A veces las historias de amor -o desamor- llegan a nuestros oídos por la tangente, en el marco de alguna conversación -o discusión- que lejos parece estar de algún romance.
Soledad, la protagonista de este testimonio, en un comienzo permaneció al margen, sin emitir palabra acerca del intercambio de opiniones que cierto día le tocó presenciar. La charla giraba en torno a las brujas, adivinos, clarividentes y similares, `todos chantas´, decía A, `vos porque tenés la mente cerrada´, replicaba B, `no´, contraatacaba A: `colgarse de todo eso es justamente cerrar la mente, es tener miedo a la incertidumbre y aferrarse al deseo de siempre tener el control, no hacerse cargo de los propios actos y tener esa manía de querer buscar una explicación a todo, por no decir culpables”. Soledad, como si fuera un partido de tenis, no hacía más que mirar de un lado a otro, hasta que en un momento lanzó: “¡Yo odio a las brujas!”.
A y B la miraron extrañados y dijeron casi al unísono: `¿Tenés experiencia con alguna bruja?´ `¿Por qué, qué te pasó?´
`Una bruja me rompió el corazón´, contestó ella.
Los años de estudio y un chico encantador: “Escapadas a las sierras y mucho amor”Tras el desconcierto de su audiencia, Soledad aclaró que efectivamente hablaba de las mismas brujas de la discusión, esas que dicen ver el futuro con diversos métodos de adivinación. Y no, ella no se había enamorado de una bruja, el asunto iba por otro lado.
Todo comenzó hace muchos años, más precisamente en 1996, cuando cursaba Diseño Gráfico en Buenos Aires. Por esos tiempos conoció a Nicolás, un chico tres años más grande que estaba a punto de terminar su carrera. Ella lo había visto, ¿cómo no verlo? Era alto, con el pelo castaño claro semilargo, y un andar muy varonil, pero a la vez melancólico: “En los noventa con mis amigas moríamos por esos chicos al estilo grunge, alternativo, un poco rotos, pero muy varoniles, mi preferido, Shannon Hoon, bueno, Nico era esa onda”, recuerda Soledad.
Se sonrieron un par de veces hasta que cierto día se cruzaron en una fiesta universitaria. Nicolás se acercó y le regaló una flor silvestre que había cortado de una maceta, y ella no pudo más que enamorarse: “Esos días fueron de fiestas, helados, escapadas a las sierras cordobesas y las montañas, y mucho amor”, cuenta.
El idilio parecía perfecto. Los meses se transformaron en años y los años en planes: vivir juntos, tener una experiencia larga en Brasil, tener hijos y envejecer juntos.
Una bruja ingresa a la relación: “Yo también alguna que otra vez hice una consulta”Pero así de romántico como era Nicolás, así de celoso también era, algo que en un comienzo Soledad vivió sin demasiados sobresaltos y que naturalizó como una característica de quien tiende a vivir todo con demasiada intensidad.
Y otra característica de Nicolás, tal vez un tanto peculiar, era que cada tanto le gustaba consultar sobre su vida y su futuro con una bruja, un rasgo que ella consideró simpático y hasta intrigante, en definitiva, a Soledad también le gustaban las cosas relacionadas con la astrología, lo sobrenatural y los clarividentes: “Es más”, confiesa. “Yo también alguna que otra vez hice una consulta con esa bruja”.
Y así, en la vida cotidiana de Nicolás y Soledad, todo era felicidad intercalada con algunas peleas propias de sus celos, hasta que un asunto con la bruja oscureció todo el panorama y cambió el curso de la historia.
Un falso engaño, un dilema y lo insostenible: “¿En serio te dijo eso?”`Isabel me dijo que me engañaste y que me vas a dejar´, le dijo sin mediar otra palabra Nicolás a Soledad en una noche de invierno. ¿La bruja? Soledad no supo qué contestar, ante las escenas de celos había aprendido que cualquier batalla era una guerra perdida: si callaba, para su novio era que otorgaba, y si intentaba explicar que estaba confundido las emociones la sacudían, entonces para él era un ¿por qué tan nerviosa? Si no pasó nada estarías más tranquila.
Pero esta vez su mente quedó en blanco como nunca antes, lo que escuchaba le parecía por lo menos ridículo: “No solo yo no lo había engañado, sino que me dejó perpleja que se dejara llevar por una casi extraña, que apenas me conocía. ¡Tan la buena que se había hecho conmigo! y tiró ese bolazo”, rememora Soledad con evidente enojo. “Empecé a creer que a la bruja le gustaba Nicolás y quería separarnos o que estaba enojada con la vida, o algo así, como para inventar un hecho que sabía que podía crear fricción en la pareja”.
Ese día Soledad optó por reírse nerviosa, aunque por dentro se moría de rabia. `¿En serio te dijo eso? ¿Qué necesidad tiene de inventar? Supongo que no le habrás creído´, indagó a Nicolás. `Vos sabés perfectamente que la infidelidad va en contra de mis principios, que no la entiendo, si no te quiero más te lo digo antes de meterme en un problemón que nos lastima y que me lleva a hundirme en las mentiras´, agregó con firmeza, sin sospechar hasta qué punto las cosas se irían de las manos.
Nico le dijo que le creía, pero desde ese día nada fue lo mismo. Sus celos aumentaron, el control se acentuó y ante cada momento tenso lanzaba: `ya no puedo ni dormir bien, desde que la bruja me dijo que me engañaste no puedo dejar de pensar en eso´.
“Estoy contando la parte oscura de nuestro amor, que sé que es bastante densa, pero en ese tiempo, tan joven, estaba enamorada y veía todo lo lindo de él con fuerza”, explica Soledad. “Por otro lado, quedarme se había vuelto insostenible, pero irme y no luchar por nuestro amor era como darle la razón. A la distancia puede parecer incomprensible, pero cuando uno está adentro se vuelve compleja la mente y las situaciones”.
Una bruja con poder`Finalmente, con todo el dolor del mundo, me fui. La bruja con su invención de una videncia inexistente, provocó que él se sugestionara. No sé si existen clarividentes que la tienen muy clara y confiables, pero si sé lo que me pasó a mí, y por más que siempre me atrajo todo eso, desde entonces tengo cuidado: creo que con sus declaraciones pueden convencer a otros de realidades inexistentes y crear también por sugestión profecías autocumplidas´, explicó Soledad esa noche de la discusión entre A y B, quienes la miraron perplejos.
`Bueno, esta sí que resultó ser una verdadera bruja con poder´, dijo de pronto B.
`Y sí´, concedió Soledad. `Tanto poder que rompió mi relación´.
Lo que dijo A ya lo sabemos: `Ahí lo tienen, como sea, siempre sirven para tener a alguien a quién echarle la culpa, no hacerse cargo, e ignorar el problema de fondo de toda la cuestión´.
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