“¿Todavía tenés fe en las personas?”, le preguntan a Seong Gi-hun, más conocido como el participante 456 en uno de los últimos episodios de El juego del calamar, la serie de Corea del Sur que Netflix transformó en un inesperado fenómeno global. Después de dos temporadas de una historia intensa, atrapante y original, el ciclo se despide poniendo el foco en la incógnita de más arriba: tras ser testigo de lo que la avaricia y la desesperación desatada pueden provocar, al final de la rueda ¿quedará espacio para creer en la humanidad o hasta el persistente Gi-hun tendrá que admitir que todos sus esfuerzos y sufrimientos fueron en vano?
“Diría que la temporada tres gira en torno a una pregunta: en este mundo en el que todo parece empeorar en términos económicos, políticos y sociales, ¿tenemos lo que hace falta para proteger a la humanidad y para unirnos para crear un futuro mejor? Creo que el recorrido de Gi-hun hasta ahora fue impulsado por la búsqueda de esa respuesta que será la columna vertebral de toda la temporada", explicó a LA NACION Hwang Dong-hyuk, el creador, guionista y director de la serie hace unos días vía Zoom en plena campaña de promoción del programa en la que también participaron dos de sus estrellas, Lee Jung-jae quien encarna al heroico Gi-hun y Lee Byung-hun, el intérprete del cruel y misterioso líder del juego.
Ese hilo conductor que describe el realizador es también una línea divisoria entre dos maneras de ver el mundo representadas en la ficción por el jugador 456 y el enmascarado villano, un enfrentamiento que ya se desplegó en la segunda temporada y que en los últimos seis episodios llegará a su punto de ebullición.
-¿Es posible describir lo que sucederá en la tercera temporada entre los dos personajes sin spoilers?
Hwang: -No es sencillo hacerlo sin revelar demasiado, pero lo que puedo decir es que el enfrentamiento entre ambos se resume a qué valores y creencias son los correctos. Es un choque entre sus filosofías de vida, en realidad. Así que en la temporada tres se verá su lucha, pero también cómo ambos personajes se afectaron e influenciaron mutuamente.
Originalmente, El juego del calamar era una miniserie que concluía en el noveno capítulo cuando Gi-hun tras convertirse en el ganador de la sangrienta competencia, decidía dedicarse a destruir el cruel sistema inventado para el divertimento de quien pudieran pagarlo. Sin embargo, pandemia y suceso mundial mediante, la miniserie se transformó en una serie de tres temporadas. Y así, un personaje mínimo, poco más que un cameo del consagrado actor Lee Byun-Hun, se volvió el adversario principal del cuento, el lado nihilista y despiadado de la moneda de Gi-hun, encarnado por el extraordinario Lee Jung-jae, ganador del premio Emmy al Mejor actor principal por su trabajo en la primera temporada.
-¿Qué pensó cuando leyó por primera vez la propuesta del director Hwang durante el proceso de preproducción de la primera temporada?
Lee Byun-Hun: -Me pareció que era muy creativo y que estaba estructurado de una manera muy original y al mismo tiempo muy experimental. Por eso, para mí, existía la posibilidad de que la gente lo odiara o que les gustara. Sin términos medios. Por mi parte, como mi participación era un cameo, no sentía mucha presión, y además tenía experiencia trabajando con el director. Así que decidí hacerlo. No había ningún plan para una segunda temporada. Recuerdo que cuando se terminó de grabar la primera temporada estaba cenando con el director y me dijo que nunca volvería a hacer una serie de TV porque estaba agotado y hasta había perdido muchos dientes en el proceso. Pero después el programa se transformó en un éxito y no tuvo otra opción que continuar. Solo en ese momento fue que empezó a pensar qué otras historias podía explorar en esta ficción.
-Teniendo larga experiencia en el cine y la TV de su país y también en grandes producciones de Hollywood como G.I. Joe y Terminator. ¿Le sorprendió cómo el público global reaccionó frente a El juego del calamar?
Lee Byun-Hun: -La verdad que sí. No sentí tanto amor ni reacciones tan positivas del público, ni siquiera cuando trabajé en esas películas taquilleras. La serie es un fenómeno global, y solo cuando llegamos a la segunda temporada, cuando me saqué la máscara y me integré a la historia, pude sentir el apoyo y la pasión de los fanáticos. Creo que El juego del calamar es un fenómeno, pero que solo fue posible que ocurriera porque hace décadas la industria del entretenimiento coreano trabaja arduamente en hacer dramas televisivos, películas de calidad e incluso en lograr la posición que ahora conquistó el K-Pop en el mundo. Todo eso tuvo que pasar antes para posibilitar la explosión de El juego del calamar.
El juego de la vidaEntre los factores que influyeron para hacer un suceso de la serie coreana además del boca a boca hiperacelerado por la pandemia también contribuyó el diseño de los juegos, variaciones de clásicos infantiles típicos del país asiático, pero reconocibles y con versiones propias en todo el mundo, construidos con un despliegue notable y una brillante aptitud para encontrar en ellos los disparadores del drama.
-Esta es una pregunta para el director, ¿cómo encontró el equilibrio entre hacer los juegos lo más entretenidos y crueles posibles, y lograr el arco narrativo que la historia necesita en esta despedida?
Hwang: -No tengo una fórmula para lograr ese balance, pero desde el principio con los juegos siempre tuve dos cosas en mente. Primero tenían que ser divertidos de ver y desde la perspectiva de los espectadores debían ser intrigantes también. Y, además, las reglas de cómo jugarlos tenían que dejar lugar para construir vínculos y situaciones dramáticas entre los personajes. En la tercera temporada seguí esa misma lógica. El objetivo primordial para cada desafío es que tengan una conclusión que ayude al desarrollo del personaje o su colapso total.
-En ese sentido, los episodios de la segunda temporada y los que se estrenan este viernes muestran al protagonista al límite de sus fuerzas, vencido por la crueldad que lo rodea. ¿Cómo fue interpretar al personaje en esas circunstancias?
Lee Jung-jae: -Durante los últimos capítulos de la serie vemos a Gi-hun hacer enormes esfuerzos por encontrar la manera de volver al juego y cómo, una vez ahí, intenta salvar a la mayor cantidad de gente posible y terminar el juego para siempre. Pero nada sale como él quiere, por eso lo interpreté con un sentimiento de derrota e indefensión constante y sobre todo mucha frustración. No fue fácil, pero entendí que el director quiso mostrarlo así porque es un reflejo de lo que nos puede ocurrir en la vida real cuando nuestros esfuerzos para lograr algo fallan estrepitosamente. Al mismo tiempo, fue una manera de expresar que, a pesar de todo, puede haber esperanza. Incluso cuando tocás fondo, como le pasa a mi personaje. Más allá del mensaje que quiere transmitir la serie, para mí como persona fue muy desafiante encarnar su deterioro porque tuve que hacer una dieta estricta. Durante más de un año subsistí solo comiendo verduras hervidas. Sobre eso, lo único que diré es que nunca lo volveré a hacer de nuevo. .
Lee Byung-hun: -Para mí algo fascinante de la temporada fue la tensión e intriga que genera la interacción entre mi personaje y Gi-hun y cómo se modifican mutuamente, si es que lo hacen. La pregunta es si Gi-hun, después de atravesar todo lo que le sucede, se volcará hacia el lado oscuro o si podrá sostener sus nobles objetivos e incluso convencer a mi personaje con ellos.
-Ya se sabe que los seis episodios que se estrenan mañana son los últimos de la saga, pero teniendo en cuenta el éxito de la serie y lo que significa para Netflix, ¿hay posibilidades de que la historia continúe de alguna forma?
Hwang: -Podría decirse que sí. En el episodio final, si bien el relato tiene un cierre, también es cierto que en todo el capítulo hay una sensación de anhelo que permanece. Así que pienso que tal vez algún día, si se dan las circunstancias correctas, tal vez podríamos tener más historias que contar.