Hay sitios a los que asistimos varias veces al año, también personas a las que frecuentamos con cordialidad pero no sabemos más allá de ellas. Esos casos donde solo algunos pocos logran traspasar el escritorio que los separa y se abren a la búsqueda de una historia nueva. A los 26 años, Cristian tuvo que empezar un tratamiento por un melanoma en su piel. El tratamiento trajo la curación del cuerpo, ¿sería también una oportunidad para curar el corazón?
Una abuela celestinaEn cuanto a temas del corazón, Cristian venía de una relación de una año y medio que no prosperó y que lo dejó cabizbajo y triste. Pero, más allá de ese dolor, no podía descuidar su salud, y así con muchas o pocas fuerzas, asistía a todas sus citas médicas para tratar su melanoma en el Hospital Británico de Vicente López. Sin embargo, fue su abuelo, una figura conocida en el Hospital Británico Central, quien le sugirió realizar la última parte de la intervención en ese lugar, aunque le quedara más lejos de su casa. A esa altura, ninguno de los dos sabía el peso que tendría ese consejo, ni cómo le cambiaría la vida para siempre.
Era la parte final del tratamiento y consistía en una cirugía con un nuevo equipo médico. Y una nueva secretaria: Natalia, quien por aquel entonces tenía 25 años.
En paralelo, María del Carmen, la querida abuela de Cristian, tenía algo similar en su cuerpo y se atendía con el mismo equipo médico en aquel hospital. Como toda abuela que conoce a su nieto y tiene buen ojo -y experiencia- para los asuntos del corazón, vio en Natalia un posible amor para su nieto. ¿Sería la indicada? Una movilizadora pregunta para oficiar de celestina.
“Qué linda su secretaria”A María del Carmen le agradaba la secretaría de su doctor, cuando iba charlaban un rato, y siempre le llevaba medialunas recién horneadas. La abuela encantada charlaba con ella y de a poco empezó a tejer las redes del amor: primero habló con su médico, le contó que ella era la abuela de Cristian, “Que linda su secretaria, mi nieto está soltero”, no dudó en decir y contó acerca de las bondades de su nieto.
El médico le aseguró que Natalia también estaba soltera, que a ella la presencia de Cristian le agradaba. Todo indicaba que podría formarse una pareja y la abuela enseguida se lo contó a Cristian.
Lo cierto es que cada vez que Cristian asistía por algún estudio o intervención le gustaba charlar un rato con Natalia y ella también disfrutaba del momento de la recepción de aquel paciente que era distinto a todos los demás.
Con la información de su abuela, la celestina de esta historia de amor, Cristian tomó el valor que necesitaba para dar un paso más allá de la relación secretaria - paciente.
“Se te va a extrañar”El tratamiento llegó a su fin, Cristian fue a su última visita al consultorio para que le sacaran un drenaje y la revisión de puntos, sabía que no iba a volver y parece que Cupido también porque se las ingenió para que en aquel último saludo no hubiera ningún otro paciente en la sala de espera.
Natalia no tardó en abrir su corazón y ser sincera: “Se te va a extrañar acá en el servicio”, le dijo.
“Querés darme tu teléfono y algún día salir a charlar o tomar algo.”; le retrucó él
Todavía no había llegado la era del celular, Natalia aceptó y le dio su teléfono fijo.
Cristian estuvo durante una semana llamando, sin cansancio, al número que le había dado pero nadie atendió. Pensó entonces en llamarla directo al hospital, pero le informaron que no era el momento del turno laboral de Natalia, debía esperar un día más para lograr, finalmente, dar con ella. Para su alegría Natalia aceptó su invitación y le dio su dirección.
Perdido por la ciudadSi Natalia era una mujer que valía la pena seguir conociendo como para llamar incesantemente hasta dar con ella, también lo era para perderse, en un lluvioso 8 de diciembre de 2006, por las calles de Capital, rumbo al barrio de Versalles. Con la “guía Filcar”, aquel libro que era el waze manual de la época, se fue perdiendo en calles que se cortaban por una plaza, caminos confusos, y se convirtió en un viaje que duró más de lo esperado, pero llegó a encontrarla.
Fueron al río de Vicente López a tomar algo y la conversación fluyó, sin inconvenientes y se transformó en una charla muy divertida: “Conectamos muy bien, desde el principio con mucha química, ya nos conocíamos porque habíamos charlado varias veces en el hospital”, recuerda Cristian. Esa misma noche, por iniciativa propia y aceptación de parte de ella, sellaron un nuevo paso en su relación con un beso. A los cuatro meses decidieron alquilar un departamento en Villa del Parque e irse a vivir juntos.
“Me confesó que no le gustaba”Pasaron su primer verano juntos saliendo todos los fines de semana y realizando viajes de corta distancia a la costa, Gualeguaychú y Córdoba. Cristian, como buen profesor de educación física, es amante del deporte aventura y de la vida al aire libre. Recuerda una vez que invitó a Natalia a tomar mate a Chascomús y dar la vuelta en bicicleta a la laguna. Fueron kilómetros y kilómetros de pedalear por tierra y respirar el polvo en un día de 32 grados. “Yo soy fan del aire, la naturaleza y el deporte de aventura. La llevé a un montón de lugares y después de unos años me confesó que no le gustaba, pobre, fuimos a todos lados en carpa”, se ríe Cristian al recordar. Es que a Natalia no le importaba tanto, porque ella también se había enamorado y cualquier aventura con él era una maravilla.
Un 31 de diciembre, luego de convivir un año y nueve meses, Cristian sintió que estaba listo para dar el siguiente paso en la relación y celebrar el amor que se tenían. Aprovechó la ocasión del festejo por el nuevo año que comenzaba. Se reunieron en la casa de la familia de Natalia, una familia numerosa que solía hacer grandes reuniones; entre hijos, nietos y familia política ascendían a más o menos 50 personas.
Aquella noche tenían un parlante con un micrófono para divertirse con el karaoke, Cristian, con la excusa de que le iba a dedicar una canción a Natalia, pidió el micrófono y la llamó. “Pedí la palabra en medio de la cena, yo tenía el anillo que había comprado y le propuse matrimonio ahí delante de todos. Ella aceptó y estalló una ovación por la emoción que generó en todos, es que es una familia muy divertida y graciosa”, recuerda Cristian.
Natalia y Cristian llevan 17 años casados, la abuela María del Carmen dijo unas palabras en la iglesia la noche del casamiento y siempre se llevó de maravillas con Natalia pero, lamentablemente, la celestina falleció: “Mi abuela estaba feliz, a ella Natalia le parecía una chica muy buena -y linda-, y no se equivocó”, concluye Cristian enamorado.
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