Lo que pasó con Miguel Merentiel en la cancha de Huracán no fue solo una escena insólita: fue un síntoma alarmante de un club desbordado, al borde de una crisis terminal. Y puede traer consecuencias severas. Porque hoy, en Boca, todo parece fuera de control: el equipo, el banco de suplentes, la comunicación interna, el ánimo general. Nada funciona. El episodio del entretiempo en el Ducó expuso ese caos como nunca antes. El cambio ya estaba anunciado, el cuarto árbitro notificado, el reemplazo preparado en mitad de cancha. Pero Merentiel volvió a entrar. Como si nada. Se acomodó en su lugar sobre la derecha, listo para jugar el segundo tiempo.
Nadie le había avisado al uruguayo que salía. O no escuchó. O no se dio cuenta. O se hizo el que no entendía. El desconcierto fue total: Milton Giménez, quien debía entrar, se quedó esperando una orden, y los ayudantes se miraron sin saber cómo actuar. Juvenal Rodríguez, ayudante del DT, le preguntó: “¿Qué querés hacer con Merentiel?”, a lo que él respondió: “Nada, afuera, hacé el cambio”. Merentiel, entonces, salió por el lateral opuesto y se fue directo al vestuario. Allí, lleno de bronca, rompió de un golpe uno de los vidrios de la puerta. En medio de la peor racha en la historia del club, con 11 partidos sin ganar, la escena fue el reflejo más claro de un Boca sin rumbo. Y en ese desorden, la continuidad de Russo empieza a ponerse en duda.
👀 ¿QUÉ PASÓ? La secuencia, al detale, del cambio de Merentiel en el Ducó.
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La explicación de Russo sobre lo ocurrido con Merentiel no aclaró nada y complicó aún más la situación. “Ya lo habíamos hablado. Había un problema de papeles en el banco, nada más”, dijo. “Fue un problema con el cuarto árbitro y con la gente con la que hicimos el cambio. No le den importancia a esas cosas, no tienen sentido; fue por el papelerío”, agregó. Pero quedó claro que el uruguayo, por un error propio o porque nadie se lo comunicó, no sabía que tenía que salir. Además, sorprendió que fuera él quien dejara la cancha en el descanso, ya que su primer tiempo había sido flojo -como el resto del equipo- y, entre los dos delanteros, Cavani fue quien peor rendimiento tuvo.
El ciclo de Miguel Russo, que empezó hace menos de dos meses, ya transita su momento más crítico. Lo que sucedió en la cancha de Huracán, dentro y fuera del campo, superó casi todo lo anterior. Boca fue un equipo a la deriva: desorganizado, sin foco, sin conducción en el juego ni liderazgo desde el banco. En uno de los partidos más pobres de los últimos tiempos, se vio un equipo sin respuestas y un técnico que casi no dio indicaciones, afectado tanto por su estado de salud -visiblemente deteriorado- como por el desconcierto general. Mientras todo eso sucedía, en uno de los palcos del Ducó, sin la presencia de Juan Román Riquelme, pero con Mauricio Serna y Raúl Cascini acompañando a la delegación, el semblante de los dirigentes y miembros del Consejo de Fútbol hablaban por sí solos. Aunque el presidente aún tiene fe en Russo, la confianza se le torna difícil de sostener ante las señales que muestran el equipo y el propio entrenador.
En apenas siete partidos, Russo ya protagonizó momentos que marcaron profundamente su corta etapa al frente del equipo. El primero fue el papelón en el Mundial de Clubes: Boca enfrentó a dos poderosos europeos como Benfica y Bayern Munich, pero quedó eliminado sin ganar un solo partido, tras empatar contra Auckland City, un equipo semiamateur de Nueva Zelanda. Esa igualdad fue un golpe duro que derivó en una de las páginas más negras de la historia reciente del club. Luego, ya en el torneo local, llegaron dos empates sin brillo en el arranque del Clausura y, enseguida, una eliminación inesperada en 16avos de final de la Copa Argentina frente a Atlético Tucumán. Ese resultado le cerró a Boca una vía directa para clasificar a la próxima Copa Libertadores. Internamente, empieza a hacerse evidente que el mensaje de Russo no llega, que el equipo deambula por la cancha y que el orden y el equilibrio que se buscaban con su arribo son justamente lo que hoy más falta.
Incluso en el entorno más cercano del entrenador hay quienes ya no ven conveniente que continúe en el cargo. A su edad, el estrés y los disgustos por cada derrota calan demasiado hondo. “No estoy acostumbrado a pasar por esto”, explicó Russo tras la derrota. En 2021, su anterior ciclo en Boca también terminó con una racha negativa de diez partidos sin ganar, aunque en ese entonces venía de ser campeón de la Copa Diego Maradona y del torneo local. Hoy, en cambio, los títulos quedaron lejos y los fracasos, demasiado cerca. Mientras la próxima semana varios equipos afrontarán los octavos de final de la Copa Argentina o comenzarán a preparar sus series en la Libertadores, como River, Racing, Vélez, Estudiantes y Central Córdoba, Boca tendrá dos semanas libres hasta el duelo ante la Academia en la Bombonera, por la cuarta fecha el Clausura. Hay quienes creen que es momento de dar un golpe de timón antes de que sea tarde; otros, más cautos, apuestan a esperar el resultado de ese partido para tomar decisiones. Por lo pronto, la primera señal no fue alentadora: este lunes, tras el bochorno del Ducó, Russo decidió darle libre al plantel.
Internamente, el panorama tampoco es alentador. En el día a día conviven figuras de mucho peso que ya no tienen lugar en la cancha pero siguen entrenándose con el grupo, como Marcos Rojo y Sergio Romero, una situación incómoda que no contribuye a generar un buen clima de trabajo. En medio de todo, Russo asumió su cuota de responsabilidad: “Al hincha de Boca le pido perdón y disculpas. Es lo natural en esta etapa”, asumió. También intentó transmitir algo de esperanza: “No digo que Boca haya tocado fondo, porque tenemos material. Pero llegó el momento de cambiar algunas cosas. En estos 15 días que tenemos hay que trabajar mucho para lograr el cambio que el club necesita”. Sin embargo, estos días serán clave para el futuro de Russo. La crisis es tan profunda que en Boca todo se pone en duda a cada hora que pasa.