“Hoy toca almuerzo en La Pulpe”, dice Victoria Olmos, de 33 años, con una sonrisa que anticipa el ritual de cada semana. Automáticamente, ya imagina el sándwich de milanesa completo que la espera a unas cuadras de su oficina. El trabajo de Vicky queda muy cerca del pasaje Voltaire, en Palermo, y caminando hace algunos años, descubrió uno de los secretos mejor guardados del barrio. Desde entonces, “La Pulpería de Francisco” se convirtió en su refugio y también de sus compañeros. “Me salva los mediodías. Me encanta porque ya saben lo que me gusta y cada vez que voy me dicen: “lo de siempre”. Cuando tengo un mal día siempre me lo mejoran”, afirma la joven sobre este pequeño emprendimiento con más de 20 años en la zona.
Truco, torneos de ajedrez y rondas de vermú animaban las tardesLa historia de este rincón arranca en 1998, cuando a Don Francisco Godinez, hombre de oficio en la gastronomía, se le ocurrió montar un local con comida al paso para los oficinistas y transeúntes. La ubicación era estratégica: sobre Avenida Dorrego al 2000. En esta época, Palermo era distinto, bien barrial, y rodeado de casas bajas. Con los años, llegaron las primeras empresas, pero Don Francisco, visionario, ya se había adelantado al pulso que transformaría al barrio. Su gran especialidad eran las pizzas y empanadas, servidas en un ambiente sencillo. La Pulpería estaba situada en un antigua casona con techo de bovedilla, paredes de ladrillos a la vista y características coloniales. En aquellos días, “La Pulpe” se convirtió en un punto de encuentro del barrio en donde a diario organizaban partidos de truco, torneos de ajedrez y rondas de vermú que animaban las tardes.
Entre los empleados estaban Mariano Pérez y Elina Quaglia, de 21 y 20 años respectivamente, quienes comenzaban con sus primeros pasos en el rubro de la gastronomía. Dos años más tarde, se les presentó la posibilidad de adquirir el fondo de comercio. “Éramos muy jóvenes, pero enseguida decidimos dar el gran paso y ponernos al frente”, rememora Elina, a LA NACIÓN. En homenaje al creador del espacio, mantuvieron su nombre original. “Francisco era un apasionado de la gastronomía y los negocios, un adelantado que ponía el corazón en cada proyecto que encaraba, por eso, y en su honor, nunca cambiamos el nombre del local. Para nosotros fue un gran maestro. Habla de mantener nuestros orígenes, la esencia de lo que fuimos y somos. Aunque el barrio se transforme y mute como hasta el día de hoy, seguimos siendo los mismos”, asegura. De los inicios también conservan el antiguo cartel con fileteado porteño que los acompaña en cada mudanza. En el 2013 se mudaron a su ubicación actual en la esquina de Arévalo al 1951, cerca del tranquilo pasaje Voltaire.
Un espacio de “comida al paso”: entre pizzas y milanesasCon el tiempo, decidieron ampliar la oferta gastronómica del local para atraer a nuevos vecinos: estudiantes, oficinistas y obreros que llegaban con el auge inmobiliario. “Decidimos darle una orientación más “al paso” y con propuestas sencillas y económicas”, detalla. Sumaron tartas, platos del día como el pastel de papas o vacío al horno y los abundantes sándwiches de milanesa (ideales para compartir). Este último se convirtió en la estrella indiscutida de la casa. Los preparan en el momento y trabajan con carne (nalga) de primera calidad. Salen acompañados con papas fritas caseras y con un pan baguettin de 30 cm. El súper completo trae jamón, muzzarella, lechuga y tomate. También tienen una versión “Napolitano”; “A la Fugazzeta” con muzzarella y cebolla; “A caballo” con huevo frito o con jamón y provolone, entre otros. En cuanto a los secretos, Eli afirma que la clave está en la materia prima. “Hace 25 años que trabajamos con los mismos proveedores, el que compra un sándwich hoy sabe que mañana va a encontrar el mismo gusto y características”, afirma.
La pizza de fugazzeta rellena también tiene sus fieles. La prepara el maestro pizzero Gabriel Bozzuto, quien trabaja hace quince años en el local. Explota de muzzarella y tiene un toque final con aceite de oliva y provenzal. Por las noches, la cocina queda en manos de Maximiliano Ruiz Santamaria, otro histórico de la casa.
El altar y los recuerdos del barrioEn un rincón, sobre un estante, hay un “altar” de barrio: botellas antiguas, tazas, muñequitos y otras curiosidades que cuentan historias. “La colección surgió por un muchacho que vivía en situación de calle. Como nosotros le dábamos comida gratis, su gesto de agradecimiento era traernos recuerdos que encontraba en la calle. Con los años, algunos clientes aportaron también algún objeto”, cuenta. Entre ellos, Mariano guarda su tesoro: la colección de vinos de Diego Armando Maradona. Es fanático del astro del fútbol. “Están cerrados. Fue muy cómico porque hace poco tiempo vino a consumir al local la persona que había diseñado un tetra brik de Maradona y se emocionó mucho”, reconoce.
Conviven todas las generacionesCon los años el local se convirtió en un punto de encuentro del barrio donde conviven clientes desde hace tres generaciones. Los chicos del colegio cercano que solían venir a comer con sus abuelos o padres, ahora vuelven solos ya adolescentes o adultos. “Es muy lindo el ambiente familiar. Se han formado grupos de amistades entre clientes, partidos de fútbol, ¡hasta parejas!. El que viene sabe que va a encontrar esa charla y ese momento distendido. Hay clientes que comen detrás del mostrador mientras me cuentan su día. Además, Mariano suele organizar comidas con los veteranos del barrio. Realmente considero que somos más que un local de comidas. Siento que somos un lugar de referencia. Por su cercanía a las productoras televisivas también se han acercado personalidades del espectáculo. Desde Luis Ventura, Doris del Valle, Axel, Mariano Iudica, el cantante de la Berisso y Emiliano de “No te va a gustar”, los hijos de Marcelo Tinelli, Julián Weich, Fabiana Cantilo, Rodrigo de la Serna y Claribel Medina, entre muchos más.
“Amo lo que hago, la atención al público y el trato amistoso con mi clientela de siempre”, concluye Eli. En la esquina tranquila de Arévalo y Voltaire, su pulpería sigue latiendo con el mismo espíritu de barrio, como las de antes.