La actividad agropecuaria de nuestro país, según registros de la época, se inició hace más de un siglo, desde la instalación de las colonias, con una intensificación en las últimas tres décadas vinculadas al progreso de las tecnologías superadoras en diferentes disciplinas del sector.
El arranque fue todo sobre un suelo de manto mágico de fertilidad y, a la vez finito, frágil y no renovable, que fue abasteciendo con sus bondades los ininterrumpidos ciclos agrícolas. En contraposición, sus registros de reservas decrecían sin limites, y aún no colapsó. Sin embargo se ubica lejos de lo que fue “tope de gama”.
Solo como anticipo, entre Hunter y Los Indios, Buenos Aires, en uno de los establecimientos de rindes sostenidos y monitoreo regular, el mejor lote promedio auditado fue: fósforo 11 ppm, materia orgánica 2,1%, zinc con 1,6 ppm. Del mismo campo, en un área inmaculada del siglo XIX, el fósforo rozaba 101 ppm, “el oro gris” -zinc- escalaba a lecturas de 4 ppm y la materia orgánica 6%.
Todo un imperio de recurso natural cuando la alfalfa alcanzaba la verija del caballo, las avenas superaban el sexto hilo y los trigos eran de abundancia y amplificaban las cargas del ferrocarril. Absoluto signo de robustez de la época desde un tan generoso suelo que, por desidia, desconocimiento u otras urgencias condujeron a poner el carro delante de los caballos.
El año 1986 fue el punto de partida para auditar información estratificada a 60 cm para esclarecer qué nutrientes quedan retenidos superficialmente a tasas no deseadas y con derivaciones en estructura laminar; los que migran por el perfil generando desbalances y el decaimiento o bloqueo de los principales índices, además de los parámetros de rutina. Las regiones mapeadas fueron desde el Domo Occidental, barrido por la núcleo sojera, hasta abordar la Patagonia, entre Chubut y Santa Cruz.
Las regiones tuvieron una lectura común. Además de la merma de reserva de fósforo apareció la fuga de cationes nutricionales -calcio y magnesio-. Su interacción con potasio, sodio, hidrógeno, amonio, hierro, aluminio, las modificaciones de la capacidad de intercambio, inducción en los poros. Se adicionó el monitoreo por hoja.
Respecto de las fuentes del fósforo y el zinc, en el amplio paneo de ofertas podrán ser frecuentes las funciones desde el arranque con bajas dosis de reacción inmediata, convencionales, líquidos y mezclas que se adecuan a los requerimientos de todos los cultivos.
Para abordar las pérdidas de calcio y magnesio se pueden rescatar, a través de aportes de respuesta súbita y dependiendo de la estrategia, la protección del suelo podrá ser de mediano y largo plazo con carbonatos, carbonatos dobles o sulfatos todos de cantera preferentemente de ultra finas partículas que luego podrán ser de diferentes formas físicas, sólidas o líquidas, promoviendo ligantes entre las partículas del suelo. Promueve excitación de la matriz orgánica, ordena el equilibrio en los espacios de poros con más posiciones de aire y redundarán en estatus de recuentos enzimáticos y eleverán el diálogo de los fertilizantes con los primordios radiculares.
Sin dudas que los materiales de mercado para proteger al suelo y nutrir a los cultivos es extenso. Si se lo compara con la década del ochenta en la Argentina, el fertilizante tenía un arancel de importación casi como el de un perfume francés. Fue imprescindible la impronta y acción del productor independiente y empresas para flexibilizar el estado de las cosas y que actualmente satisfaga un amplio arco de requerimientos.
La empresa agropecuaria, cuando ingresa a la campaña, tiene que tomar diversas acciones, intensas: control de gestión de los procesos, evaluar seguros de riesgo, recorrer los lotes, muestrear y analizar, planificar rotaciones, hacer una adecuada elección de semillas, mezclas de nutrientes o la pastura a instalar.
Una tecnología como el tratamiento profesional de semillas, con enriquecimiento nutritivo, PGPR (promotores del rendimiento), micorrizas entre otras, tienen impactos positivos en la producción.
Dicho esto, para los que aún no iniciaron el programa de acciones en sus lotes, pueden complementar en futuros inventarios de suelo todos los nutrientes asociados a la esencialidad, al menos cada cinco campañas, tales como materia orgánica, pH, pH-Buffer, capacidad de intercambio, conductividad, calcio, magnesio, potasio, sodio, calcular el porcentaje de saturación, azufre, oligo elementos, ultra traza, caracteres físicos, recuento microbiano, estratificar con determinación de pH y cationes para asegurar una proyección de suelo sostenible tanto para los que levantan alambrados para perpetuar agricultura como los que sostienen el esquema 33% chacra/33% vaca/33% novillo, ya que en ambos la migración y/o extracciones nutricionales es reiterada.
Desplegar la práctica de la ingeniería agronómica es ordenar el carro detrás de los caballos, lo que redunda en beneficios para una actividad llena de oportunidades.
El autor es asesor privado