Francisco: cuatro símbolos, cuatro ideas fuerza

Hace ya doce años, en agosto de 2013, cuando el cardenal Jorge Bergoglio ya había sido elegido como Papa y daba sus primeros pasos como pontífice, se publicó mi libro Francisco, un signo de esperanza, en el que hacía una síntesis biográfica sobre su vida y el proceso del cónclave en el que fue elegido, así como sus primeros pasos en el Vaticano. Como católico, estaba orgulloso de que un argentino accediera a ese cargo y así traté de expresarlo.

Hoy, más allá de las diferencias políticas que pude tener con él respecto a nuestro país (algo que entiendo le sucedió a muchos católicos argentinos), debido a ciertos personajes políticos a quienes recibía o, incluso, elegía para algún cargo, quiero volver a esos primeros días, corriendo el velo de la grieta que nos caracteriza a los argentinos y que siempre nos hace desconocer a los grandes personajes de nuestra historia en tiempo presente, desde San Martín hasta la fecha.

En aquel momento, destacaba, entre otras cosas: la elección del nombre, el escudo, el lema elegido y la cruz, así como las cuatro ideas fuerza de su pensamiento y es lo que voy a tratar de volver a repetir ya que, pese a lo mucho que ya se ha escrito sobre su papado luego de su fallecimiento, puede sumar algo distinto.

Sabemos que, cuando en el cónclave ya superaba los dos tercios de los votos y estaba siendo elegido, el cardenal brasileño Claudio Hummes, arzobispo emérito de San Pablo, que estaba sentado a su lado, lo abrazó y le dijo: “No te olvides de los pobres”. Y según contó el nuevo papa dos días después, pensando en los pobres y en los conflictos en el mundo, automáticamente pensó en San Francisco de Asís y escogió ese nombre, siendo la primera vez en la historia que un Papa se hacía llamar Francisco. “Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la creación”, dijo en aquel momento, y agregó: “¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre para los pobres!”

En cuanto al escudo papal, Francisco mandó realizarlo sobre la base del que tenía como arzobispo de Buenos Aires, con el agregado de los signos de la dignidad pontificia que también había utilizado Benedicto XVI y, en el centro del escudo azul, mandó colocar tres símbolos: el emblema de la Compañía de Jesús (IHS, “Jesús Salvador de los hombres”); una estrella, simbolizando a la Virgen María; y una flor de nardo en evocación de San José. Curiosamente, estos tres símbolos de su devoción personal estuvieron presentes en la tapa de su ataúd de madera.

Por otro lado, el lema que había mandado poner en lo bajo del escudo era: “Miserando Atque eligendo”, que en latín significa: “Lo miró con misericordia y lo eligió”, que era el mismo lema elegido en su consagración episcopal. Dicho texto estaba tomado de las homilías de San Beda el Venerable, quien de esa forma comentaba el llamado de Jesús a san Mateo, el recaudador de impuestos, cuando lo miró con misericordia y le dijo: “Sígueme”. Por otra parte, también tenía que ver con el propio llamado de Dios que había recibido Bergoglio en la fiesta de san Mateo, en 1953, con 17 años, tras una confesión en la basílica de San José de Flores. Por esa razón, el tema de la misericordia de Dios ha sido una referencia permanente durante todo su papado.

Por último, estaba la cruz. Me refiero a la cruz de plata que llevó colgada Francisco en su pectoral, no sólo durante estos doce años, sino también siendo obispo en Buenos Aires. Tiene la particularidad de que en su interior no está un Cristo crucificado, sino que aparece en su figura de Buen Pastor, cargando una oveja en sus hombros y con la paloma del Espíritu Santo descendiendo sobre él. Verla junto al altar, de un tamaño mucho más grande durante la misa de exequias celebrada por el cardenal Juan Bautista Ré en Roma, me hizo recordar también su permanente llamado a los religiosos a vivir una Iglesia en salida a pastorear, a tener olor a oveja.

Adicionalmente a la mención a estos símbolos, que nos recuerdan en todo su sentido y profundidad su prédica y acción durante estos años, quisiera también hacer mención a las cuatro ideas fuerza de su pensamiento lógico que repitió mucho al comienzo de su papado: “El todo es superior a la parte”. “El tiempo es superior al espacio”. “La unidad es superior al conflicto”. “La realidad es superior a la idea”. Creo, sinceramente, que en estas cuatro ideas, podemos también ver reflejada su manera de actuar y pensar respecto a esa invitación también permanente de salir al encuentro, de buscar la unidad y el diálogo, por encima de las ideologías, en busca del bien común. El paso del tiempo, que es superior al espacio acotado de la vida, seguramente nos lo haga ver con mayor claridad.

Por último, dos curiosidades más. Tanto el papa Francisco como san Juan Pablo II murieron casi en las vísperas de la Fiesta de la Divina Misericordia (se celebra el primer domingo después de la Pascua) y durante la ceremonia de exequias de ambos, el viento movió las hojas del evangelio colocado sobre el ataúd. Ambos hechos son algo significativo de la acción del Espíritu Santo que no debe olvidarse (más allá de las diferencias entre ambos) para poder entender cómo la Iglesia ha prevalecido durante más de dos mil años. Seguramente, esa misma acción del Espíritu será la que defina el nuevo cónclave, aunque muchos analistas reduzcan todo a cuestiones y conveniencias políticas.

Escritor



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/francisco-cuatro-simbolos-cuatro-ideas-fuerza-nid28042025/

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