Kicillof siente que fue “plebiscitado”, da un paso al frente en la interna peronista y hace planes para 2027

“En esta elección se plebiscitó mi gestión”. La frase resuena en las oficinas porteñas del Banco Provincia, donde Axel Kicillof hace una parada técnica para completar un par de reuniones, entre un acto en San Martín y su destino final de la jornada en La Plata. En la intimidad, al hombre que acaba de ser validado en las urnas se lo nota satisfecho, pero no relajado. Sus interlocutores se van con la idea de que su proyecto político va en serio, y que buscará romper la maldición de los gobernadores que no llegan a la Presidencia.

Kicillof analiza que el resultado electoral en la provincia de Buenos Aires tiene varios significados y ubica como el principal que “se le puso un freno” al presidente Javier Milei. En la semana posterior al día que lo elevó a la vidriera política nacional, LA NACION pudo reconstruir el pensamiento que el gobernador expresó a distintos dirigentes, funcionarios y allegados, que no dudan en ponerlo en la grilla de los aspirantes a la Casa Rosada hacia 2027.

“Fue una campaña donde se discutió cómo el programa de Milei destruía a mi provincia. Y lo que pasó es que mis votantes me votaron, pero los de Milei lo abandonaron”, repite como un mantra. Para el gobernador ya no quedan dudas de que se consolidó como una entidad política propia, más allá de los límites del kirchnerismo de paladar negro. “Es cierto que me puso Cristina, pero también los puso a (Amado) Boudou y (Hernán) Lorenzino”, suelta al pasar en una de las reuniones a puertas cerradas.

La diferencia es evidente: Boudou pulula en el ostracismo y de Lorenzino no se supo más nada, salvo que se quería ir. Pero Kicillof se quedó y ahora le puso el cuerpo a una campaña provincial que lo tuvo como protagonista.

A tal punto, que entre el 22 de julio y el 4 de septiembre totalizó 55 salidas al territorio, con una mezcla de actos proselitistas y de gestión. Y pese a la victoria electoral viajó a Ranchos y Pila, una de las pocas regiones en las que el peronismo perdió.

Eso revela su confianza en que la gestión puede revertir la inclinación natural de un sector del electorado -como el ligado al ruralismo- a darle la espalda al PJ. Kicillof enumera las políticas que implementa desde 2019 para el interior bonaerense: habla de la apertura de casas de la provincia y de centros universitarios, de la instalación de frigoríficos municipales y de emprendimientos para ensachetar la leche, en una combinación de acción pública y privada.

Tiene una concepción diametralmente opuesta a la de Milei. Sus colaboradores más cercanos aún recuerdan cuando en un acto en General Madariaga, donde se estaba inaugurando un hipermercado con una inversión de dos millones de dólares, el gobernador tomó el micrófono para felicitar a los empresarios, pero enseguida les hizo notar que la ruta para llegar al lugar había demandado una inversión pública de 80 millones de dólares. Por eso, para Kicillof, el retiro del Estado que ensaya el gobierno nacional libertario en áreas sensibles convierten al Presidente y su Gabinete en “irresponsables”.

Embebido en las mieles del triunfo electoral, Kicillof enfrenta no obstante una situación que define como de crisis en la provincia. Habla con estadísticas a tiro de su celular, del que extrae gráficos, de esos que son amados por los economistas. Admite su “obsesión” con los números. Dice que en los últimos dos años el sistema público de salud recibe una afluencia un 30% mayor a la histórica porque las familias tuvieron que salir de las prepagas o perdieron sus obras sociales; que hay “cierres de empresas todos los días” y que los intendentes tienen “muchos más pedidos de trabajo”.

En ese punto extiende los cuestionamientos hacia el ministro de Economía, Luis Caputo. Sostiene que el plan oficial “no tiene nada de libertario ni de austríaco”, sino que es “ortodoxo”, y que es el mismo que ya aplicó con poca suerte durante el gobierno de Mauricio Macri. Y a sus interlocutores les hace notar un punto: “¡Pasó de hablar del riesgo kuka, a decir que el resultado de las elecciones no importa; una cosa o la otra!“, enfatiza, con tono irónico.

Tal vez ofendido con que tanto el Presidente como sus ministros lo hayan calificado de inútil en reiteradas ocasiones, Kicillof devuelve gentilezas: “Es un gobierno de inútiles todo servicio”, lo escucharon decir en la última semana. “Esto se está acelerando, necesito que se pongan a laburar”, brama. Pero aclara, a sabiendas de que algunos “compañeros” del PJ ya empezaron a acicatear con una convocatoria a la Asamblea Legislativa: “No estoy en el golpe”.

Axel conducción

Kicillof navega entre dos aguas. Con ojo escruta al gobierno nacional, pero con el otro atisba las trapisondas internas del peronismo. Sabe que, sobre todo Máximo Kirchner y La Cámpora, no están muy contentos por el amplio triunfo electoral. En el bunker de Fuerza Patria atronó el cántico “es para Axel, la conducción”, y el mensaje llegó directo a San José 1111, donde minutos antes bailaba Cristina en el balcón. Pese a los resquemores, el gobernador dice que entiende al camporismo: “Están con una estrategia de supervivencia, tal vez yo haría lo mismo en su lugar”, deslizó a uno de los intendentes de su sector.

Los intendentes le venían pidiendo hace rato que diera un paso al frente. Y no los pudo defraudar, porque ya los había embarcado en el Movimiento Derecho al Futuro (MDF), la agrupación con la que proyecta traspasar la frontera de la provincia de Buenos Aires para construir un proyecto nacional. “Vengo recorriendo un camino”, sostiene Kicillof, para evitar cualquier comparación con Alberto Fernández, un presidente que llegó a la Casa Rosada sin poder propio. “Yo soy el jefe de mi gobierno”, abunda, como para despejar dudas.

Pero Kicillof tiene una relación oscilante con el kirchnerismo. Pese al diálogo interrumpido con Cristina Kirchner, mantiene en su gabinete a cuatro ministros camporistas y asegura que no los piensa echar, en tanto y en cuanto le “hagan caso” en los asuntos de gestión. Otro escenario se abriría si esos funcionarios un día le dicen que se van del gobierno porque la expresidenta armará una agrupación propia a nivel nacional para competir -por medio de dirigentes como Juan Grabois- contra él por la máxima candidatura peronista.

Entre los planes inmediatos de Kicillof, hay dos casilleros abiertos: participar de la campaña nacional hacia las elecciones del 26 de octubre en la provincia, aunque aclara que no estuvo a su cargo el “diseño de la lista” que lleva a Jorge Taiana a la cabeza; y procurar “lo antes posible” que la Legislatura le vote una ley corta de endeudamiento para poder salvar el bache presupuestario de entre el 20% y el 30% anual que deja el retiro de fondos nacionales. Paradójicamente, para eso necesitará del visto bueno de sus propios “compañeros”.

En el mediano y largo plazo, en tanto, Kicillof vislumbra una reformulación profunda del PJ como fuerza política. El criterio del gobernador, que escuchan quienes lo trataron en los últimos días, es que “el peronismo es, más que nada, gestión”. No lo dice abiertamente, pero considera que por eso Alberto Fernández ni siquiera pudo ser candidato a la reelección y él, en cambio, sigue sentado en el sillón de Dardo Rocha. “Voy a participar de la reconstrucción, pero es una tarea que me supera”, aclara ante los desprevenidos.

De todos modos, fueron varios los dirigentes que le escucharon esta frase, que interpretaron como un guiño de lanzamiento hacia 2027: “No sé qué que me depara el destino, pero como dijo el General, ´yo no haré mucho, todo lo harán mis enemigos´”. La pronuncia imitando, con una sonrisa, la voz final de Perón. Y descuenta que, así como va, Milei le terminará abriendo al peronismo las puertas del regreso al poder.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/kicillof-siente-que-fue-plebiscitado-da-un-paso-al-frente-en-la-interna-peronista-y-hace-planes-para-nid13092025/

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