Con un discurso en varios actos, y en el que abundaron los giros humorísticos, las revelaciones personales y las reflexiones sobre el poder de las palabras dentro y fuera de la escena teatral, el dramaturgo, director y actor Rafael Spregelburd hizo esta tarde su entrada oficial en la Academia Argentina de Letras (AAL), en el Palacio Errázuriz. El pleno de la AAL y la escritora y cantante Isol, pareja de Spregelburd, y sus dos hijos Antón y Frida participaron de la ceremonia.
Spregelburd ocupa el sillón número 20 “José María Paz” de la entidad. “Me gusta pensar que él también llegó a ese sillón haciendo un poco de trampa. Aún hoy me resisto a definir a Paz como escritor, sobre todo cuando ni Borges, ni Bioy, ni Cortázar tienen nombre de sillón”, estimó. Para ilustrar sus conceptos, se explayó sobre su profesora de stretching, la muerte de su longeva gata Belinda, Sergio Raimondi y Slavoj Žižek, su hijo, el esperanto y algunas de las obras teatrales de su autoría. La lectura del discurso (“editado” por el autor) demandó más de una hora.
“El texto teatral suele bullir de malentendido, de equívoco, de subjetividad, de efectismo, todos ingredientes de una función diferente a la de la comunicación: la de señalar hacia la fuerza ausente. Un abismo detrás de las palabras, detrás de lo decible”, dijo Spregelburd, que atribuyó una “dimensión fractal” a las palabras. “Siempre es posible encontrar entre una palabra y otra un nuevo matiz que nos obligue a inventar un término nuevo”, sostuvo.
Las palabras de recepción fueron dichas por el presidente de la AAL, Rafael Oteriño. “Rafael Spregelburd es un hombre de letras, pero, como en el caso de la mayoría de los nombrados, su figura de intelectual se ve desbordada hacia otros órdenes del talento y, en lo más propio, enriquecida por una personalidad múltiple. Es, podemos decir, un ‘hombre de muchas vidas’, como a él le gusta definirse”, dijo.
La presentación estuvo a cargo del académico Jorge Dubatti, uno los impulsores del ingreso del autor de La estupidez y Spam a la Academia.
“Considero un gran acontecimiento su incorporación a la AAL, para la cultura argentina, para la historia de la institución y para la escena iberoamericana en su conjunto, de la que Spregelburd es considerado una figura cumbre -consideró Dubatti-. Spregelburd es sinónimo de teatro y artes del espectáculo. Un teatrista, en el sentido más completo del término: artista de teatro uno y múltiple, a la par dramaturgo, director, actor, traductor. Además, actor de cine y televisión”.
Dubatti recordó que Spregelburd era un “filósofo de la praxis escénica”, como autor de ensayos sobre teatro y arte y columnas periodísticas (por algunas de las cuales el nuevo académico, según contó, se halla en un litigio judicial con Perfil). Tiene varios libros publicados.
“La virtualidad del teatro se parece más a la de la vida que a la de las palabras. El teatro –ya quedó claro luego de años de teoría posdramática- no es un acto completamente lingüístico; afortunadamente está contaminado de otras disciplinas, como la música y la plástica, y en el teatro la palabra escrita tiene la habilidad –si no la obligación- de denotar muchas veces lo contrario de lo que dice”, inició Spregelburd, que actualmente protagoniza la comedia Tirria en el Metropolitan con Diego Capusotto y Andrea Politti (donde interpreta a un distinguido patriarca de la burguesía).
Habló sobre la cualidad deíctica de la palabra teatral. “Cuando se dice ‘aquí’ en teatro, ¿qué significa exactamente esa palabra? Porque cualquier actor, incluso uno de una torpeza como la mía, puede mostrar que ‘aquí’ es el supuesto lugar de ficción en el que está su personaje y también el lugar real sobre el escenario, o en la sala, o incluso de frente a unos espectadores que lo miran. ‘Aquí’ es una bomba de hidrógeno que entra en una reacción en cadena y comienza a abarcar todo el espacio que el gesto quiera señalar”, razonó.
“Hoy hay una saturación inédita de palabras, pero sabemos que el noventa y nueve por ciento de las atrocidades que con ellas son escritas en redes sociales seguramente no se pronunciarían si sus emisores estuvieran mirando a los ojos a sus receptores -estimó-. Además de la deíctica, esta segunda condición, la de responsabilidad, es la que me gustaría señalar como puntales de la frágil, etérea arquitectura que se monta y se desmonta cada vez que asistimos a una pieza teatral. Soy responsable porque además de decir estas palabras debo poner mi cuerpo detrás de ellas, y cuando las palabras se hayan consumido en las vibraciones del aire, mi cuerpo quedará para defenderlas, para sostenerlas, o en el peor de los casos, como testimonio estatuario y postrero de algo dicho y sepultado”.
Tras interpretar a los personajes de La terquedad para ilustrar los significados que puede portar la palabra “libertad”, se refirió a su producción literaria. “Es posible que mi teatro no hable ni haya hablado jamás de otra cosa, y me disculpo: la única tragedia que represento en mis comedias es que resulta imposible comunicarnos eficazmente con palabras y al mismo tiempo es imposible que dejemos de intentarlo, dado que no nos ha sido entregada otra cosa mejor. Todos mis personajes son víctimas de esa neurosis, de esa insatisfacción”.
Hacia el final del discurso, sentó las bases de una poética spregelburdiana: “Inventar una lengua y crear una obra son para mí dos cosas muy parecidas. Cada creación artística, una obra de teatro, por ejemplo, que no busca comunicar nada sino traer a la vida un lenguaje, un cuerpo de reglas y excepciones que son aprendidas mientras la obra se desenvuelve ante un espectador, funciona como una lengua artificial”. El discurso completo se publicará en el Boletín de la AAL.
Estuvieron presentes en el acto, además de los mencionados, actores y actrices de los espectáculos de Spregelburd, la investigadora y traductora estadounidense Jean Graham-Jones y los académicos Santiago Kovadloff, Antonio Requeni, Alicia María Zorrilla, Pablo Cavallero, Santiago Sylvester, Jorge Fernández Díaz, Pablo De Santis, Hilda Albano, Javier González, Eduardo Álvarez Tuñón, Leonor Acuña, Oscar Conde, Alejandro Parini, Sofía Carrizo Rueda, Esther Cross, Andreína Adelstein, Ángela Pradelli y Hugo Beccacece.