El lado B de Esperando la carroza: peleas, diferencias artísticas y el proyecto de una nueva película

El fenómeno de Esperando la carroza es inagotable. No se explica muy bien por qué, pero a cuarenta años de su estreno todavía repercute en la memoria emotiva de, por lo menos, dos generaciones que repiten sus diálogos como un mantra, o cambian mal humor por sonrisa al primer compás del “Barrilito de cerveza” de Feliciano Brunelli.

Pero como todo ícono cultural que se precie, Esperando la carroza tiene un lado B, una historia secreta y por momentos oscura, que precedió y también continuó a la película de 1985 dirigida por Alejandro Doria. Situaciones de enfrentamientos, de egos y diferencias artísticas de las que no se salvó nadie. Ni los creadores del mito, ni sus hacedores.

Se sabe que la idea nació como una pieza teatral, que el rumano nacionalizado uruguayo Jacobo Langsner escribió a comienzos de la década del 60. La inspiración, de acuerdo con el autor, surgió de una información breve ocurrida en Italia, “decía que unos hermanos se habían peleado todo el día por el cadáver de la madre, que cada uno quería velar en su casa, y ante el menor descuido el otro se robaba el ataúd y se lo llevaba a la suya. Cuando terminé de escribirla, se la di a un director argentino, muy amigo mío, para que la leyera y me la devolvió con un consejo: ‘Quemala’. Para la época era un teatro repulsivo: por primera vez se trataba a la familia de esa manera. Un crítico uruguayo dijo que yo no había sido educado en el seno de una familia cristiana, como si los judíos matáramos a nuestros padres. Después de aquellas críticas horrendas, empecé a odiar a la obra”. La obra se estrenó en Montevideo, y tuvo un digno camino a pesar de las reticencias de su autor.

Pasó más de una década y Alejandro Doria -que ya había trabajado con Langsner en el pasado-, buscaba guiones para incluir en su ciclo de canal 9 Alta comedia. Entonces un día llamó a Langsner: “Inda Ledesma leyó la pieza y al otro día me llamó Doria y me dijo: ‘Adaptame la obra para mañana’. Así nomás. Yo le contesté: ‘No sabés el escándalo que fue esa pieza, no quiero saber más nada con ella‘. Pero él insistió y me quedé toda la noche cortando y copiando. La estrenamos y fue un suceso, ahí me reconcilié con la obra”.

Esperando la carroza se emitió el 24 de agosto de 1974. En aquel primer elenco ya estaba China Zorrilla como Elvira, junto a Dora Baret, Raúl Rossi, Pepe Soriano, Lita Soriano, Alberto Argibay, María de los Ángeles Medrano, Pablo Alarcón y la inolvidable Hedy Crilla: la primera Mamá Cora nacional.

Luego, la historia llegó al teatro porteño con dirección de Villanueva Cosse. Y así se mantuvo, volando bajo, por otra década. Hasta que luego del éxito de Darse cuenta, a Alejandro Doria se le ocurrió que podía ser una buena idea reflotarla en versión cinematográfica. Se volvió a reunir con Jacobo Langsner, y juntos le dieron una nueva vida. Que en un principio les dio más tristezas que alegrías.

El “fracaso” que fue leyenda

Aunque parezca increíble, Esperando la carroza comenzó como un proyecto destinado al fracaso, alguno hasta podrían decirle “maldito”, considerando que ni el autor la quería. Y la película tampoco vino a cambiar las cosas, al menos al principio.

Del rodaje de Esperando… está casi todo dicho y más en las últimas semanas, cuando se reavivó la fiebre por sus anécdotas, sus frases, sus curiosidades (como que Niní Marshall pudo ser Mamá Cora, en lugar de Antonio Gasalla), pero no se habló tanto sobre la fría recepción que tuvo en el medio. Además de las críticas negativas -en las que se condenaban los gritos, y la “sobreactuación”-, los distribuidores tampoco se mostraron muy entusiasmados con el resultado, al punto de que quisieron bajarla de cartel a la semana, y tuvo que reunirse con ellos Alejandro Doria en persona para tratar de evitarlo. Al mismo tiempo, Gasalla volvía a sufrir las horas de maquillaje para promocionar el film en el escenario de Badía y Cía como Mamá Cora. El plan, que había sido disfrutar del suceso, se convirtió en el plan para salvarla del ostracismo.

El verdadero éxito de Esperando la carroza (la película) comenzó con su lanzamiento en VHS, y su primera emisión en televisión, en agosto de 1987. Sin embargo, ni siquiera ahí tuvo paz. Porque luego de aquella primera vez, un furioso Alejandro Doria se descargaba en un diario nacional: “El sábado 1º de agosto a las 22, ATC puso en pantalla mi película Esperando la carroza. Quien haya cronometrado los tiempos artísticos de la emisión sabrá, como yo, que el film duró algo menos de 86 minutos, siendo su duración real de algo más de 93. ¿Hubo cortes por casi ocho minutos? No. Simplemente, se transmitió una versión acelerada de la película (26 cuadros por segundo, en lugar de 24), que no se evidenciaba demasiado en la imagen, salvo para los entendidos, pero sí se notaba y mucho en el sonido. Lo demostraron las voces más agudas de actores y actrices, la música y algunos parlamentos, que de por sí son rápidos, resultaron casi incomprensibles”.

ATC también sería el caldo de cultivo de otro episodio de bronca y frustración relacionado con Esperando la carroza, que tendría como protagonista a Antonio Gasalla y que coincidiría con su partida del canal estatal. Faltaban solamente seis años.

La serie que no le gustó a nadie

Primero con El mundo de Antonio Gasalla (entre 1988 y 1990) y después con El palacio de la risa (1992-1993), el actor se había transformado en referente del humor inteligente y provocador en la televisión estatal de los años 90. Ambos ciclos se emitieron por ATC, obteniendo números que podían pulsear tranquilamente con el resto. Ese envión fue el que lo llevó a pensar en una continuación de Esperando la carroza en formato serie, de la que él sería protagonista, director y productor general. Dieciséis capítulos cuya historia comenzaría tres años después de los acontecimientos vistos en la película.

La materia prima era nuevamente de Jacobo Langsner: una obra en dos actos titulada Barbacoa, que había escrito en 1981, durante su exilio en España. El problema fue que en el original, Mamá Cora llevaba seis meses muerta. Así que el primer escollo que sufrió el proyecto fue la necesidad de resucitarla.

Durante la producción, Langsner explicaba los detalles de la serie: “Mientras el personaje de Antonio acrecentó su capital, gracias a sus actividades ilegales, los otros se han empobrecido, creándose entre ellos cuatro clases sociales. Antonio se codea con políticos, veranea junto a su esposa Nora en Punta del Este y comienza una carrera acelerada para ser diputado. En el medio, una periodista de televisión (a cargo de Mercedes Morán) ingresa en la familia y en tren de destruir la vida del futuro candidato, ya que conoce cada uno de sus pasos, se interesa en Mamá Cora, confiada en que ella puede ser una inagotable fuente informativa”.

Gasalla se había empecinado en que el programa tenía que tener una “estética cinematográfica” y ser filmado íntegramente en exteriores, en pos de esa visión se alquilaron tres casas, dos en Núñez y una en Villa Urquiza. Explicaba el artista: “Nada es un decorado. Eso es bárbaro porque le da una verdad muy grande a la historia. Para nosotros, que actuamos, cerrar una puerta de verdad o que realmente salga agua de las canillas, algo que en un estudio es muy difícil de conseguir, le aporta mucho. Si el público no se cree el humor no podemos hacer nada. En situaciones muy disparatadas, la clave es que tengan verdad”.

La reunión del elenco

Lo siguiente fue reunir a los que pudieran (o quisieran) del elenco original. Volvieron Mónica Villa y Lidia Catalano; mientras que Jorge Carnaghi reemplazó a Julio de Grazia (fallecido en 1989), Tina Serrano a China Zorrilla, Gabriela Acher a Betiana Blum, Alberto Clementín a Luis Brandoni, y Salo Pasik a Juan Manuel Tenuta.

El programa se emitió los jueves a las 21, a partir de agosto de 1993, y nuevamente la crítica fue impiadosa, pero esta vez ni siquiera el público acompañó. No gustó ni la historia, ni la puesta, ni los aspectos técnicos. La continuación de “la carroza” hizo agua por todos lados.

De los 16 capítulos anunciados, la serie de Esperando la carroza se redujo a diez, y el 4 de noviembre de 1993 fue levantada. Un mes después, y aunque siempre negó que hubiera una relación, se anunció que Antonio Gasalla dejaba la emisora para irse a Canal 13. “No creo que haya sido un fracaso -se justificaba el actor con respecto al proyecto-, fue un ciclo con mucha dignidad, artísticamente bien logrado, pero no culminó, como pasa a veces en la televisión. A mí me queda la experiencia positiva de haberlo producido, dirigido y protagonizado”.

Puertas adentro, la historia era otra: se decía que el verdadero motivo de que se hubiera malogrado el producto fue la pelea entre Gasalla y Jacobo Langsner. El círculo íntimo del actor decía que odiaba que el escritor no adecuara los libretos al ritmo que exigía la televisión. En la vereda de enfrente aseguraban que Langsner estaba harto de que el cómico usufructuara su creación.

Algo de esto deja entrever en una entrevista que le dio a LA NACIÓN en enero de 2000: “Mamá Cora solo tiene 15 minutos en la película, que duraba 95, pero la gente se quedó con la idea de que es una película de Gasalla. A mí lo que más me interesa de Esperando la carroza no es la vieja, me interesan esas tres mujeres que se quieren sacar el bulto de encima”.

Hace pocos días, en una entrevista en Radio Rivadavia Mónica Villa confirmó esta versión: “Trabajamos muy bien con Antonio, pero hubo problemas de convivencia entre Antonio y Jacobo. Igualmente era interesante lo que proponía Antonio, pero fue una pena que se pelearan con Jacobo”.

En 2009 se estrenó Esperando la carroza 2, con gran parte de su elenco original (volvieron Luis Brandoni, Juan Manuel Tenuta, Betiana Blum, Lidia Catalano, Mónica Villa y Andrea Tenuta), y un guion otra vez basado en el texto Barbacoa. Nuevamente el público le dio la espalda, y con razón. Dirigida por Gabriel Condron, la propuesta estaba a años luz de su predecesora, a tal punto de que no le gustó ni al elenco. Mientras Mónica Villa consideró que se había hecho “con fines mercantilistas”, en una entrevista con El Presto, Brandoni fue todavía más allá: “Fue un error gravísimo. Se la dieron a un muchacho que no tenía ninguna experiencia como director. El elenco tampoco era el mismo, fue muy caótica. No la volvería a hacer”.

La primera Esperando la carroza es un film de culto, la segunda un punto negro en la historia de la saga, pero ¿puede haber una tercera? Fue el sueño inconcluso de Jacobo Langsner (que falleció en 2020), y así se lo contaba a LA NACION: “No solo existe la posibilidad de hacer otra, sino que ya tengo escrito el guion. Se titula Seguimos esperando la carroza”. Según trascendió, la trama seguía a Antonio en el camino de convertirse presidente de la nación, plan frustrado por Mamá Cora y Matilde. Solo falta la decisión de los herederos para que la maquinaria se ponga en marcha una vez más.

Claro que aquí es donde surge la pregunta inevitable: ¿es necesario? Acontecimientos como el reestreno de Esperando la carroza o su presencia en plataformas permiten conectar con los sentimientos del pasado mediante un click de control remoto. No se necesita más, y muy en el fondo de nuestro corazón lo sabemos.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/cine/el-lado-b-de-esperando-la-carroza-peleas-diferencias-artisticas-y-el-proyecto-de-una-nueva-pelicula-nid10052025/

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