El camino hacia la era endogámica

¿Se sigue achicando el kirchnerismo? O lo contrario: ¿Acaba de encontrar una puerta de salida? En medio de los preparativos perokirchneristas en apoyo a Cristina Kirchner, a punto de quedar detenida, esa es la pregunta política clave. El kirchnerismo se ilusiona con haber encontrado una escapatoria: de la dispersión de las internas al instinto salvaje de unidad detrás de Cristina que, sueñan, les devolverá la centralidad política. El riesgo que no ven es la confusión de las necesidades del aparato kirchnerista con las de los votantes. Desde las elecciones de 2021, y luego en 2023, el voto popular dejó clara esa distancia entre la élite kirchnerista y las demandas de la gente. En ese vacío, Javier Milei encontró su oportunidad. Y por ahora, la sostiene.

El kirchnerismo empieza a delinear un camino para superar la crisis: de la interna entre el kirchnerismo más duro de Cristina y Máximo Kirchner y el independentismo de Axel Kicillof a la unificación detrás de Cristina, y sin derecho a ningún planteo personalista por parte de nadie. Para el kirchnerismo, los únicos derechos que importan en este momentos son los derechos de la expresidenta. Por ese lado fueron las palabras del senador José Mayans y su llamado a la acción: “A Cristina hay que restituirle los derechos”.

En el centro del poder kirchnerista, el círculo más cercano a Cristina y Máximo Kichner cree estar empezando a hilvanar respuestas a la urgencia de la coyuntura. El set de recursos políticos que imagina el kirchnerismo para surfear esta tormenta comienza a quedar claro. Primero, con una confusión entre las necesidades particularísimas de su conductora política con las de la gente y los votantes. Ahí está el lanzamiento del lema “Cristina libre” con dos objetivos. En un plano judicial, el “Cristina libre” encabeza una campaña en busca de apoyo internacional para la liberación de la expresidenta. Pero en el corto y mediano plazo, ese lema pretende ordenar el contenido de la campaña 2025 y encarar la reorganización partidaria hacia 2027: ése es el costado más riesgoso. Se trata de una suerte de actualización del “liberación o dependencia” que atravesó la política peronista del siglo XX, ahora cargado de contenido cristinista: una gesta personalista que se deriva directamente del culto al líder. En realidad, hay chances de que el “Cristina libre” deje al kirchnerismo cada vez más lejos de la gente y de su capacidad de representación.

Hay que volver a una entrevista radial que dio el senador Eduardo de Pedro el fin de semana: ahí está contenido buena parte del espíritu de la nueva estrategia que encara el kirchnerismo: “Me parece paradójico que un concepto como la ‘libertad’, con el cual llegó al gobierno Milei, lo vamos a terminar usando nosotros como bandera. Vamos a terminar usando la palabra ‘libertad’ al lado de la palabra Cristina. Ese concepto nos va a marcar una agenda de lucha, electoral, de planificación para la elección de 2025 y la de 2027”. Nunca más explícita la manifestación de una miopía política que achica el campo de visión: el kirchnerismo haciendo campaña por su líder en lugar de plantear soluciones para los problemas de la gente y una visión futura para la Argentina. Una libertad personalista versus la libertad popular que promete Milei.

Segundo, el kirchnerismo plantea una reorganización de la actividad partidaria pero con el pasado en el horizonte. Para esta campaña, el contenido con el que insistirá es la reivindicación del legado de Néstor y Cristina. De Pedro lo sintetizó bien: un mensaje para “los más jóvenes que nacieron después de 2003 y seguramente no tienen ningún tipo de recuerdo del gobierno de Néstor, del 2001. Es hora de empezar a contar y difundir cuál era la Argentina antes de Néstor y Cristina, y cuál fue la Argentina después”. Como si el kirchnerismo no viniera insistiendo con esa militancia y micromilitancia del relato desde hace décadas: las “clases magistrales” y los posteos de Cristina Kirchner no dejan olvidar a nadie cuál cree que es su legado histórico.

La presidencia de Alberto Fernández, diseñada por Cristina Kirchner en su rol de vice, no es parte de ese racconto. La memoria kirchnerista es interesada: la recuperación épica de un pasado nestorista y cristinista como el gran dador de respuestas populares a la vida de los argentinos. Una arcilla que desafía datos macro y microeconómicos críticos, que desmienten esa tierra prometida y alcanzada. Toda la dirigencia y la intelectualidad kirchnerista disciplinada detrás de la negación generalizada de la realidad.

Tercero, el manual de resistencia kirchnerista viene con una radicalización de su autopercepción de superioridad popular: la identificación de la democracia con gobiernos peronistas y la construcción de sinónimo entre gobiernos de la oposición y variantes de una dictadura. El debate se viene dando dentro de la cúpula kirchnerista que ahora vuelve a dar la voz a figuras como Grabois, Pérsico o Moreno, minoritarias en su representación pero intensos en su presentación. La radicalización desafía la institucionalidad de los consensos democráticos del ‘83: si Cristina Kirchner está presa es porque la democracia y la república en la Argentina son una farsa. Desde la semana pasada, circulan dudas existenciales dentro de esa cúpula ampliada: ¿hay que convalidar esa farsa con el voto? ¿Hay que presentarse a las elecciones?

Máximo Kirchner no desmiente el debate. Al contrario, la semana pasada confirmó públicamente su existencia y las opciones que se barajan. De mínima, ir a votar, aunque sea en blanco pero ir a votar: la versión de Cristina. En una mayor radicalización antiinstitucionalista, llamar al voto en blanco; llamar a la abstención electoral o, directamente, nada: ni voto en blanco, ni abstención ni candidatos. Por el momento, Máximo Kirchner duda entre las opciones. Todas, diseñadas a partir de la experiencia del peronismo proscripto en 1963, para la elección que finalmente ganó Arturo Illia con el 25% de los votos, y un porcentaje muy similar de voto en blanco y peronista. La “proscripción” da forma a la autopercepción de superioridad democrática del kirchnerismo.

De Wado de Pedro y el “escuchar a Cristina” a Máximo Kirchner y la táctica del voto en blanco o la abstención, pasando por la falsa ilusión del peronismo como resistencia a la “farsa” democrática: en cualquiera de los casos, el kirchnerismo puede estar ingresando a una era endogámica. La consolidación de una política estéril en su poder de representación aunque el kirchnerismo crea lo contrario: que está abandonando la “militancia electoral”, táctica e instrumental para disputar poder, para recuperar la “militancia política”, que pretende acercarse a los reclamos de cada sector.

Para el kirchnerismo, el desafío es superar un fantasma de su historia reciente: el atentado contra Cristina Kirchner de 2022 y una épica que no prendió. El riesgo es que la nueva épica de la condena y la proscripción se encuentre con los mismos límites: ¿otra épica que no prende y sin poder de representación? La dirigencia y la militancia es consciente de que el atentado, ese hecho dramático en la vida de la entonces vicepresidenta y de la historia argentina no generó una épica sostenida. No encontró su lugar en la liturgia kirchnerista, ni siquiera en su núcleo más leal: no se incorporó a la vida política del peronismo como reclamo vital y constante. El atentado a la conductora del kirchnerismo no se convirtió en gesta: eso es todo un dato político.

Los indicios de aquellos días de 2022 fueron elocuentes. En las encuestas se notaba el descreimiento de buena parte de los argentinos en relación al atentado y al contrario, su certeza sobre la responsabilidad de Cristina en los hechos de corrupción. Los sectores populares menos politizados y más desmovilizados habitaban un universo paralelo donde el atentado no lograba penetrar con contundencia. El caso de Callejero Fino, uno de los raperos más populares de la Argentina, con millones de views en YouTube, mostró esa paradoja: un representante del pueblo ajeno a lo que el kirchnerismo suponía preocupaba al pueblo. Luego de una marcha nacional, un feriado y un acto partidario, el rapero más escuchado recién se enteró del atentado a Cristina Kirchner en vivo en un programa de televisión, cuando ya habían pasado tres días.

La coyuntura es única en la historia argentina. Cristina quedará presa en un doble sentido. Por un lado, materialmente, porque está condenada a seis años de prisión. Y por el otro lado, políticamente, la sentencia tiene mayor alcance: la exclusión de por vida de la posibilidad de ocupar cargos públicos, el oxígeno vital de cualquier dirigente político de su escala.

Hay un tercer encierro posible: el del kirchnerismo todo, aislado en su burbuja de percepción, con una realidad social y política que cada vez le queda más lejos.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/el-camino-hacia-la-era-endogamica-nid16062025/

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