La vida real no está en las redes sociales. Por suerte; menos mal; alabado sea el Señor. El programa más relevante de la televisión, Gran Hermano, se acerca al final de esta edición y una dedicada minoría destila, en especial en X, un odio gratuito, difícil de entender, a favor de uno u otro jugador.
Son intensos, pero no tantos, y contrastan con la simpatía de la gente por el programa y sus protagonistas en calles y comercios. Y con el rating, que todas las noches eleva a GH a la cima de las mediciones.
Es un formato virtuoso porque es un juego —una competencia por un premio entre jugadores según reglas— y un reality ya que la Casa representa en alguna medida a la sociedad gracias a un casting muy cuidado.
Pero, si bien la Casa replica el afuera, creo que el odio que vemos en X ahora, en la instancia final del programa, supera los cruces furiosos entre los participantes. Además, es un odio gratuito: los fanáticos de uno u otro jugador no arriesgan nada y, por lo tanto, no ganarán nada cualquiera sea el resultado del juego.
Al menos los jugadores, cuando se pelean y se agreden verbalmente, lo hacen presionados por los premios que quieren recibir; en el caso de los tres primeros, una casa y una considerable suma de dinero para cada uno de ellos. Y en un contexto marcado por el encierro, la convivencia con desconocidos y el bombardeo de estímulos desde el exterior.
Santiago Del Moro se refirió a las acusaciones sobre los posibles fraudes dentro de Gran HermanoPor eso, es difícil entender a los usuarios de las redes que, sin poder influir para nada en la Casa ni en el resultado, cierran filas contra una determinada jugadora porque es “la acomodada de la producción”. Y que, cuando esa jugadora es eliminada por el voto del público, reaccionan con un: “Claro, era tan evidente el acomodo que ya no podían sostenerlo”.
O cuando van contra un analista porque osó criticar una actitud de un jugador vinculándolo con el fandom de alguno de sus competidores y enderezando el odio hacia alguna conspiración traída de los pelos. ¡Qué gran cosa las conspiraciones! Todo lo explican, todo lo prevén. Lástima que sean falsas.
Una explicación fácil es vincular esas llamaradas de desprecio al mensaje cotidiano que baja del círculo gobernante, con el presidente Javier Milei a la cabeza. No me resulta una explicación definitiva: en política, la demanda crea la oferta; creo que el odio estaba antes del triunfo libertario.
La Final De Gran Hermano Tiene Fecha Confirmada Y Nuevamente Una Mujer Será EliminadaEn ese sentido, el último Edelman Trust Barometer —un relevamiento global— indica que en la Argentina el 65 por ciento de la gente está resentida porque siente que el “establishment” —las elites— lo perjudica y se queda con los mayores beneficios del esfuerzo común.
Esa sensación está a tono con lo que pasa en muchos otros países luego de la pandemia.
Tal vez no haya que exagerar la representatividad de X: Ariel Torres, el especialista de LA NACION, reveló el año pasado que solo el 18,5 por ciento de argentinos es usuario de esa red social, y que serían usuarios activos apenas la mitad.
Este dato es avalado por el cariño de los televidentes en la calle, algo que, por supuesto, resulta difícil de cuantificar pero que indica que, más allá del odio inocuo de esa minoría tuitera, Gran Hermano marca agenda y está muy presente en las conversaciones de la gente. ¿Hay mayor premio que ése?
Periodista, escritor y analista de GH