“¿Big is better?”: esa extraña tendencia de camuflar vinos “medio pelo” con botellas más pesadas

No son pocos los que, delante de la góndola de vinos, destacan a aquella botella notoriamente más voluminosa y pesada que el resto. “¡Este debe ser muy buen vino!”, es el pensamiento automático que puede surgir ante algo que no es otra cosa que un exceso –innecesario– de vidrio en el empaque.

Hay que ser claro al respecto: no existe relación directamente proporcional entre el peso de la botella y la calidad del vino que se encuentra en su interior. Dicho eso, también es cierto que muchas bodegas ceden a la inercia de embotellar sus mejores vinos en botellas de tamaño y kilaje más imponentes.

“Si cambiamos a botellas más livianas, van a pensar que estamos bajando la calidad”, es el argumento que esgrimen habitualmente desde el área de marketing de bodegas que no se animan a alivianar los envases.

Y, lo que es peor aún, existen incluso algunas bodegas que camuflan sus vinos “medio pelo” con botellas más pesadas de lo habitual aprovechando el efecto que suele tener el “big is better” en la psiquis del consumidor de vino promedio.

Pero, entonces, ¿qué nos dice una botella pesada? En principio, nada. En segunda instancia, nada bueno. Pues habla en todo caso de la dificultad de la industria de dar respuesta a la necesidad de reducir la huella de carbono de sus productos.

En algunos países, incluso se penaliza el uso de botellas pesadas. Canadá, por ejemplo, prohíbe el ingreso de botellas en las que el vidrio pese más de 450 gramos.

Menos huella

Los efectos de reducir el peso de los envases de vidrio son más que elocuentes. Una compañía productora de botellas calculó que al reducir un 8% el peso de su formato más liviano logró evitar que, por cada millón de unidades producidas, se emitieran siete toneladas de CO₂ a la atmósfera.

Si bien existen en la Argentina envases de vidrio de 340 gramos, el grueso de las botellas en promedio se encuentra entre los 500 y los 600 gramos. Al mismo tiempo, siguen circulando como productos estándar otras que superan los 800 gramos, y no es raro toparse con una de un kilo.

Pero lo cierto es que bajar el peso de la botella es una vuelta a las raíces. Es desandar la tendencia, relativamente reciente en el mundo del vino, de asignar estatus a algo que no lo merece.

Después de todo, una botella de Château Lafite-Rothschild solo pesa 540 gramos. Como Premier Grand Cru Classé de Burdeos, nunca cedió a la tentación de destacarse por otra cosa que no sea lo que viene en su interior.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/que-sale/esa-extrana-tendencia-de-camuflar-vinos-medio-pelo-con-botellas-mas-pesadas-nid08072025/

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