Durante los años dorados de las pasarelas, su cara iluminó tapas de revistas, desfiles y campañas inolvidables. Elizabeth Márquez (57) fue una de las modelos más famosas de los 90, con una carrera que la llevó de Buenos Aires al mundo. Hoy, después de haber vivido muchas vidas –como ella misma dice–, vuelve a escena con una historia profunda y transformadora. A los 48 años, desafió sus propios prejuicios y cumplió el sueño más grande: ser madre. Azucena, su hija de 9 años a quien tuvo sola, es el centro de un universo que se reconstruyó con amor, resiliencia y nuevas formas de familia. En esta etapa, también llegó el amor, que la encuen - tra en su mejor versión. “Soy la mujer que siempre quise ser”, confiesa. En una entrevista íntima con ¡HOLA! Argentina, habla de su renacimiento personal, de aquellos tiempos de glamour y de los desafíos que enfrentó para construir la vida que hoy la llena de felicidad. Porque si algo aprendió es que lo mejor puede llegar cuando menos se espera y que nunca es tarde para volver a brillar.
–¿Cómo te encuentra la vida hoy?
–Siempre pienso que estoy en mi mejor momento. Y este, sin dudas, lo es. Tengo todo lo que quería. Durante muchos años quería ser mamá y me costó muchísimo. Como 20 años. Perdí muchos embarazos, pero cuando finalmente pude, me cambió la vida. Pasé por muchos momentos traumáticos, de mucha desilusión y frustración. Yo tenía un deseo muy profundo de ser mamá y sentía que era algo que yo iba a vivir en esta vida. Soy una ariana testaruda. . Sabía que iba a lograrlo.
–Fuiste mamá sola a los 48 años. ¿Tuviste que romper con prejuicios propios?
–Fueron muchos años que fui acompañando con terapia y la vida misma te va colocando en un lugar en el que tenés que optar: la familia tradicional de mamá, papá e hijo, ser madre sola o no ser madre. Yo siempre fui muy open minded y muy moderna en mi forma de vivir. Desde muy chica salí al mundo para trabajar de modelo, por ejemplo, pero por supuesto que tuve que sortear varios temas con mi terapia porque también pensaba que por ahí era privar a mi hijo de un padre. Lo veía como algo egoísta.
–¿Cómo vive Azucena esta realidad?
–Cuando era más chica me hizo algunas preguntas, que obviamente yo respondí. “¿Viste que, en tu colegio, fulanita tiene dos papás y fulanito tiene sólo un papá? Bueno, vos tenés una mamá”. Y el tema quedó ahí. Seguramente vendrán otros cuestionamientos. Yo me informé bastante para estar preparada y siempre me decían: “Vos contestale hasta donde ella te pregunta, hasta donde pueda procesar”. Lo cierto es que ella nunca tuvo papá, entonces no puede extrañar aquello que nunca tuvo. Azu es una nena llena de amor, muy mimada y superfeliz.
–¿Y cómo era tu día a día cuando nació?
–Los primeros años fueron difíciles porque sola y con una beba… Los bebés son adorables, pero no todo era tan color de rosa. También es cierto que a los 50, cuando algunas de mis amigas empezaban con la menopausia, con el tema del nido vacío y qué sé yo, yo estaba a ple - no, con pañales y mamaderas. ¿La depresión de los 50? No sé, chicas, no tengo tiempo. . Al final estuvo bueno ser madre a los 48. Ahora Azu tiene 9 años y es recompañera, me encanta el mundo de los chicos, esa sed de descubrimiento que tienen.
–¿En qué te cambió la maternidad?
–En todo. Para mí fue un renacimiento. No soy la misma persona, ni me acuerdo cómo era mi vida antes de ella. Azucena cambió mi mundo, me cuesta pensarme sin ella. Todos esos años de tristeza y angustia que viví se borraron automáticamente con su llegada. Y también me abrió a otros vínculos, quizás más profundos, con otros padres y madres con los que compartimos vivencias y el día a día de nuestros hijos. Son familias que participan todo el tiempo de tu vida. Es otra vida.
–Y en esta otra vida, apareció un nuevo amor…
–Siempre digo que lo mejor de mi vida me llegó en la madurez.
–¿Cómo se llama él?
–Federico. Me lo presentaron unos amigos y hace un año que estamos juntos.
–¿Están conviviendo?
–No, no, él vive en el sur, va y viene. Siento que este amor me encuentra en mi mejor versión, soy la mujer que siempre quise ser. Quizás otras historias que aparecieron en mi vida estuvieron teñidas de mi “no maternidad”. Cuando uno está en su mejor versión también atrae lo mejor. Y siento que así es el amor tan profundo y orgánico que tengo con él.
LA MODELO TOP DE LOS 90
–¿Cómo empezaste a trabajar de modelo?
–Yo estaba estudiando Turismo y a la par hacía promociones. Era chica, tenía 18 años. Un día iba caminando por calle Florida y una productora de moda de la revista Para Ti me paró y me preguntó si quería ser modelo. Nos pasamos los teléfonos y así arranqué. Todo fue vertiginoso. No paraba de trabajar: desfiles, fotos, tapas de revistas… Enseguida me eligieron para ir a laburar a Madrid y a Barcelona y después me fui a Nueva York.
–En los 90, las modelos eran como celebridades. ¿Vos lo vivías así?
–No. Éramos muy jovencitas y era nuestro trabajo. Laburábamos de lunes a lunes. Como yo tenía lindas manos, lindos pies y lindo pelo, aprovechaba todas las partes del cuerpo para hacer fotos. . Quedaba elegida para todas las producciones.
–Pero es cierto que también hay mucha fantasía sobre la vida de las modelos, que viven de fiesta, que las invitan a todas partes…
–Mirá, nosotros íbamos a Punta del Este, hacíamos fotos sin parar, íbamos a dos fiestas, nos pagaban y chau.
–¿Ganaban mucho?
–Sí, la verdad que sí. Yo soy hija de artistas y la vida de los artistas es tan inestable… Se terminaba la novela y después venía el verano y la angustia de no saber. Yo cumplo años en abril y nunca se sabía si iba a haber guita para festejarlo. Mi meta era hacer plata, valerme por mí misma, trabajar y ahorrar. Primero me compré un auto, después me compré el departamento, después me mudé a algo más grande…
–¿Siempre te sentiste cuidada, respetada?
–La verdad que sí. Desde muy chica, tuve mucho carácter y si en algún momento había alguien que se desubicaba, yo lo ubicaba en un minuto. Nunca pasé un mal momento.
–¿Había mucha competencia entre las modelos? Araceli González y vos eran como Boca y River…
–. Yo nunca lo viví así. Nos llevábamos súper con Ara. De hecho, hoy tenemos muy buena onda. Vivimos muchas cosas juntas. Cada una tenía su meta, estábamos muy focalizadas. Nunca tuve la mirada puesta en el otro.
–¿Te quedaron amigas de aquella época?
–Claro. Mariana Arias. No sólo somos íntimas, sino que además yo soy la madrina de su hija Paloma y ella es la madrina de Azucena.
–¿Qué recuerdo tenés de tu noviazgo con Pancho Dotto?
–Siento como que pasó en otra vida. ¡Y después tuve otras tantas vidas! Era muy chica, tenía 19 años…
–¿Sentías la presión de tener que verte siempre bien?
–Qué sé yo, éramos muy jóvenes, éramos espontáneamente bellas. . Después sí, a los 30 empecé a ir al gimnasio. ¡Y ahora ni te cuento! ¡Voy every day! Dejo a mi hija en el colegio y me voy a entrenar.
–Además del gimnasio, ¿hacés algo más?
–Me encanta meditar, pero me cuesta bastante. Durante mucho tiempo hice Ashtanga Yoga, que es bien fuerte, pero ahora no.
–¿En qué momento dijiste chau a la vida de modelo?
–En un momento dije “quiero ser una mujer normal”, me harté. Tampoco era mi vocación ser modelo, aproveché al máximo todas las oportunidades que se me presentaron, pero un día chau. Pateé el tablero y me dije: “Ahora quiero algo mío”.
–¿A qué edad fue ese quiebre?
–A los 30. Sentí que ya estaba, había hecho esto y aquello, había trabajado en televisión. También empezó el “para abajo” y lo mejor era retirarme.
–¿Nunca te tentó la actuación? Tus padres, Carlos Cores y Elizabeth Killian, brillaron como actores…
–Tuve una fantasía y estudié un tiempo con Julio Chávez, pero lo verdad que no. Yo tuve y tengo una cabeza más de empresaria. Como que me decía: “Yo no me voy a quedar esperando a que me llamen para actuar”. Sabía que iba a buscar algo que hiciera valerme por mí misma, que pudiera organizar yo.
–Y el cambio de vida, ¿fue fácil o sentiste un vacío?
–Fue fácil. También coincidió con la muerte de mi papá, fue un momento bisagra en mi vida.
–¿Extrañaste esa vida de estrella, por llamarlo de alguna manera?
–No, no, no… A mí no me gustaba mucho la sobreexposición. Yo la sufrí, me costaba, me aturdía. Me daba un poco de fobia. Me acuerdo de ir a ver a Madonna o a Michael Jackson en los 90 y entrar medio camuflada. Ser modelo fue un trabajo que disfruté un montón y si hoy miro para atrás sé que estuvo bueno, pero fue.
–¿Azucena sabe que fuiste famosa?
–Se enteró hace poco porque algunas mamás del cole le empezaron a decir: “Tu mamá era modelo, era famosa”. “Tu mamá trabajaba en la tele”. Le mostré algunas cosas de aquello época que tenía guardadas.
LO QUE VIENE…
–¿Qué ganaste con el anonimato?
–Ahora hago lo que se me canta y no doy notas. .
–¿Cuánto hacía que no posabas en una nota como esta?
–Una producción así, con varios cambios de ropa, más de 20 años.
–¿La gente te reconoce en la calle?
–Sí, y tienen un buen recuerdo. Fue una época muy linda en la que el mundo de las modelos despertaba fascinación y estábamos en todos lados. En las tapas, en las contratapas, adentro de las revistas y ni hablar de las gigantografías de Caro Cuore.
–¿Qué te enseñó el paso del tiempo con respecto a la belleza?
–Tengo cierta exigencia de seguir viéndome bien. Mirá, yo crecí con padres muy exigentes con la belleza y muy pendientes de la estética por la tele, el cine, las cámaras… Mi mamá es triple exigencia, muy obse, muy Virgo. Eso quedó en mi ADN, mamé eso. Me encanta tener el pelo perfecto, las manos hechas, verme bien… Soy así y así estoy educando a mi hija, pobrecita. . Obviamente, siento el peso del tiempo, pero no me quita el sueño.
–¿Te cuidás mucho en las comidas?
–Me cuido lo que puedo, pero no soy obsesiva. Me encanta comer, tomarme una copa de vino. Después intento balancear y otras veces no balanceo nada. . Por ahí tengo unos kilos de más y ¿qué pasa? Me gusta cuidarme porque tengo una hija muy chica y eso es una responsabilidad muy fuerte.
–¿Ella dice que quiere ser modelo o actriz?
–Es muy cómica, yo la veo medio actriz, pero dice que va a ser artista plástica. Fue una hija muy deseada, entonces la apoyo en todo lo que le interesa. También me gusta que haga deportes, que sociabilice en el club, que pase tiempo al aire libre y se desenchufe de las pantallas.
–¿Cuándo nace Quitapesares, tu empresa?
–Ahora voy a cumplir 25 años con Quitapesares. Empecé diciendo que iba a ser un emprendimiento chiquito y al final tuve un megalugar con una galería de arte, llegué a todos los shoppings con mi marca y hasta tuve veinte empleados. Me fue bárbaro, era mi propia jefa, hacía lo que quería, tomaba todas las decisiones. Empecé con una agenda y de repente tenía una línea escolar supercompleta. Me gusta el diseño y lo disfruto un montón.
–¿Hay algún sueño que te haya quedado pendiente?
–Soy una gran soñadora. Además de fantasiosa y romántica. . Yo le vendí la licencia de mi marca a una empresa más grande, estamos exportando y si bien ahora estoy abocada solamente a los productos escolares, me gustaría volver como antes a hacer muchas más líneas de productos.
–¿Qué te inspira hoy?
–La vida misma, mi trabajo, mi hija… Me despierto todos los días y agradezco que tengo salud y no solamente hablo de salud física… Lo realmente importante es la salud mental.
–¿Te gustaría volver, aunque sea por un rato, a la televisión, a la radio, a los streamings?
–No sé. Si apareciera algo muy tentador… Estoy siempre abierta. Me gustan los desafíos. Siento que me comí el mundo desde que nací y me lo voy a comer hasta el último día. Estoy viva y con ganas siempre de cosas nuevas. Creo que este temperamento de hacer y de vivir la vida intensamente me va a acompañar hasta la tumba.
Producción: Vicky Miranda. Maquillaje: Mauricio Camilo. Peinado: Carmen Da Silva para Cerini. Agradecimientos: Four Seasons Hotel Buenos Aires, Caro Cuore, Ménage à trois y Kallalith.