Un flechazo en el mercado: de Haití a Mendoza pasando por el terremoto de 2010, el desarraigo y una estación de servicio

Hay historias de amor que nacen en una cena, en un aula o en una fiesta. Pero la de Rolex Charles y Paola Leontes empezó en el lugar menos pensado: el minimarket de una estación de servicio en Mendoza. Él atendía detrás del mostrador. Ella, entró apurada a comprar algo camino al hospital. Un cruce de miradas, una charla breve y el intercambio de un número de teléfono fueron suficientes para que comenzara una historia que no sería fácil, pero sí verdadera.

Antes de llegar a ese instante, la vida de Rolex había tomado un rumbo impensado. Originario de Cabo Haitiano, Haití, su mundo cambió para siempre el 12 de enero de 2010. Aquel día, un terremoto devastó a su país, dejó más de 300 mil muertos y destruyó hogares, familias, escuelas y recuerdos. Tenía 28 años y daba clases de Historia cuando todo se vino abajo.

“Salimos corriendo como locos, aterrorizados. Sentíamos que estábamos en el epicentro”, recuerda hoy, desde otra tierra y otro idioma.

Luego de sobrevivir, perder familiares y ver cómo la tierra devoraba su vida, Rolex tomó una decisión. Junto a su mejor amigo, Wiki Jules (inseparables desde entonces) decidieron aceptar una beca para estudiar en Brasil.

Sin embargo, al llegar se encontraron con otro obstáculo: el idioma. “Solo hablábamos criollo haitiano, nos sentíamos analfabetos”, admite.

En Curitiba conocieron a Ana Manduca, una joven mendocina, que les enseñaba portugués mientras preparaba su tesis de ingeniería. Sin saberlo, ella sería la llave que abriría las puertas de otro destino: los motivó a viajar a Mendoza, Argentina, donde existía la posibilidad de estudiar gratis.

Y allá fueron, sin abrigo, sin plata y sin certezas.

El invierno, la nieve… y la familia

En 2011, el invierno cuyano los sorprendió con su crudeza. Los dos amigos durmieron donde pudieron, tocaron puertas. Finalmente, una amiga de Ana los llevó a la sede de migrantes. Allí, ocurrió un milagro: conocieron a Mónica y Eduardo Heras, un matrimonio que les abrió las puertas de su casa.

“Eran tan generosos que hasta sospechábamos. Pero nos encomendamos a Dios y aceptamos su ayuda”, dice Rolex. El matrimonio no solo les dio un techo: los adoptaron como hijos, los anotaron en clases de español e impulsaron a seguir estudiando. Rolex eligió Seguridad e Higiene y Wiki, Telecomunicaciones. Años después, ambos se recibieron. Y, entre tantas batallas ganadas, apareció el amor.

“Nos pasamos los teléfonos y la invité a salir…”

Paola, enfermera del hospital Notti, conoció a Rolex gracias a una amiga en común. Ella hacía una compra apurada, él trabajaba en el minimarket. No hubo terremotos ni fuegos artificiales. Solo una charla sencilla, una conexión silenciosa pero nítida. “Nos pasamos los teléfonos y la invité a salir”, cuenta Rolex con una sonrisa.

Desde entonces, Paola se volvió su refugio. Su impulso. Su lugar seguro. Con el tiempo llegaron Gael y Pedro, sus dos hijos, que vinieron a sellar su amor.

Aunque Rolex aún no ha podido reencontrarse con su madre —Melanie, quien lo tuvo a los 15 años y sigue viviendo en Haití— logró construir en Mendoza una familia que nació del amor y la voluntad de salir adelante.

Un amor con memoria

Rolex no olvida. El terremoto que lo obligó a dejar todo. La beca que ya no cumplía su propósito. Las primeras noches en ojotas. La vista a la cordillera desde la pieza prestada. La amabilidad de quienes lo recibieron sin pedir nada. Y a Paola, que llegó sin buscarla, como todo lo bueno en su vida.

“Me siento un poco argentino”, dice, y no hace falta que lo aclare. Su historia de amor, de lucha y de familia ya forma parte de este país.

Hoy, con 43 años, y tras un intento de radicarse en Miami que no resultó como esperaba, Rolex está a punto de regresar a Mendoza. Dice que la extraña. Que quiere estar con los suyos. Que allá está solo, pero acá lo espera una mujer que lo eligió más allá de su historia, más allá de todo.

“El destino nos unió para siempre”

Wiki sigue siendo su mejor amigo. Paola, su compañera de ruta. Y sus hijos, el motor que lo mantiene firme cuando los días se hacen cuesta arriba. Las dificultades siguen, claro: un país golpeado, una economía inestable, la nostalgia por Haití, el anhelo de ver a su madre.

Pero si algo aprendió Rolex es que el amor no aparece cuando uno lo espera. A veces sucede en una estación de servicio. En forma de mano extendida. Una mujer que te mira y te entiende… aunque vengas de muy lejos.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/un-flechazo-en-el-minimarket-de-haiti-a-mendoza-pasando-por-el-terremoto-de-2010-el-desarraigo-y-una-nid04072025/

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