“La Uriburu”, así le dicen, es una escuela primaria emblemática de Caballito y forma parte de la historia familiar de sus vecinos, así como lo es el contiguo Parque Centenario. Las columnas y el verde de sus espacios externos con árboles y palmeras acrecientan su porte de palacio o museo, integrándose al luminoso Parque que diseñó el paisajista Carlos Thays y en cuyo entorno se erigen el Museo de Ciencias Naturales, el Colegio Divino Rostro, los hospitales Naval y María Curie, la Fundación Leloir y el Instituto Pasteur.
Antiguamente, estos predios fueron potreros, viviendas sencillas con huertas, baldíos y hornos de ladrillo. Luego pertenecieron a una familia de apellido Piñero, que estableció una quinta hasta que la comuna porteña compró, en 1898, toda el área con la idea de crear un paseo que iba a llamarse Parque del Oeste o Central. Sin embargo, quedó el nombre actual a pesar de que no estuvo terminado cuando se cumplió el aniversario patrio.
Esta es una de las conocidas “escuelas palacio”, llamadas así por las dimensiones y fachadas de imponente arquitectura albergando aulas higiénicas, luminosas y ventiladas. Propósito que se implementó a fin de dotar de prestigio a la enseñanza equiparando a todas las clases sociales, y poniendo de manifiesto la majestad del Estado.
La Uriburu se programó en 1913 como escuela de varones y se empezó a levantar al año siguiente de acuerdo al diseño del arquitecto Juan Waldorp (h) –como refiere la firma en la entrada–, quien fue proyectista del Consejo Nacional de Educación, director de Arquitectura de la provincia de Buenos Aires y presidente del Centro de Ingenieros, autor de diversas obras importantes, como el Instituto Bernasconi.
En tanto que la construcción estuvo en manos de la empresa Bergerot, Malenosky y Parodi, tal como consta en el órgano oficial del Consejo, El Monitor de la Educación Común, del 31 de julio de 1915, donde se registra el pago de “$ 32.142,23, importe de certificado N°1 por construcción de un edificio escolar en el Parque Centenario”.
Todavía no tenía nombre, carencia que suscitó que en un principio se la nombrara como “Escuela del Parque Centenario”. Cuando llegó el momento de cortar la cinta de inauguración, el lunes 5 de junio de 1916, se la bautizó como Presidente Uriburu (inicialmente N°16 Distrito Escolar 13) por el ilustre José Evaristo Uriburu, un propulsor de nuevos establecimientos educativos y del edificio del Congreso cuando se desempeñó como primer mandatario entre 1895 y 1898 a raíz de la renuncia del presidente Luis Sáenz Peña, quien había asumido en 1893.
Como se acostumbraba entonces, desde el inicio de clases hubo un hogar para la directora del establecimiento hasta que en 1948 se destinó ese ámbito al “Consultorio de Reeducación Vocal y Conducta” y posteriormente fue la sala de foniatría hasta 1981. La primera ocupante –y primera directora– fue la señorita Paz Tiscornia, quien manejó la escuela hasta 1927 cuando se jubiló, como se consigna en un saludo especial, emotivo, en el libro de firmas. Antes de su retiro, en 1926, se creó la biblioteca, que sigue ocupando un destacado rol con un variado catálogo reuniendo muchos clásicos de la literatura infantil y juvenil.
Jerarquizar el prestigio ganadoLa escuela mixta de enseñanza común Presidente Uriburu N° 17 DE 2 funciona en una superficie de 5.200 m2 para nivel inicial (4 y 5 años) y primario, en la modalidad de jornada completa con comedor al mediodía. Parte de su historial, entre 1949 y 1957, transcurrió en un edificio de Julián Alvarez 123, hasta que retornó al palacio de Ángel Gallardo 246.
“Empecé aquí como vicedirectora suplente el año pasado, concursé y gané la titularidad. Es mi primera vez como ‘Dire’ y estoy contenta porque la elegí, tenemos un buen cuerpo docente, familias con varias generaciones de alumnos y nos espera un lindo desafío ya que es una escuela con un gran potencial y hay muchas cosas por hacer, como nos propusimos en el proyecto educativo 2025”, afirmó Bárbara Armendáriz.
Agregó que son unos 350 alumnos, de los cuales la mayoría son del barrio y una minoría son hijos de familiares que trabajan en la zona. “Estamos enfocados en profundizar en materias como lengua y matemáticas, así como también en el tema de convivencia escolar con la participación de los delegados de cada aula. Esta escuela siempre tuvo mucho renombre y se ha destacado por el nivel formativo; pero no tenemos logo, así que otra de las aspiraciones es crearlo con la intervención de los alumnos y así afianzar la identidad”, dijo entusiasmada.
En el plan de trabajo, con propuestas articuladas con los docentes, el equipo directivo se propone acciones para las problemáticas pedagógicas y a la vez incrementar la autonomía de los alumnos. Como es habitual, el funcionamiento de la comunidad educativa está acompañado por la asociación cooperadora escolar “Por nuestrxs hijxs”.
Por supuesto, otro de los platos fuertes de la vida cotidiana está en el comedor, donde la cuchara de chef la esgrime Rosana Espinoza: “Soy cocinera desde mi juventud y aquí llevo ocho años preparando las comidas para todos los chicos. Hoy, por ejemplo, les vamos a servir estofado de pollo con fideos y mañana milanesa con ensalada de zanahoria, tomate y huevo”.
Vale acotar que además de la primaria y el jardín, en horario vespertino/nocturno suelen desarrollarse otros cursos de capacitación, entre ellos, dos veces por semana, se imparten clases de danza dependientes de la Escuela Nacional Aída Mastrazzi, cuya sede principal (otro edificio histórico) se encuentra en Esmeralda 285.
El estilo palacio que marcó una épocaUn triángulo con dos vértices en forma de ochava y el tercero redondo, entre las avenidas Ángel Gallardo y Patricias Argentinas y la calle Juana de Ibarborou (antes Eduardo Acevedo), junto al Parque Centenario, es el plano de La Uriburu, una especie de isla porque no tiene ningún edificio lindero.
Su frente, sobre la primera arteria, tiene 101 m con un sector derecho de rejas rodeando árboles y plátanos; mientras que su contrafrente mira al parque con 112 m y el lado menor, sobre Ibarborou, mide 68 m. Por tener un gran patio central, visto desde el aire la estructura se asemeja a una escuadra, como las de los útiles escolares.
Sobre todo, resalta la fachada del pabellón de acceso y la esquina redonda con grandes ventanales que se planificó primariamente como salón de fiestas y con el tiempo se convirtió en aula de música. En el vértice curvo externo se distribuyen distintos ejemplares de árboles asociándose con el parque y con el histórico puesto de flores callejero.
En el portentoso frontis con dos especies de torres y balaustradas rematando la parte superior impresionan las columnas tipo jónicas, acanaladas, sobre soportes y con capiteles ornamentados, así como otros detalles decorativos como molduras de laureles, flores y hojas en los arcos de los ventanales que se suceden en todo el contorno. Las puertas, ventanas y reja perimetral verdes enfatizan el impacto visual.
Muy bien restaurada con trabajos que implicaron la impermeabilización de cubiertas, cambio de chapas, reparaciones varias en el patio interno, mantenimiento de áreas verdes y –lo más notable– la puesta en valor de la fachada para potenciar y mantener la estimación integral por su significado cultural, por su imagen característica, la siguen posicionando como un símbolo del barrio de Caballito.