Juan Gil Navarro: del trabajo que inspiró su padre periodista a su nueva vida en el campo

Juan Gil Navarro protagoniza dos de las series que se estrenan el 14 de agosto: Nieve roja, que puede verse en Flow, y En el barro, en Netflix. Además, es parte del elenco de la obra Druk, en el Teatro Metropolitan, y en septiembre estrena Pivote, en el off. Inquieto y apasionado por su trabajo, el actor espera concretar un proyecto propio que gira en torno al mundo periodístico y político, tal vez inspirado en su padre, Manuel, que fue periodista y durante muchos años trabajó en el Congreso. LA NACION conversó con Gil Navarro, quien acaba de mudarse a Capilla del Señor y está dándole los últimos retoques a su casa.

-Hablemos de Nieve roja, ¿cómo fue la experiencia de filmar un thriller de ciencia ficción pocas veces visto en nuestro país?

-Me llamó la atención porque los thrillers me encantan. Y este tiene todos los condimentos, y supuestamente transcurre en la Antártida.

-¿Fueron a filmar a la Antártida?

-No, hubiese sido fantástico poder ir. Pero no, ese tipo de producciones ya no se harán, o serán de otra forma, o las hará gente que pueda considerar esos delirios de producción. Nosotros lo hicimos en un estudio, con una escenografía maravillosa, hecha por un equipo muy talentoso. Y para la parte que simulaba el exterior, teníamos unas pantallas digitales esféricas, que permitían dar esa sensación, junto con máquinas de nieve y otra serie de cosas. Así que todo lo que se ve en realidad está simulado, y es un poco la tecnología que viene desarrollando para las sagas de Marvel, por ejemplo. Ya ni siquiera Hollywood tiene esos actores en escenarios naturales.

-¿Y es más difícil filmar así? Porque el actor tiene que imaginar el lugar.

-Es más decepcionante, se me ocurre a priori, porque como actor siempre es mucho más interesante tener contacto con cosas que están vivas. No es lo mismo estar parado en un bosque de Arrayanes que hacerlo frente a una pantalla y simular que estás en Bariloche. Hay una cantidad de elementos que te atraviesan como actor y son la temperatura, el aroma, el lugar, las condiciones climáticas. Esas cosas son como la levadura de los actores. Entonces no es lo mismo, sino algo aproximado. Pero está muy bien porque tiene que ver con los tiempos y la facturación de esta industria.

-Cuando te llegaron los libros, ¿qué te atrajo?

-Me parece que está bueno intentar meterse con la ciencia ficción. Crecí mirando películas que me volaban la cabeza como Blade Runner, Solaris, 2001 Odisea del espacio. Es un buen intento, porque es un género muy difícil, muy exigente, y requiere de mucha concentración porque si no, lo que llega a la isla de edición no te lo salva nadie (risas). Nieve roja trata sobre siete personas que van a la Antártida por un premio; pertenecen todos a una especie de megacorporación y, por supuesto, van seducidos por dinero. Todos tienen un sesgo psicópata. Es una especie de experimento de George Orwell… No deja de ser un Gran Hermano en medio de la Antártida, con el agregado de lo que cada uno está dispuesto a hacer para quedarse con el dinero, y eso deja de lado cualquier humanidad. Y van desapareciendo de a uno.

“Un poco shakespereano"

-También estrenás En el barro, que es el spin-off de El marginal, muy distinta a Nieve roja.

-Exactamente. Mi personaje es el gobernador de la provincia de Buenos Aires que está terminando su mandato y busca su reelección. Está en plena campaña, decide hacerla de una manera un poco shakespeareana para los intereses de gente que vive en condiciones carcelarias. A partir de una visita que hace a este penal con su mujer (Justina Bustos), que no puede tener hijos, se desencadena una tramoya. Al mismo tiempo compite por la futura gobernación de la provincia con el personaje de Gerardo Romano. Tengo entendido que han hecho dos temporadas; yo estuve en la primera y veremos qué pasa y si hay tercera. Supongo que, si funciona, querrán continuar en la saga como lo han hecho con El marginal.

-¿Eras fan de El marginal?

-La verdad es que no. No sé si está bien o mal decirlo, pero no me gusta la romantización de la marginalidad. Creo que Latinoamérica está estigmatizada para tener que contar eso. Y me fastidia porque estoy seguro de que tenemos muchísimas más capacidades de contar otras cosas. La cultura tumbera fue un hallazgo con Sol negro y Okupas. Pero ya está. Hay como una especie de romantización en contar que vivir en el fondo no está tan mal. Inclusive se ha mezclado en la cultura de la música esta cosa de jugar a ser periférico. Me parece un juego de millonarios snob.

-Pero sí te interesó este personaje de En el barro.

-Sí, sí, sí. Intenté pensar que era una especie de personaje shakespeareano. Independientemente de la ideología, yo creo que la gente hace cualquier cosa para aferrarse al poder. Me pareció que estaba bueno.

-¿Estás haciendo algo más de ficción?

-De ficción audiovisual tengo desarrollados dos proyectos. Uno lo estoy impulsando con un amigo autor, Lautaro Vilo, y es una serie sobre periodistas que se llama Cerca de la revolución. Cuando la presenté en España, antes de la pandemia, recuerdo que dije: “Imaginen una pandemia de venganza mundial”. Y los gallegos me decían: “¿Una qué?" (risas). Y después vino la pandemia. La llevé a un par de lugares, pero sé que en algún momento va a cobrar vida.

-¿Acaso te inspiraste en tu padre, que fue periodista?

-Falleció hace un par de años, pero era periodista de política y economía y fue corresponsal de la agencia DyN en el Congreso. Digamos que está inspirada un poco en el entorno, porque muchas veces iba a tomar café con él a Casablanca, que es un bar que está en la esquina del Congreso. Y he caminado por los pasillos del Congreso, he escuchado a muchos políticos, a muchos periodistas. Y lo acompañaba a la redacción de DyN. Siempre quise contar una historia que tuviera que ver con la connivencia entre el periodismo y la política. La verdad es que me gustaría que vea la luz; en algún momento va a ocurrir.

-Y decías también que tenés otra historia para contar….

-Sí, de esa otra soy más celoso, pero tiene que ver con la vida, el festejo y la muerte. Y con una historia de amor. En estos tiempos pareciera ser difícil impulsar esas cosas, porque el algoritmo dicta que hay que ser morboso. Y mientras sigan ganando las historias de crímenes y torturas, lo que se le opone es un amor desde un lugar medio cliché. Y me gustaría pensar que se puede hacer algo mejor que eso.

-No se sabía de tu gusto por la escritura…

-Sí, me encanta. Desde hace mucho. De hecho, trabajé con Gabriel Dreyfus como creativo un tiempo antes de empezar como actor. Y me acuerdo de que yo escribía muy largo y él me decía que no es lo mismo ser director de cine que ser buen fotógrafo. Mis padres siempre han sido muy lectores y me contaban cuentos o libros por la mitad para que yo los siguiera leyendo. Para mí la palabra tiene un peso muy fuerte. Y creo firmemente que es transformadora y es altamente persuasiva en estos tiempos. Pero es una alquimia raramente usada. Cada vez menos usada.

-Y sos uno de los protagonistas de Druk, en el Teatro Metropolitan. Como plantea la obra, ¿vos también crees que nos falta un 0,5 de alcohol en sangre para ser más creativos?

-He investigado mucho el 0,5 y el 1 y el 1,5 y el 2 también, a lo largo del tiempo (risas). Cuando empezamos los ensayos, lo que se me ocurrió es que el vino nace al mismo tiempo que el teatro. Es una bebida inventada para ofrendársela a Dioniso, que es el dios del teatro y del vino. Y pensé: “Qué maravilla poder hacer esto y hablar de una celebración”. Por supuesto, hay excesos como los de Dioniso, que salía a correr a las ninfas por el bosque. Pasarse del 0,5 es terrible. Pero nunca lo viví como una especie de apología del alcoholismo. En todo caso, me parece que Druk señala cómo esta sociedad transita su angustia a través del consumo. No del consumo del alcohol, sino del consumo de cualquier cosa. Los daneses y todos los nórdicos tienen una relación con el alcohol que sirve para despertar otros demonios. Nosotros, más mediterráneos, somos más carnavalescos. Creo que el alcohol sirve para soltar, para festejar, para bailar, para seducir, para divertirse, para pensar y no para arrancarse la cabeza. Vamos a seguir con Druk hasta noviembre y después volvemos en enero, y también hay giras programadas. Además, el 5 de septiembre estreno una obra en El extranjero.

-¿Vas a hacer teatro en el off también?

-Sí. Se llama Pivote y la escribió y dirige Benicio Chendo, el hijo de un actor, Gerardo Chendo. Vamos a estar los viernes a las 23, así que salgo de las funciones de Druk y me voy para El extranjero. La obra es una absoluta maravilla y aclaro que Benicio tiene 21 años, es un pibe lucidísimo y escribió sobre la juventud y la relación de los conflictos con los padres. Yo hago de padre de seis chicos. Estoy muy contento de formar parte de eso. El primer día que fui al ensayo, ellos ya tenían montado el 70% de la obra y me sentí como si entrara a una autopista con una bicicleta. ¡Eran flechas! (risas). Y cinco de los pibes estudian en el conservatorio y todos tocan un instrumento; todos tienen una dicción maravillosa y son encantadores y les gusta el cine y leen y hablan lindo.

-¿Eso te lleva un poco a tus propios inicios?

-Sí, un poco. Lo he respondido de distintas formas y las más honestas han sido en terapia. Hacerme actor tenía que ver con querer que me quisieran, con querer vivir otras vidas, con ser otro para luego ser yo. Pero cuando empecé a estudiar, a los 16 años, tenía la fantasía del conservatorio y mis viejos no estaban muy de acuerdo. Entonces encaré por otro lado y seguí haciendo talleres de teatro, y de repente una cosa llevó a la otra y estaba parado en un casting y ahí arrancó todo, con Montaña rusa otra vuelta. Después conseguí un representante, apareció la primera obra de teatro profesional de Bertolt Brecht, que se llamaba Las visiones de Simone Machard, y no me quise bajar más. Siempre tuve la suerte de hacer mucho teatro y también llegó la exposición con la televisión. En el teatro comentamos con Pablo Echarri, Carlos Portaluppi y Oski Guzmán que la gente viene a vernos porque nos conoce de la tele y hemos formado parte de su vida a través de la televisión.

Otras pasiones

-Parecería que en tu vida todo es trabajo… ¿O tenés otras pasiones?

-Sí, claro. En un momento, sobre fines de 2023, me metí a estudiar cine. Y aunque hice un cuatrimestre y después dejé, es otra gran pasión. Y me gustan las motos, los autos, la ruta. Me gusta desplazarme de un lugar al otro y pensar, y llegar a algún lugarcito remoto, parar comer algo que me llevé o ir a comer a algún lugar. Ahora estoy ocupándome de una casa en el campo y tengo contacto con el sol y el verde, los árboles y ardillas que saltan de un lugar al otro.

-Parece que sos muy solitario.

-Sí, soy mayormente solitario.

-¿Estás en pareja?

-No, estoy solo ahora.

-Acabás de mudarte a Capilla del Señor, que queda a unos cuantos kilómetros de CABA, donde haces teatro. ¿Qué pesó más en esa decisión?

-Desde muy chico tenía ganas de alejarme de la ciudad. Nunca me sentí porteño, para nada. De hecho, si alguna vez me han elogiado, fue cuando me dijeron que no parezco porteño. Hay cosas de la ciudad que nunca me terminaron de gustar. Tenía la fantasía de irme a vivir al interior y emular un poco lo que había hecho Damián De Santo, con sus cabañas en Córdoba. Porque pensaba que eso era totalmente posible. Después me casé, relegué esa idea, y cuando trabajé con Justina Bustos en ATAV (Argentina tierra de amor y venganza) fui a Unquillo, en Córdoba, donde viven sus padres, les alquilé una casa de huéspedes y me enamoré de ese lugar. Me dije que cuando volviera a Buenos Aires iba a buscar un terrenito y construirme una casita. Y eso fue lo que hice. Busqué mucho hasta que terminé en Capilla del Señor. Estuve nueve meses en obra y me mudé hace un mes y medio. Pasé por todas las vicisitudes y el folclore de la construcción, todo lo que me dijeron se cumplió; no llegué a pelearme con nadie, pero hubo momentos de mucha dificultad y de cosas mal hechas y de correcciones. Es lo más parecido a filmar una película… Eso fue lo que pensé mientras estaba construyendo. Y dije que si puedo construirme una casa, también filmar una película, porque tiene que ver con una delicada armonía entre todas las partes, y en donde te enojas o te ofendés con alguien, te jodés vos.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/juan-gil-navarro-del-trabajo-que-inspiro-su-padre-periodista-a-su-nueva-vida-en-el-campo-nid14082025/

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