Patricio Pannuzio Trotelli se encontraba en una sala de cine, cuando una sensación extraña se apoderó de él. Las palabras del otro lado de la pantalla llegaban familiares: conocía la trama, tal vez con algunos cuantos cambios, pero la conocía bien. De hecho, pocos años antes, en el 2023, había escrito un texto en el cual contaba lo que ahora veía en la gran pantalla.
Entre viñeta y viñeta, los personajes encarnados por Guillermo Francella en el film Homo Argentum reflejaban situaciones demasiado similares a sus bitácoras de antaño y por un momento se ilusionó: “Sentí que la película estaba basada en lo que yo escribí, en la historia que yo narré. ¡Es lindo soñar un poco!”, dice Patricio, entre risas. “Me pareció increíble”.
Por supuesto, Patricio sabía que se trataba de una coincidencia, una casualidad que le hizo sentir que, tal vez, lo que había escrito tenía más valor de lo pensado. Pero ¿era realmente una coincidencia? ¿O estaba ante lo que todo viajero incansable como él, que había vivido fuera del país, hubiera escrito sobre la forma de ser argentina, vista desde la distancia y como emigrante...?
La razón de ver el mundo: “Los viajes provocan que volvamos culturalmente enriquecidos, con menos prejuicios...”Apenas se conocieron, allá por el 2003, Patricio y su mujer, Silvia, cruzaron juntos fronteras por aire y tierra. Él, que trabajaba en logística dentro de una empresa aérea, contaba con el beneficio de volar, lo que los llevaba a diversos destinos del planeta varias veces al año. Amantes de estar en el camino, también solían recorrer varios puntos de la Argentina en micro, y más tarde en auto, donde disfrutaban de los paseos cortos a pueblitos de la provincia de Buenos Aires o de ir más lejos, atravesar provincias, e incluso cruzar a los países limítrofes: “Los viajes están impresos en nuestro ADN, nos gusta y nos apasiona contar que somos `viajeros frecuentes´”, asegura Patricio, mientras repasa su historia.
Quedarse encerrados en un shopping de Caracas durante una protesta masiva o perderse en Nueva Zelanda, es apenas una pequeña muestra de un sinfín de anécdotas acumuladas en los veinte años de travesías incansables. Para Patricio y Silvia, que se conocieron siendo muy chicos y se casaron en el 2018, cada parte de su ser queda impreso en los lugares y las personas que conocen en su andar: “Y en cada regreso sentimos que ya no somos los mismos. Los viajes provocan que volvamos culturalmente enriquecidos, con menos prejuicios, y tal vez con mayor comprensión sobre lo que le pasa a nuestro país y a nuestra sociedad”, reflexiona.
Para la pareja argentina, sin embargo, había algo que faltaba. Conocer lugares no es lo mismo que vivirlos y, cierto día, comprendieron que era tiempo de dar un salto más grande. Era tiempo de emigrar. No por necesidad, tampoco por escape, ni para perseguir una oportunidad. Emigrar para tener la experiencia de vivir desde otra perspectiva y aprender de otra sociedad.
Italia ancestral y llegar al sur de “la bota”La decisión de vivir una nueva aventura, pero esta vez por tiempo indefinido, no fue tan fácil como lo habían esperado. Las emociones se agolparon extrañas, desconocidas. A Silvia le daba cierto temor alejarse de sus afectos y amigos, de sus buenos trabajos, y de su tan querida Argentina. No era sencillo despedirse de Villa Devoto, de los paseos en bici por Parque Saavedra, las salidas con Arnold -su perrito- a la Plaza Arenales, ni decirle adiós al café habitual en el shopping de la zona.
Pero la necesidad de seguir creciendo en perspectiva y conciencia era más fuerte y, finalmente, a fines del 2022 y tras largas noches de charlas, decidieron emigrar con los temores a cuestas y una buena dosis de esperanza y felicidad.
Tras vender todo partieron a Italia, la tierra de sus abuelos y bisabuelos, con el objetivo de obtener su ciudadanía europea por “derecho de sangre” (Iure sanguinis). Llegaron al sur de “la bota”, a Matera (Basilicata), allí los aguardaba Fabián, otro argentino como tantos argentinos, que también estaba tramitando su ciudadanía en aquella comunidad: “Teníamos buenas referencias de Matera en términos de calidad de vida y gestión a la hora de hacer la ciudadanía. Nosotros fuimos muy prolijos y trajimos todos los papeles listos desde la Argentina. Incluso, quince días antes de viajar a Italia, nos fuimos a Santa Rosa, La Pampa, a buscar la partida de nacimiento de mis abuelos. ¡Increíble todo lo que vivimos en esos tres días!”
Belleza, café, gritos, “dolce vita” y prejuicios: “Los italianos prefieren inmigrantes argentinos porque conocen la historia”Matera amaneció hermosa. La ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, encandiló al matrimonio, capaz de respirar cultura en cada rincón. Pronto descubrieron que los paisajes encantadores de la región parecían no tener fin, entre las callejuelas y la arquitectura medieval, las playas cercanas y la vegetación exuberante.
Para el matrimonio, caminar a cualquier hora sin los temores habituales fue extraño, al igual que notar cómo la gente extraía dinero de los cajeros totalmente abiertos y ubicados en las calles. Nadie parecía vivir con miedo al robo, aunque pronto escucharon historias de lugares peligrosos, como algunas zonas de Bari, donde la mafia domina ciertos sectores.
Las personas, por otro lado, se presentaron impactante por motivos peculiares. En su nueva comunidad todos parecían ser demasiado intensos, con sus gestos efusivos, su actitud desconfiada y sus gritos constantes: “Pero eso sí, en todo momento absolutamente graciosos”, señala Patricio. “Que estén a la defensiva, griten o gesticulen desmedidamente no siempre es señal de enojo, simplemente son sus formas de comunicarse, muy característico de los italianos del sur, muy emparentados con los griegos”.
“Es muy llamativo verlos en las barras de los bares tomar su café cortito e intenso (lo llaman espressino) varias veces al día, como un ritual que les permite recargar energía para continuar con su rutina. El café en el país de los apeninos es `cosa seria´”, continúa. “Otra cuestión que nos llamó la atención y que tiene que ver con su estilo de vivir la `dolce vita´ es su forma de vestir. Sea la estación del año que sea, ellos lucen muy elegantes y con mucho perfume”, afirma Patricio, quien es licenciado en Relaciones Laborales, y está recibido en Psicología Social.
“Los argentinos tenemos muchas cosas de los `tanos´, pero quizá seamos una sociedad un poco más abierta al mundo y considerablemente más permeables al intercambio cultural. En Matera, desde nuestra óptica, la gente es bastante prejuiciosa con los inmigrantes. Aunque debemos decir que, una vez que entran en confianza, los materanos suelen ser agradables”.
“La inmigración en Italia es un tema de debate, hay posiciones encontradas. Pero la realidad es que hay un motor productivo que, sin la mano de obra extranjera, difícilmente subsista. Frente a esta realidad, los italianos prefieren inmigrantes argentinos porque conocen la historia, y la mayoría te cuenta que algún tío, abuelo o primo emigró a la Argentina en tiempos de guerra, buscando una vida mejor".
“Italia es una sociedad envejecida, entonces buscan cubrir puestos y generalmente lo hacen con los jóvenes extranjeros”, continúa Patricio, quien halló empleo con relativa rapidez. “A nivel empresas hay un poco menos de oferta, y es importante contar con ciudadanía y poseer un buen manejo del idioma para ser contratado. Lo cierto es que oportunidades hay con o sin ciudadanía, pero también hay muchos oportunistas que, sabiendo la necesidad de los inmigrantes, los contratan para pagarles menos de lo que debieran y bajo condiciones laborales muy inferiores. Hay mucha `avivada´ también. Aunque muchas cosas funcionen bien no debemos idealizar ni romantizar la vida en Europa. Dicho esto, las oportunidades varían de ciudad en ciudad. Algunos sostienen que las mejores oportunidades están al norte de Italia, en ciudades como Milán o Bolonia, con mayor desarrollo industrial”.
El regreso: “Hay mucha gente que no tiene opción, hacen duelos a la distancia”Sus sensaciones al volver fueron encontradas, pero lo que predominó en ellos fue la gratitud, en definitiva, en el fondo siempre supieron que iban a regresar, en especial, porque no habían escapado de Argentina, sino que se habían ido para vivir la experiencia del inmigrante.
El regreso fue por la familia. Para Patricio y Silvina, había algo que en la distancia prolongada se había vuelto innegable: la importancia de los lazos, los vínculos, sobre todo con sus padres, ya grandes y que necesitaban de su colaboración.
“No existe el `me tomo un micro y en un par de horas llego´. De hecho, uno de los padres de nuestros vecinos argentinos en Italia tuvo un ACV y quedó internado. Hay mucha gente que no tiene opción, hacen duelos a la distancia, ya que no tienen forma de regresar. Incluso abuelos y padres que sienten que van a morir solos”, sostiene Patricio, quien a raíz de su experiencia y como psicólogo social está trabajando en su proyecto Metanoia viajes, que combina historias de desarraigo, choque cultural, teoría de la identidad, teoría de los vínculos y otros fenómenos sociales que emergen en todo proceso migratorio.
Aprendizajes de la propia identidad: “Tal vez en unos años nuestro país se convierta nuevamente en un faro de esperanza para aquellos que buscan un mejor destino”(...) ¿Es posible construir nuevos relatos que nos impulsen a ser mejores? Sí, estamos convencidos de que se puede. ¿Pero qué nos falta para hacerlo? Definitivamente comenzar por abandonar las interpretaciones de lo que fuimos, para comenzar a construir ficciones sobre lo que podemos ser. Construir nuevos mitos sobre nuestra argentinidad. Pero esta esta vez, reemplazando nuestra viveza criolla y conflictiva por naturaleza, por ética, compromiso y sentimiento hacia nuestra tierra... (Fragmento escrito por Patricio Pannunzio Trotelli en enero de 2023)
Para Patricio, la experiencia de Italia quedó atrás, pero los aprendizajes siguen presentes. Varios días pasaron desde que la película Homo Argentum le provocó aquella sensación extraña. Hoy más que nunca comprende por qué se fue y por qué considera vital que todo ser humano - en la medida de sus posibilidades - salga a ver el mundo: verse a través de otros espejos invita a la mejora, pero también a la apreciación de lo propio.
“Sin embargo, en relación a un volver a empezar definitivo, no es sencillo. Ser inmigrante incluye entre otras cosas, una predisposición y una aceptación hacia lo desconocido que en la previa pocos imaginamos. Debemos hablar de un rol necesariamente activo para quien pretende insertarse en una nueva cultura. Cuando migramos no perdemos una sola cosa, perdemos varias. No es una experiencia liviana… no es un viaje más, es mucho más que eso. Nos exige estar lucidos, activos, lidiar con las frustraciones, tener cambios de ánimo, extrañar y disfrutar. Todo eso junto y a la vez. Por eso sostengo, quien aspira a dar el salto deberá tener en cuenta el maremoto de emociones y sensaciones que, por su contraste, ninguna otra experiencia le proporcionará“, reflexiona.
“En lo personal estoy orgulloso del camino recorrido. De haber vivido la experiencia en primera persona, y de poder ayudar a otros a transitarlo de la mejor manera. Luego de viajar tanto y ver otras realidades, podemos comprender lo importante que es forjar una identidad y un sentido de pertenencia. Seas de donde seas y vivas donde vivas. El mundo nos une…”.
“A la Argentina aprendimos a quererla mucho más estando a la distancia, y sobre todo, a entender por qué nos pasa lo que nos pasa a los argentinos. Pese al momento que vive la nación, sabemos que hay mucho potencial humano para salir adelante y que tal vez en unos años más nuestro país se convierta nuevamente en un faro de esperanza para todos aquellos que buscan un mejor destino”, concluye.