Son pequeñas, a veces huelen raro y parecen de otro planeta. Se camuflan como piedras o tienen espinas que harían dudar a cualquier amante de la jardinería ornamental clásica.
Pero ahí están, desafiando cánones estéticos y ganando su lugar en las colecciones más excéntricas. Bienvenidos al club de las plantas “feas”.
Las plantas que se creen piedrasHay pocas cosas tan absurdamente fascinantes en la botánica como un lithops bien cultivado.
Originarias de zonas áridas del sur de África, estas suculentas se disfrazan de piedras para evitar ser devoradas.
No tienen tallo visible, almacenan agua en sus dos lóbulos carnosos y apenas asoman sobre el sustrato. Cultivarlas exige moderación extrema en el riego y sustrato bien mineral.
¿Belleza? La que se descubre mirando con paciencia
La flor que huele a muertoDentro de la familia de las asclepiadáceas, las huernias tienen una reputación infame y gloriosa: sus flores imitan el olor de carne en descomposición para atraer polinizadores, generalmente moscas.
Las formas son estrelladas, carnosas, con texturas gomosas y colores que van del bordó al púrpura manchado.
Su rareza las ha vuelto objeto de culto. Se cultivan como suculentas: luz, poca agua y un sentido del humor entrenado.
Cactus monstruososAlgunas cactáceas desarrollan formas crestadas, fasciadas o monstruosas que las deforman por completo.
Son mutaciones espontáneas —a veces inducidas por el ambiente o por virus benignos— que generan estructuras, torsiones inesperadas o crecimientos asimétricos.
Euphorbia lactea ‘Cristata’, Myrtillocactus geometrizans var. monstruosa, o incluso ciertas variedades de Opuntia que parecen derretirse: cada una merece una vitrina en este museo de lo insólito.
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Lo monstruoso, lo raro, lo torcido: estas plantas desafían el ideal clásico de la belleza vegetal, nos obligan a observar sin prejuzgar, y muchas veces, a aprender nuevas formas de cultivo. Hay algo profundamente humano en cuidar lo que no se ajusta a lo esperado.