Entre dos equipos a los que el gol les representa poco menos que una quimera, un lógico 0-0. Claro que esa carencia es mucho más preocupante en River que en Riestra, que hace virtud de sus limitaciones y se contenta sobradamente con bajar la persiana sobre su arco, apenas perforado cuatro veces en 10 fechas. Si River había necesitado de 38 remates para hacerle un gol a Atlético Tucumán, los 17 que despachó en el Guillermo Laza fueron puro fogueo, y cuando amenazó con artillería pesada, el arquero Arce desactivó el peligro.
Riestra de local no es el escenario más propicio para un visitante que anda anémico de gol. El juego de River va incorporando más vitaminas, tiene nutrientes para controlar la pelota y asumir la iniciativa, pero está con el colmillo desafilado para clavárselo al rival. Riestra no es presa fácil, es dura y resistente. No solo agregó cemento en su estadio con la construcción de dos cabeceras, sino que el equipo también es de hormigón armado para defenderse. Tiene orden táctico, va al choque y la fricción con toda naturalidad, está en su ADN. Y cuando se consigue atravesar ese muro aparece el arquero Arce para echar un cerrojo más.
La buena producción futbolística frente Atlético Tucumán –más mensurable en lo conceptual que en la eficacia para no quedarse en un exiguo 1-0- llevó a Gallardo a realizar un solo cambio: la vuelta del suspendido Enzo Pérez por Kranevitter. El Muñeco había encontrado una formación que lo representara, que se acercó a esa idea de funcionamiento que tanto cuesta madurar.
River se encontró con el partido previsible. Riestra cambió de entrenador porque liberó a Fabbiani para que diera un paso en su carrera con la propuesta que recibió de Newell’s, pero con Gustavo Benítez sigue los mismos lineamientos. El equipo no varió la implicación ni el compromiso para ser todo lo molesto que puede soportar un adversario. A Riestra le encantan los duelos individuales, medir fuerzas y el cuerpo a cuerpo. Suele ganar por la vía lícita varias de esas batallas, y si no se carga con tarjetas amarillas (cuatro en total) para cortar todo de cuajo.
Lo más destacado de Deportivo Riestra 0 - River 0
A River le tocaba ser paciente, preciso y sorpresivo. Empezó volcando su juego ofensivo sobre la izquierda, con el triángulo que formaban Acuña, Meza y Colidio. Desde ahí también salían los cambios de frente para Mastantuono. River buscó amplitud con las proyecciones de Acuña, que enseguida se perfila para sus centros enroscados. Así llegó la primera situación de gol, con un envío de lateral campeón del mundo y el cabezazo de Meza que encontró la segura respuesta de Arce. “Fue la atajada más difícil”, reconoció el arquero tras el final. La jugada encerraba una de las claves que necesitaría River: la llegada al área por sorpresa de los volantes para que una defensa siempre bien parada perdiera las referencias.
Fuera del plan principal de obstruir y aguantar, Riestra salía con pelotazos para el tanque Benegas, muy movedizo pese a su corpulencia, y el no menos inquietante Herrera. Colidio dejó temprano el campo con una molestia muscular, lo reemplazó el juvenil Subiabre. River tuvo largos pasajes de masticar el juego, de intentar asociaciones, de intercalar posiciones entre futbolistas ofensivos que retrocedían para generar el espacio para el que llegaba desde más atrás. A todo eso y mucho más necesitaba recurrir el equipo de Gallardo para entrarle a la granítica defensa local.
Meza se ofrecía en tres cuartos para aceitar el circuito y Mastantuono se animaba a encarar en medio de un bosque de piernas. Faltaba la pujanza y el cambio de ritmo por la derecha de Montiel, que no volvió para el segundo tiempo, en principio por una molestia muscular.
Una pifia de Aliendro dentro del área y una definición de Borja que dio en un palo, tras eludir al arquero, extendieron en el descuento del primer tiempo el estigma de River de no marcar en los 45 minutos iniciales. No lo hizo en todo en el torneo, y no es que en las segundas etapas afina la puntería y es implacable. Como si el arco rival tuviera la dimensión del ojo de una cerradura.
Y en esta ocasión hizo más méritos y tuvo mayores ocasiones en el primer tiempo que en el segundo, cuando todo fue más confuso y trabado, como si lo precedente no lo hubiera sido. Mastantuono, que no paraba de mostrarse para iniciar ataques, tuvo un remate que sacó Arce y un cabezazo desviado. Fue antes de los 10 minutos, pero no resultó el anuncio de un River profundo y fino. Se atascó, no levantó con los cambios (Tapia, Pity Martínez, Nacho Fernández). Y Armani apareció en el final para taparle el gol a Ramírez.
Riestra lleva un invicto de 17 fechas en su cancha, con muchos empates. Consiguió uno más, hizo su partido. Y ahí está el problema de River, lo que le cuesta hacer su partido, llevarlo hacia donde más le conviene.