

A raíz de mi reciente viaje a China, invitado a brindar conferencias, he redescubierto un concepto que parece trivial y se activa cuando nos descentramos de nuestra cultura cotidiana: bienestar intercultural. ¿Por qué convivir o interactuar con otros nos puede enseñar sobre cómo nos sentimos en nuestra vida cotidiana? Porque el simple hecho de conocer cómo otras culturas conciben su bienestar, es clave para entender lo que nosotros hacemos con nuestra salud y qué ventanas de cambio podemos encontrar si nos animamos a aplicar otras estrategias.

El bienestar intercultural nos enseña sobre la vitalidad de sentirnos bien con nosotros al interactuar con otras culturas. Cuando digo intercultural me refiero a la riqueza de la perspectiva múltiple y la posibilidad de hacer una comparación. Comprender que diferentes personas tienen miradas complementarias según su cultura nos invita a reflexionar sobre la parcialidad que tienen nuestras aseveraciones taxativas o el modo en que cerramos una discusión, que negamos un conflicto o hasta cómo definimos una política sin siquiera pensar que puede tener otras perspectivas.

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Solo la experiencia intercultural promueve que esta comparación se abra y se pueda experimentar en escenas tan cotidianas como compartir un almuerzo, un recorrido turístico o colaborar en un trabajo. Podemos pensar en esta idea del bienestar intercultural para entender que nuestra posición frente a un conflicto o una situación de estrés puede nutrirse de otras miradas que promuevan tener más resiliencia.

Esto nos vuelve más integrativos y puede abrir posibilidades de resolución respecto al modo cultural propio, que nos limita a nuestros códigos, costumbres y rítmicas culturales. Tuve la oportunidad de ser invitado a una conferencia organizada por amigos y colegas que deseaban reunirse a discutir los temas académicos y también a compartir visitas y momentos de distensión.

Reunirse, aunque sea una vez al año o cada tantos años, actualiza y recrea los vínculos. El valor reside en reencontrarse, en actualizar las anécdotas, en transmitir nuevos saberes y a veces también, en conocer nuevos amigos.

El bienestar intercultural no es algo que solo puede ocurrir en lugares distantes. De hecho, puede darse en nuestra tribu, por ejemplo, en las reuniones familiares. Existe un intercambio cultural entre nosotros cuando nos reunimos, por más parecido que resulte con eventos anteriores. El valor del aprendizaje depende de nuestra apertura a escuchar, a compartir y también de invitar a participar a nuevas amistades de nuestro entorno.

Otra sensación de bienestar intercultural que tuve en China se dio al comprender que es posible sentirse gigante y trascendente al observar la arquitectura monumental de los templos milenarios y las ciudades actuales, gigantes y ordenadas. No lo digo en el plano personal, sino grupal, cultural. Sentir que tu cultura te trasciende y sos parte de esa historia presente.

A nosotros en la Argentina nos cuesta sentirlo porque no tenemos obras arquitectónicas gigantescas que remitan a un pasado milenario. Algunos lo sienten a nivel personal, pero es raro sentirlo a nivel grupal. Muchos coincidirán que este bienestar intercultural suele ocurrir con el patrimonio intangible, al identificarse con una tradición musical, con una danza, como ocurre con el folklore, el tango, el rock, el trap. En el deporte nos pasa con los partidos de los seleccionados nacionales, que conllevan un sentimiento ampliado de sentirse parte de los demás por sobre nuestra subjetividad.

De hecho, el sentimiento de identidad nacional emerge ante partidos internacionales. En general se lo piensa como un bienestar resultante del malestar de la rivalidad, como ocurre con Inglaterra en el 86 y con Francia en el 22, pero aquí me refiero a un bienestar que emerge de aprender a convivir y de respetar las diferencias.

Surge entonces una sensación de bienestar intercultural al experimentar la continuidad de ser parte de una humanidad que no se agota en fronteras culturales. Me puedo identificar con un criterio estético, aunque no coincida con una nacionalidad o una ideología. Esto ocurre a diario cuando observamos en redes sociales, en internet o en medios masivos productos y artistas que nos gustan, y se consumen sin encontrar demasiada explicación. Cuando me identifico con una opinión parcial, aunque no logre coincidir con todo el argumento. Estos grados de variaciones, de intensidades que pueden tener los intercambios de opiniones, de gestos, de mercancías, de vínculos, nos aporta sensibilidad y apertura para aprender dentro de las diferencias, de las disidencias y de las supuestas confrontaciones. Nos hace bien saber cómo otros acceden al futuro y producen su continuidad. En sus tribus, sus ciudades, sus parques, sus playas, sus rutas, sus desarrollos, lo que sea. El intercambio cultural abre nuestra imaginación y nuestro futuro.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/salud/lo-que-podemos-aprender-de-otras-culturas-incluso-sin-viajar-nid20072025/

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