Las alpargatas se mezclan entre los borcegos, las boinas abren paso entre los peinados con gel y las bombachas de campo se destacan entre los atuendos de látex. En una ciudad que a simple vista parece alejada del campo, cada vez son más comunes las “peñas-cachengue”, una propuesta que busca acercar los ritmos folklóricos a la juventud citadina.
Si bien funcionan durante todo el año, la semana de la Exposición La Rural es su época más ocupada, con jóvenes de todo el país que quieren seguir con la fiesta del campo durante la noche. En las calles de Palermo y Recoleta se escuchan chacareras, milongas y zambas, junto con cumbia, cuarteto y reguetón. “Nuestra idea es generar un espacio de contención para que el estudiante del interior se sienta en casa a un precio accesible”, explica Juan Marcenac, fundador de “La Peña” en el bar Tamarisco (Uriburu 1073).
Este local surgió hace más de 14 años, cuando un grupo de estudiantes de la Facultad de Agronomía de la UBA buscaban recaudar fondos para su casa de estudios. “Teníamos una joda anual, pero la gente pedía más, entonces alquilamos un lugar para realizarlas más seguido”, relata Marcenac. Años después vendrían otras fiestas, como La Porteña o más reciente la Tincho Fierro, buscando un mismo objetivo: maridar la tradición con el boliche.
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La fórmula: primero folklore, después cachengueEste tipo de eventos suelen compartir su rutina: empiezan temprano, a eso de las nueve, con bandas de folklore, mientras ofrecen comida y bebida. “En nuestro festival tenemos pantallas grandes que pasan imágenes de Argentina, mientras las personas escuchan la música”, comenta Daniel Dartiguelongue, cofundador, junto con Bautista Bourdieu, del festival “La Porteña” (Av. Sta. Fe 4389). Los Tabaleros, Peteco Carabajal, Sele Vera y los Pampas fueron algunos de los nombres que pasaron por su escenario el pasado fin de semana.
Sin embargo, hacia la medianoche o más tarde, llega un DJ y empieza el boliche. “También pueden tocar bandas de cumbia, de pop y distintos géneros–comentan desde la organización de la Tincho Fierro–buscamos que sea un lugar de encuentro donde la gente pueda estar cómoda”. En su propuesta de la semana pasada, se combinaban grupos históricos como Los del Fuego o Los Colorados, con cantantes más nuevos como Chule y Max Carra.
En épocas de La Rural estos eventos explotan, con entradas agotadas todos los días. “Viene todo el Interior a Buenos Aires, se llena todo, la gente se enloquece”, describe Juan Marcenac de “La Peña” en Recoleta. Ejemplo de esto son los miles de videos en las redes que muestran estos espacios abarrotados de jóvenes gritando y bailando un gato o una chacarera.
Así es la peña La Tincho Fierro“La gente descubre que está buenísimo encontrarse con otros con los mismos valores, en un lugar sano, donde todo convive en armonía”, opina Daniel Dartiguelongue. Entre su público hay mayoritariamente estudiantes universitarios que se quedan hasta las cinco de la mañana bailando, pero también apuntan a segmentos más grandes que les interesa la primera parte de la fiesta. “Nuestra búsqueda es que convivan diferentes universos, diferentes grupos sociales y que los una la música”, concluye Dartiguelongue.
Las antecesoras: peñas con todas las letrasSi bien estas fiestas son una propuesta innovadora, las peñas porteñas ya existían hace rato. “Nosotros estamos desde cuando La Rural duraba un mes”, comenta Juan Chillado Biaus de “La Casa de Los Chillado Biaus” (Rodriguez Peña 1224) que nació hace 24 años. “Mi objetivo es que la gente se sienta como en su casa, no en un boliche, por eso escuchamos música tradicional”, explica su fundador.
Otros sitios donde se celebran este tipo de reuniones en la ciudad son La Morena (Austria 2032), un restaurante de comida regional que también funciona como reunión de guitarreros, y La Peña de Pancho Guevara, que está todos los jueves en el bar Pal Que Guste (Talcahuano 949).
A diferencia de las anteriores, se trata de veladas donde solo se escucha folklore toda la noche y se acompaña la jornada con vino y empanadas. De acuerdo con Chillado Biaus, “a toda la juventud le divierte este tipo de música”, e incluso dan clases para aprender a bailar. Si bien los jueves predominan más los estudiantes, durante los fines de semana llegan familias y personas de todas las edades.
Peña en la Casa de los Chillado BiausAunque parezca un lugar escondido en medio de la capital, este local fue declarado sitio de Interés Cultural, y en su escenario han nacido nombres que ahora resuenan por todo el país, como Maggie Cullen y Los Huayras. Incluso la familia dueña del establecimiento conformó varias bandas y su apellido es conocido en el mundo folklórico.
Por cachengue o tradición, el folklore igualmente hermanaYa sean propuestas recientes o bien con años de trayectoria, lo cierto es que son cada vez más populares estos encuentros de música y tradición. “Muchos quieren participar porque tiene que ver con nuestro origen y el programa está bueno porque te sentís cómodo”, comentan desde la Tincho Fierro. Su lema “Estás a una Tincho de enamorarte” surgió porque a sus creadores les sorprendió la cantidad de parejas que se formaban en la fiesta. Algo similar ocurre en La Casa de los Chillados, donde incluso se han celebrado casamientos dentro del salón.
“Se ha formado una familia impresionante, al bar vienen hijos de amigos míos e incluso gente que yo tuve en brazos hoy viene al boliche–explica Juan Marcenac de “La Peña”– Buscamos crecer, pero sin volvernos masivos, porque no queremos perder nuestra esencia, nuestra identidad de club”. Con la intención de no olvidar su origen, el bar Tamarisco también ofrece un espacio para que los grupos misioneros, universitarios o de organizaciones sociales realicen sus propias peñas y recauden fondos.
La masividad de estos eventos demuestran que la juventud argentina no está nada alejada de la tradición. Así lo resume Daniel Dartiguelongue de “La Porteña”: “Yo no creo que sea una moda, el folklore siempre estuvo ahí, era cuestión de saber cómo presentarlo a las nuevas generaciones”.