“La enfermedad no le pasa solo a mamá, nos pasa a todos”. Las palabras pertenecen a María José, el personaje que interpretará Julieta Díaz en Las hijas, la pieza de Ariadna Asturzzi que marca el debut como director teatral de Adrián Suar y que se estrena este jueves 11 de septiembre en el icónico Teatro Maipo de Buenos Aires.
“Es una comedia emocional. La gente se va reír mucho, porque el drama, más el tiempo y la distancia, generan humor”, sostiene la actriz en el inicio de la charla con LA NACION, entusiasmada con su regreso al teatro de texto, luego de un tiempo de ofrecer propuestas en torno a la música y la poesía.
Junto a Díaz, subirán al escenario de la calle Esmeralda, Soledad Villamil y Pilar Gamboa, conformando un dream team atractivo, con poéticas de actuación diferentes que permitirán una paleta de colores, a priori, bien interesante.
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La autora del material, que también es actriz -se la puede ver en la pieza El jefe del jefe y en el film Mazel Tov, dirigido por Suar-, a través de su texto fue en busca de la realidad de tres hijas que se enfrentan a la cruel realidad de acompañar a una madre, destacada jueza de carácter determinado, con diagnóstico de Alzheimer. “Es una obra intensa, profunda, con aspectos poéticos muy hermosos”.
-¿Cómo ha sido la experiencia de establecer el vínculo con Adrián Suar en su rol de director?
-Es un actor muy productor. Siempre se metió, opinó con una mirada muy clara. Por otra parte, ya dirigió cine, así que este debut es relativo. Creo que este paso de Adrián era cantado; lo que le faltaba.
-¿Cómo es tu vínculo con él?
-Trabajé con él como productor durante diez años y luego como compañero de elenco, incluso en teatro.
En 2009 y 2010, Díaz y Suar protagonizaron El año que viene a la misma hora, un bello material escénico en torno al devenir de una pareja a lo largo de las décadas que, en esa versión, contó con dirección de Marcos Carnevale.
“Disfruto mucho de Adrián, es encantador y nos conocemos mucho. Como director, sabe qué pedirme, hay confianza, y hasta nos puteamos muy amorosamente. Es muy exigente, por momentos me interpela. Tiene una rigurosidad muy importante con el tema del ritmo; es un director muy auditivo, pero a la vez posee mucha paciencia. Yo, en cambio, puedo ser un poco reactiva, me puedo poner brava en los debates de las cosas”.
Con sus compañeras de elenco también la relación se afianzó desde el respeto, cariño y admiración: “Con Soledad Villamil hicimos Locas de amor hace veinte años, nos queremos y admiramos, aunque no somos amigas queríamos volver a trabajar juntas; y moría de ganas de compartir un proyecto con Pilar Gamboa, es una actriz extraordinaria y sabía que era muy amorosa”.
Como en la vidaAsí como en Las hijas aparece la cuestión del paso del tiempo y la enfermedad, a la hora de buscar realidades en su propia vida, Díaz reconoce que “mi madre es mayor, pero está muy bien y mi padre está bastante mal, muy viejito, con temas de salud. Cumplí 48 años, una edad donde una comienza a transitar algunos temas en torno de sus padres y nos enfrenta con nuestro propio camino hacia el final de la vida”.
María Bernarda Hermida, su madre, se dedica a la terapéutica floral. Ricardo Díaz Mourelle, el padre de la actriz, es actor y dramaturgo. En 2022, padre e hija ofrecieron El oficio de dar, un precioso espectáculo en el Centro Cultural de la Cooperación (CCC), donde se sumergían en la palabra de grandes poetas y en la música latinoamericana y de autoría propia.
“A comienzos de año tuvo algunos problemas de salud, está estable, pero comprometido, y la familia está ahí, para ayudarlo a que esté lo mejor posible, pero es una situación difícil”, confiesa la actriz.
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En la casa natal de Julieta Díaz se respiraba arte. Clara influencia que despertó su vocación por la actuación. Construyendo su propio camino, la actriz pivoteó siempre entre la televisión, el cine y el teatro.
De hacer Las mujeres de Ibsen y Sonata de otoño en escena a ser una “chica Polka” protagonizando grandes éxitos de la productora de Adrián Suar -hoy discontinuada en su actividad- como Gasoleros, Campeones de la vida o, más recientemente, Argentina, tierra de amor y venganza. El cine también es un lenguaje que la atraviesa, Juan y Eva, Corazón de león y No me rompan son algunos de los títulos que estelarizó.
-Transitaste diversos espacios y lenguajes, lo cual le da a tu rol de actriz una coloratura expandida, diversa.
-Es lo que más me gusta. Vengo del teatro, influencia de mi papá, y estudié desde los 11 años. Pero también hice mucha televisión, estuve con Adrián (Suar) trabajando 13 años sin parar. Armé mi carrera ahí, pero, en algún momento, sentí la necesidad de poder hacer teatro y cine, medios donde no me estaban llamando.
-¿A qué lo atribuís?
-Existía una grieta entre lo que era cine y televisión. Hoy eso no lo percibo, pero en la década del noventa y comienzos de 2000 tuve que frenar y hacerme el espacio. Hablé con Ana María Bovo para hacer algo en teatro y ella me ofreció interpretar Emma Bovary. Lo mismo me pasó con el cine. De todos modos, me encanta la televisión y hacer novelas.
-Decís que te comunicaste con Ana María Bovo. ¿Sos de las actrices que golpean puertas para cumplir sus deseos artísticos?
-Soy muy encaradora, pero, a veces, no me dan bola. Siendo ya conocida, encaré a mucha gente que no me llevó el apunte; no es que tengo todo resuelto. Por suerte, me llaman mucho y me siento una privilegiada, pero también soy de golpear puertas, de felicitar a los directores cuando algo me gusta y de decirles que me gustaría trabajar con ellos.
En ese buceo de las aguas creativas, también la música ocupa un espacio importante en su agenda. En los últimos años, Diego Presa, un destacado intérprete uruguayo, acompañó su deseo en estas lides.
“Viajo mucho a Montevideo, él tiene un público cautivo que nos apoya mucho; en Argentina la remamos más, porque formamos una banda indie rara”.
-¿Cómo interviene la masividad como consecuencia de tus trabajos en televisión?
-Muy bien, soy muy agradecida. También tiene que ver con tener una estrella, estar en el momento adecuado con la persona adecuada. Hay mucha gente muy talentosa que no es tan conocida. Hoy, por suerte, a través de las redes sociales, alguien que labura muy bien se puede volver viral.
Díaz comulga muy bien con el sistema independiente, el teatro de culto, el cine de autor o cantar en una banda de nicho, pero, en simultáneo, transita el mainstream del espectáculo con total comodidad, lo que la posicionó como una figura muy reconocida por el público.
“Me llevo muy bien con eso, soy bastante simpática con la gente; me gusta ese contacto. A veces, si estoy en mi mambo o transitando algún problema, me encierro un poco y me puedo poner más ‘secota’, pero, en general, que la gente me pare, me salude y se refiera a mis trabajos me parece una fiesta, me genera placer. Además, implica que hago lo que me gusta y eso hoy es un privilegio. Tampoco tengo una popularidad donde la gente se pueda poner obsesiva, no tengo esa fama de no poder caminar por la calle. Ser (Lionel) Messi debe ser difícil”.
Se reconoce camaleónica en torno a sus looks. Hoy por hoy, el pelo largo y enrulado le sienta muy bien. “Cambio mucho por los personajes que me tocan interpretar, por eso, a veces, la gente no me reconoce”, sostiene.
-¿Cómo te llevás con la exigencia de imagen que, a priori, supone tu trabajo y cómo dialoga eso con los parámetros de valoración de la sociedad?
-Creo que todos lo vivimos muy parecido, hasta las modelos, de cuerpos hegemónicos, en un punto, la pasan mal. Me considero una mina bastante normal y tengo las mismas inseguridades que todas las mujeres que me vienen a ver al teatro o me miran en las series. Siendo feminista y considerándome una persona relativamente piola y con la cabeza abierta, peleo eso conmigo misma. Trato de aceptarme, de no castigarme, pero es difícil. Además, haciendo este trabajo, con una parte estética muy fuerte, la exigencia es mayor. Tengo mi parte Narcisa y me gusta verme bien, pero estoy atenta a que eso no me coma. Además, trato de tener vínculos que me alimenten otras cosas y de estar bien, sobre todo, por un tema de salud. Es una época difícil de sobreobservación, de vivir como en un Gran Hermano.
Realidades-¿Hablás con Adrián Suar sobre la posibilidad de la vuelta a la actividad de la productora Polka?
-No lo he hablado, creo que él está más enfocado en el teatro y el cine, pero supongo que en algún momento Polka volverá a trabajar; es mi sensación, no tengo información al respecto.
-¿Qué opinás de la polémica sobre el film Homo Argentum, que protagonizó Guillermo Francella?
-Quiero ver todo el cine argentino, desde las películas de nicho o de autor, hasta Homo Argentum; después, cada cual decide qué le gusta más o qué lo representa mejor, pero lo importante es que haya equidad en las posibilidades para todas las películas. Sí estoy de acuerdo en que, si un país está en ajuste, en lugar de hacer 200 películas, se hagan 100. No hacer ninguna me parece un montón. Hay que cuidar las instituciones como el Incaa o el INT, espacios que hay que limpiar si hubo malos manejos, corrupción o cuestiones partidarias en beneficios de unas personas y otras no. Hay que ordenar, estoy de acuerdo, y entiendo que hubo irregularidades, pero creo que la industria del cine es parte de nuestra identidad y mueve mucho económicamente. Por otra parte, defender la cultura no es defender a un partido político. Hoy, en el país, los artistas, los periodistas y los sectores más vulnerables están siendo atacados.
Julieta Díaz es madre Elena, quien se encuentra cursando su escuela primaria y con notables progresos en torno a una discapacidad vinculada con lo madurativo.
-En las últimas semanas, la agenda de la sociedad estuvo marcada por los recortes a sectores como la discapacidad. Dada la condición de tu hija, ¿cómo transitaste ese tema?
-Con mucho dolor. Estoy en una situación económica en la que puedo llenar los huecos, pero conozco gente con discapacidad o con hijos en esa condición que viven en la pobreza más cruda, con lo cual el panorama es terrible. Se utiliza la excepción para intentar destruir la regla, eso me duele mucho. Claro que hubo pensiones mal otorgadas, por supuesto, nadie dice que no las hubo, como también hay gente en el Estado que es ñoqui, pero me pregunto, ¿no hay ñoquis en el sector privado? Nos acabamos de enterar del tema de las coimas y eso está atravesado por el sector privado. Nos quieren hacer sentir que la regla pierde valor, pero, y lo marca la Constitución Nacional, una persona con discapacidad tiene que ser sostenida y ayudada por el Estado, lo mismo sucede con los jubilados. Que se limpie lo que haya que limpiar, pero que se sostenga el derecho. Se busca recortar para juntar el dinero para mantenerse en el poder y eso siempre implica sacrificar a los más débiles. ¿Hay plata para comprar aviones de guerra y no para los jubilados?