Era una acción que iba a cambiar sin dudas el rumbo de la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes planeaban matar a los tres líderes aliados que se reunirían en Teherán en noviembre de 1943. Así es, los oficiales de Adolf Hitler habían desarrollado un operativo, denominado Weitsprung (Salto en largo, en español) para irrumpir en la cumbre del primer ministro inglés, Winston Churchill, el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt y el líder de la Unión Soviética, Josef Stalin para acabar con ellos.
Pero algo falló. Un alto mando del contraespionaje alemán pasado de copas habló de más ante el oído atento de un espía ruso y el golpe comando pudo ser anticipado. De todas formas, el peligro para los llamados “tres grandes” líderes existió verdaderamente. Mucho más teniendo en cuenta que el líder de la Operación Weitsprung era el osado capitán de las SS, Otto Skorzeny, un protagonista de las más increíbles acciones comando de los alemanes.
Luego de la guerra, el nazi de origen austríaco que quiso matar a los tres líderes aliados recalaría por un tiempo en la Argentina, donde llegaría a ser guardaespaldas de Eva Perón y asesor militar de su marido, el presidente Juan Domingo Perón.
La reunión de los “Tres Grandes” en TeheránLa contienda bélica que estaba devastando a Europa alcanzaba su apogeo en octubre de 1943, cuando los líderes de las más potentes fuerzas aliadas -Unión Soviética, Inglaterra y Estados Unidos- decidieron unirse para pergeñar las estrategias necesarias para vencer a sus enemigos en común, los alemanes, que habían detenido su avance continental luego de su derrota en la batalla de Stalingrado, finalizada en febrero de ese año.
El lugar para esta trascendente reunión de los tres líderes, que recibió el nombre de Eureka, fue Teherán, elegido por tratarse de un sitio en principio neutral, alejado de los centros donde transcurría el conflicto. Algunos historiadores sugieren que el lugar se escogió por el temor que le tenía Stalin a volar, y que por eso el mandatario georgiano prefirió un lugar al que podía acceder en tren.
Como sea, si bien la capital iraní estaba lejos de los ensangrentados campos de batalla europeos, no dejaba de ser un sitio donde latía el peligro. La ciudad que alguna vez perteneció al antiguo imperio persa estaba en ese año de 1943 ocupada por tropas de la Unión Soviética y de Gran Bretaña. Más allá de eso, desde septiembre de 1939 el país se había declarado neutral. Pero si había algo que caracterizaba a esa urbe de medio oriente en esos tiempos de conflagración era que se había convertido en un verdadero hervidero de espías.
En la ciudad se había establecido una firme red de espías alemanes -se estima que había unos 400 agentes-, cuyas intenciones eran las de organizar acciones subversivas contra los soviéticos. Como contraparte, las autoridades de la Unión Soviética habían creado allí el Servicio de Inteligencia Exterior Soviético justamente para detectar y detener las actividades de sus colegas nazis.
Nace la Operación Weitsprung y se designa a su ejecutorEn el mes de septiembre de 1943, la red de espionaje teutona pudo descubrir que los tres líderes enemigos tenían intenciones de reunirse en Teherán. A través del desciframiento de un código naval estadounidense los alemanes supieron los días y el lugar del encuentro de Stalin, Roosevelt y Churchill.
Fue entonces cuando Hitler junto con las altas esferas nazis decidieron que esa reunión era el momento perfecto para terminar de un solo golpe con la vida de sus más encumbrados enemigos. Un tremendo golpe, para los aliados, que difícilmente podrían superar. Así nació la Operación Weitsprung.
El plan estaría coordinado por el jefe de la Gestapo y de la Oficina de Seguridad del Reich, Ernst Kaltenbrunner. Este militar eligió para llevar adelante el importante operativo al capitán nazi de las SS Otto Scorzenny.
El hombre había ganado fama de gran estratega para acciones comando porque poco tiempo antes había sido el responsable de la Operación Roble, el operativo mediante el cual un grupo de soldados alemanes de la llamada unidad Friedentahler había liberado al tirano italiano Benito Mussolini. Il duce se encontraba encerrado en la improvisada prisión del Hotel Campo Imperatore, en el Gran Sasso, en los apeninos italianos, hasta que su colega dictador Adolf Hitler ordenó liberarlo.
De modo que los nazis habían escogido a quienes consideraban sus mejores hombres para realizar esta acción que podría cambiar considerablemente el desarrollo del conflicto mundial. El plan preveía que un grupo de paracaidistas se internaran en territorio iraní, se introdujeran luego en Teherán y desde allí establecieran las comunicaciones necesarias con Berlín para coordinar la llegada de los hombres de Scorzeny. Ellos realizarían su misión final: acabar con la vida de los tres líderes.
Pero, en este juego de espías tan dinámico, la información acerca de este plan secreto de triple magnicidio pronto se filtraría. Y de la manera más inesperada.
Una borrachera y una confesiónFue un oficial de la inteligencia ruso, Nikolai Kuznetsov, el que tendría la primera pista de la existencia de la Operación Weitsprung. Este agente, que hablaba perfectamente el idioma germano, se infiltró entre soldados alemanes en el bosque de Rovno, en Ucrania, bajo la falsa identidad del militar nazi Paul Siebert. De este modo se cruzó en su camino con un miembro de las SS, Ulrich von Ortel, quien aflojó la lengua con el alcohol y le contó a su “nuevo amigo” los planes que se estaban tejiendo para asesinar a los tres grandes en Teherán.
De acuerdo con la versión que dio de este encuentro el oficial de inteligencia de la KGB, Vadim Kirpichenko, el alemán le habría dicho a su compañero de tragos: “¡Eliminaremos a Stalin y a Churchill y cambiaremos el curso de la guerra! Secuestraremos a Roosevelt para ayudar a nuestro Führer a llegar a un acuerdo con Estados Unidos. Volamos en varios grupos. Ya se está entrenando a gente en una escuela especial en Copenhague".
Según el diario oficial ruso Rossiiskaya Gazzeta, entre brandi y brandi, von Ortel incluso invitó a Kuznetzov/Siebert a viajar a Teherán con él para comprar “alfombras persas baratas”.
Pero Kuznetsov no viajó a adquirir alfombras a Irán, sino que pasó el dato, que recién había escuchado, a sus superiores. Entonces, los espías rusos que residían en Teherán pusieron manos a la obra para detener a los alemanes.
Camellos y bicicletasEn esta parte de la historia es donde aparece un joven agente de inteligencia ruso de origen armenio, Gevork Vartanyan, de apenas 19 años. Él, junto a un grupo de espías - conocido luego como “la Caballería Ligera”- se abocaron a encontrar en los alrededores de Teherán el más mínimo indicio de la presencia del enemigo en esa región de Asia.
Fueron seis los operadores de radio alemanes que arribaron en paracaídas a la localidad iraní de Qom, a 150 kilómetros al sur de Teherán. Ellos eran los primeros eslabones de lo que sería la Operación Weitsprung y se trasladaron de inmediato hasta la ciudad de Teherán. Según se supo después, lo hicieron por tierra y utilizando camellos para el transporte de sus equipos.
Vartayan y sus hombres rastrearon las calles de la capital iraní durante horas, algunos historiadores dicen que en bicicleta, hasta que interceptaron las señales de radio que buscaban. Los agentes rusos y británicos pudieron registrar y decodificar los mensajes que los nazis, recién llegados, enviaban hacia Berlín, y con los que organizaban el golpe.
Los alemanes se habían afincado en una “casa segura” provista por agentes de su mismo país y desde allí, y con ropa de civil, operaban sus equipos de comunicación. Había en esa ciudad muchos inmigrantes alemanes que habían huido de la guerra y entonces para los infiltrados era fácil perderse en la comunidad de sus compatriotas.
Líderes advertidosEsto ocurrió unos días antes de la fecha prevista para la reunión Eureka, que se desarrollaría entre el 28 de noviembre y el 1° de diciembre en la embajada soviética en Irán. El primer día de esa cumbre sería, según lo encomendó Hitler, el día del atentado.
Pero eso nunca sucedió.
En primer lugar, se advirtió a los líderes de la cumbre sobre la Operación Weitsprung y se reforzó su seguridad. Si bien las embajadas de Gran Bretaña y de la Unión Soviética estaban juntas y bien protegidas, la de los Estados Unidos estaba algo más alejada y menos guarnecida. Por ello, el mandatario estadounidense fue invitado a pasar sus días como visitante de Irán en la embajada de los soviéticos.
Al mismo tiempo, la caballería ligera de Vartayan se dedicó a atrapar a los alemanes con sus equipos de radio. Primero planearon que los nazis detenidos fingieran en sus mensajes que todo seguía igual, para lograr que llegaran al país Otto Skorzeny y sus comandos, pero luego se dieron cuenta de que eso sería demasiado arriesgado.
Al final, ordenaron a uno de los operadores capturados que comunicara que la misión había fallado. De esta manera, Skorzeny nunca entró en escena. Los tres mandatarios aliados quedaron definitivamente a salvo y pudieron realizar la importante reunión que terminó siendo definitiva para el desarrollo de la guerra.
Allí planificaron la introducción directa de estadounidenses y británicos en el frente occidental europeo para recuperar los países ocupados por los nazis.
Dos enemigos condecoradosPor su actuación en Teherán y otras hazañas similares en su carrera de espía durante la Segunda Guerra Mundial y luego en la Guerra Fría, Vartanian recibió en 1984 la estrella dorada del Héroe, la máxima condecoración militar que otorgaban los soviéticos. Según National Geographic, este agente secreto junto con su esposa fueron enviados en algún momento de su trayectoria a los Estados Unidos, donde cumplieron el rol de nelegali, como se llama a los espías con identidad falsa. Esta información fue desclasificada en diciembre de 2000.
Otro protagonista, en este caso, fallido, de la Operación Weitsprung fue el austriaco Otto Skorzeny, que en algún momento de su vida, posterior a la Segunda Guerra, puso proa hacia la Argentina. Este comando nazi que alcanzó fama mundial al rescatar de su prisión a Mussolini participó antes y después en otras misiones complicadas para beneficio de su país, algo que le valió para ganarse la Cruz de Caballero (máxima distinción castrense teutona) y la admiración del dictador Hitler. A tal punto que decían que era el agente preferido del Führer.
Sobre el final de la guerra, el audaz nazi participó en el movimiento de insurgentes con ataques sorpresa al enemigo conocido como Werwölfe (hombres lobo), pero luego de mucho trajinar, en mayo de 1945 se rindió ante las tropas estadounidenses, cerca de Salzburgo, en su propia tierra austríaca. Estuvo detenido en un campo de desnazificación en Darmstadt, alemania, de dónde escapó en 1948.
De agente secreto nazi a guardaespaldas de Eva PerónSegún una investigación realizada por el periodista irlandés Kim Bielenberg publicada en el Daily Mail, en la Argentina, en 1949, este comando austríaco conoció al entonces presidente Juan Domingo Perón a quien asesoró en cuestiones militares. El exSS también fue guardaespaldas de la primera dama, Eva Duarte de Perón.
En ese artículo se añade que el sobrenombre del ejecutor de la Operación Roble era “Scarface” (cara cortada), ya que su rostro estaba atravesado por una cicatriz producto de un duelo que había tenido de muy joven practicando una de sus disciplinas predilectas: la esgrima. Una pasión que llegó a compartir en la Argentina con el mismo Perón.
Según cuenta Uki Goñi en su libro La auténtica Odesa. Fuga nazi a la Argentina, Otto Skorzeny fue benefactor de la fuga y posterior estancia de Adolf Eichman en la Argentina. Se trata del alto jerarca nazi que ideó y puso en práctica la “solución final”, eufemismo para referirse al genocidio judío en el campo de concentración de Auschwitz.
Un artículo de LA NACION rescata otras líneas interesantes del libro de Goñi: “Dice la leyenda que finalmente Skorzeny logró seducir a Evita. Ciertamente la pareja presidencial estaba encantada de tenerlo cerca y de escuchar las hazañas bélicas de aquel héroe con cicatrices en el rostro”.
Según el mismo artículo, el ex SS terminó haciendo un trabajo como sicario para el Mossad a cambio de que la entidad secreta judía lo borre de la lista de criminales de guerra que había elaborado Simon Wiesenthal. Su misión era asesinar a un científico alemán, Heinz Krug, que estaba trabajando en un sistema de armamentos para que el líder egipcio Gamal Abdel Nasser Hussein pudiera bombardear Israel.
El 11 de septiembre de 1962, el científico alemán salió de su casa rumbo a su oficina y jamás regresó. Su cuerpo nunca fue hallado. Skorzeny vivió desde entonces tranquilo en España, sin ser nunca extraditado ni atrapado por la Mossad. Fumador empedernido, murió de cáncer de pulmón en Madrid, en julio de 1975. Tenía 68 años.