Kevin Lomónaco, Felipe Loyola, Santiago Montiel y Federico Vera en el invierno pasado; Luciano Cabral, Álvaro Angulo, Sebastián Valdez y dos suplentes con garantías como Rodrigo Fernández Cedrés y Pablo Galdames en el verano. Jugadores que llegaron en condiciones accesibles para las arcas de Independiente y que vienen cumpliendo con el sueño de cualquier dirigente: rendir muy bien en la cancha y revalorizarse en la tabla de cotizaciones del fútbol internacional. Los dos últimos mercados de pases explican en buena medida el cambio de humor que vive el club de Avellaneda, instalado en las semifinales del Torneo Apertura y en el primer puesto de su grupo en la Copa Sudamericana cuando apenas queda una fecha por disputar.
En tiempos recientes, la incorporación de jugadores se había convertido en una etapa traumática para el Rojo. Ya sea por las inhibiciones por deudas que acosaban la institución y planteaban la amenaza constante de no poder anotar los refuerzos y, sobre todo, por la escasez de recursos -económicos, pero también de profesionales capaces de descubrir joyas ocultas-, el cierre del libro de pases generaba en los hinchas muecas que iban de la bronca a la angustia, conscientes de que el nivel de los que iban llegando auguraba más disgustos que alegrías.
“Armar un proyecto integral para el club es lo único que va a posicionar otra vez donde se merece a un club tan pero tan grande como Independiente”, fue desde el principio la idea y el lema de Alejandro Tocalli, actual director deportivo de la institución. Preparador físico con estudios en gestión deportiva y una larga experiencia en entidades del país y el extranjero (Chile, China y Bahréin), el hijo de Hugo, que también trabaja en el Rojo como coordinador de las divisiones inferiores, comenzó su tarea en julio de 2024, prácticamente al mismo tiempo que Julio Vaccari firmaba su contrato como director técnico, y la conjunción laboral entre ambos resultó ser el brebaje mágico que tanto necesitaba el Rey de Copas para empezar a escapar de la medianía.
“Conseguimos formar un equipo de trabajo con tres patas muy fuertes: cuerpo técnico, dirigentes y secretaría técnica. Nos reunimos y hablamos de manera permanente e intercambiamos mucha información. Nosotros seguimos a un más de cien jugadores, Julio y sus asistentes de análisis nos acercan nombres, cada tanto algún directivo también aporta en ese sentido. El mérito de que las cosas estén yendo bien es de todos”, indicaba Tocalli hacia fines de 2024 durante una entrevista con el sitio partidario De la Cuna al Infierno, incluso antes de repetir los aciertos en fichajes del semestre anterior.
De hecho, la medalla por la contratación de Cabral le cabe a Daniel Seoane, secretario general del club. “Él lo había visto en un Racing-Coquimbo y le había encantado. Independiente quiso traerlo a mediados del año pasado, pero la opción del León de México en ese momento fue más fuerte y no pudo hacerse. Después, en septiembre, Seoane estuvo charlando con Cabral durante el Salón de la Fama que se realizó en León y a partir de entonces quedó abierta la posibilidad de venir que acabó concretándose”, relata Nicolás Puppo, representante del 10 mendocino con nacionalidad chilena.
Independiente abonó un millón de dólares por el 70 por ciento del pase del talentoso volante, sin apartarse de la línea de ahorro que ha sido factor común de las contrataciones más últimas. Adquisiciones a bajo costo, préstamos y jugadores libres compusieron un menú suficiente para elevar la categoría del equipo.
El departamento de scouting del Rojo -todavía menos numeroso de lo necesario- divide la búsqueda de nuevos jugadores en varias etapas: análisis futbolístico y estadístico, observación directa en la cancha (cuando es posible), estudio de la vida personal y profesional del candidato y, por fin, condiciones económicas iniciales para comenzar las negociaciones. Tras dos períodos de transferencias, nadie puede negar el buen ojo de los cazadores de talento que habitan el Libertadores de América. Los ejemplos abundan.
De los llegados en el pasado mercado de invierno, Lomónaco, pese a los buenos detalles que había dejado en Lanús y Platense, era más conocido por su sanción en Brasil debido a su participación en las apuestas deportivas -había sido transferido al Red Bull Bragantino-, que por sus virtudes como marcador central. Loyola, si bien había llamado la atención de varios equipos argentinos, no era más que un lateral-volante prometedor en el Huachipato trasandino. Las buenas actuaciones de Vera en Unión no superaban el rango de un jugador cumplidor y con oficio. Tal vez, solo Montiel despertó algo más de entusiasmo, más allá de sus altibajos en Argentinos Juniors.
La camada del verano 2025 elevó todavía más la vara. Angulo era un interrogante para el público argentino; Galdames y Fernández Cedrés habían dejado buenas sensaciones en sus respectivos pasos por Vélez y Newell’s, pero estaban alejados de los focos; y prácticamente nadie hubiera apostado por Valdez, si bien había ganado la Copa Argentina como capitán de Central Córdoba de Santiago del Estero.
“Todavía nos faltan cosas. Necesitamos que reducir la edad de captación y que los chicos de la zona nos elijan como club de referencia. Para eso tenemos que mejorar las estructuras, montar una pensión que permita separar a los jugadores de prenovena o novena de los de quinta o cuarta, potenciar las áreas de psicología y nutrición, unir más a los juveniles con la Primera. Pero vamos creciendo poco a poco”, indicaba Tocalli en diciembre pasado, mirando más allá de los triunfos que en esta etapa pueda lograr el equipo que dirige Vaccari.
Encontrar futbolistas que rindan en la cancha y mejoren el patrimonio de la institución con sus inevitables ventas al exterior es el objetivo de todos los buscadores de tesoros en los potreros y clubes de barrio del país. Independiente no es la excepción. Incluso ha demorado demasiado tiempo en profesionalizar a fondo una tarea indispensable para sostener el andamiaje de un equipo de fútbol. Este año empezaron a verse los primeros frutos de la tarea, esos que han logrado cambiarle el humor a la vereda roja de Avellaneda.