Máxima. Los “tesoros fashion” que resucita con éxito y que la consagran como una de las reinas mejor vestidas

Pocas reinas tienen tan claro como Máxima el poder de la moda como forma de expresión: la elección de un diseñador, un color en lugar de otro o un traje típico hablan sin necesidad de decir una palabras. Partiendo de esa base, Máxima de los Países Bajos -primero como princesa y luego como reina– supo construir a lo largo de los años su propio lenguaje fashion, donde más fue cada vez más, el coraje para probar nuevos caminos según su instinto fue la guía, y las joyas más espectaculares del cofre real de los Orange Nassau se volvieron protagonistas sin quitarles espacio a aquellas piezas especiales de su joyero personal, que en algunos casos tienen enorme valor sentimental y son guiños que remiten a la Argentina que la vio nacer.

En este universo fashionista, no hay rastros certeros de que Su Majestad tenga una única asesora de imagen. Los medios internacionales hablan, en cambio, de que sabe pedir consejos y escucha a un pequeño núcleo de especialistas, como los diseñadores Edouard Vermeulen, dueño de Natan, o Jan Taminiau, que están a la cabeza de sus preferidos. También destacan que Máxima sabe mejor que nadie cómo presentarse ante el mundo porque conoce exactamente qué le queda bien y qué no, además de que aprendió a amar la moda, una pasión que les heredó a sus hijas, las princesas Amalia, Alexia y Ariane, que no dudan en consultarla y “asaltarle” el ropero en busca de algún hallazgo que lleve a un nuevo nivel sus outfits.

REVIVIENDO SUS ARCHIVOS

Máxima es la reina de la moda circular porque, como una forma de mostrar austeridad y dar el ejemplo, en su placard los estrenos conviven con prendas vintage a las que, cambiándoles los accesorios o incluso interviniéndolas con pequeñas modificaciones, les renueva la cara. Una de las muestras más recientes y virales de esto se dio a principios de mes cuando, con motivo de su visita de Estado a Praga, rescató de sus propios archivos tres piezas que se llevaron todos los aplausos: un Valentino Couture de inspiración romántica que estrenó hace diecinueve años (¡y le sigue quedando pintado!), un vestido de Jan Taminiau con valor histórico porque lo lució en la coronación de Carlos III, y otro de gala y espectacular del mismo diseñador que se le vio en la celebración por los 50 de su marido, el rey Guillermo Alejandro, y durante la visita de Estado a Italia de 2017.

Abrir sus archivos es algo que hace cada vez más seguido. Sin embargo, más allá de cualquier declaración de principios y de que es pionera entre las royals que reciclan su vestuario, también puede que sea la forma que la Reina encuentra para reconectarse con momentos felices de su propia historia, la que construyó y sigue escribiendo al lado de Guillermo Alejandro como mujer, madre y reina de los Países Bajos, y la que empezó de este lado del océano Atlántico, cuando estudiaba en el colegio Northlands y soñaba con trabajar en Nueva York.

La tradición y protocolo que viene con su status real se da la mano con algunos guiños “argentos”, como, por ejemplo, cuando suma a sus looks collares y pulseras de Aracano, la firma de Federico de Álzaga (la pulsera que dice “Max” y está acompañada por una coronita es su favorita), o cuando luce trajes de su amigo Benito Fernández. Esa necesidad de que convivan los dos mundos no es excluyente a la moda, sino que lo extendió, además, al Palacio de Huis ten Bosch, donde decoró el salón Azul con los colores del cielo de su amada Patagonia, la figura de un cóndor, típico del sur argentino, y una recreación de la capa que lució el día de su coronación como reina consorte, entre otros objetos que la cuentan en cuerpo y alma. Como su ropa, ni más ni menos.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/revista-hola/maxima-los-tesoros-fashion-que-resucita-con-exito-y-que-la-consagran-como-una-de-las-reinas-mejor-nid25062025/

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