La extraordinaria carrera de Lionel Messi no está basada en su talento: cracks de su estirpe hubo (y habrá), decenas a lo largo de las páginas del fútbol. Tampoco en su físico, más allá de que en ese terreno, la preparación, el profesionalismo y la fortuna jugaron su partido. Ni siquiera el colmillo competitivo, uno de los mejores de la historia del deporte, solo comparable con el de Rafael Nadal y alguno más. Es algo más profundo. Su cabeza.
Tiene una mente maestra. Su cabeza en el súper competitivo mundo del fútbol funciona en otra dimensión. Lo hace antes y, sobre todas las cosas, lo hace mejor que el resto de sus colegas. La última certeza está a la vista: mientras compite y brilla en Inter Miami (un equipo de tercer orden mundial, que juega en competencias de tercer orden mundial, con la excepción del Mundial de Clubes), ya palpita la Copa del Mundo de 2026, casi, casi, a los 39 años. La juega en su cabeza y, a esta altura de su vida, en su cuerpo.
Hay que viajar a un año atrás, para dimensionar esta historia. La Argentina le acaba de ganar a Colombia por 1 a 0, segunda exitosa Copa América en serie, en Estados Unidos, el mismo escenario de la próxima Copa del Mundo (con los agregados de México y Canadá). Allí, exactamente allí, en donde decidió este falso plan de retiro, como algunos ingenuos creyeron.
La imagen es conmovedora: antes del gol de Lautaro Martínez, mucho antes de la celebración del bicampeonato, la Pulga llora desconsoladamente al dejar el campo de juego durante una final por primera vez en su carrera. Más allá del fuerte dolor en el tobillo derecho, las lágrimas del capitán de la Argentina traslucían el síntoma de una angustia más profunda. Dejó en banda a sus camaradas. Y ellos, que cada día jugaban mejor, lo pudieron hacer muy bien sin el genio sobre el césped.
Quedó en evidencia que el astro no superó la prueba física. A esa altura, parecía muy difícil que pudiera disputar el sexto Mundial.
Messi, desconsolado en el banco de suplentes tras salir lesionado 🥹🇦🇷
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Esa Copa América fue el primer gran torneo del genio luego de abandonar la elite, crear un proyecto familiar de larga duración y actuar en la atractiva, inocente MLS de los Estados Unidos. Y sus torneos satélites.
Recién en el último tramo de su trayectoria, el físico empezó a hablarle. Tal vez, sea la exigencia a la que fue sometido a lo largo de su carrera. Acaso, el lógico transcurrir del tiempo, que Messi asume.
Durante el año anterior, las molestias musculares lo obligaron a frenar la máquina y no participar de varios encuentros, en Inter Miami y en la selección. Lo que nunca. “Hay una cuestión: él quiere jugar siempre y todos los partidos, y a veces hay que hacerlo parar y convencerlo para que pare, justamente para que se pueda recuperar”, decía Tata Martino, conductor de Leo en el equipo nacional y en Estados Unidos. Error: siempre quiere jugar, aún en puntas de pie.
Años atrás, se conoció una frase de Pep Guardiola a Alejandro Sabella, de aquel brillante Barcelona a una noble selección que alcanzó la final de un Mundial. Le habría dicho: “Hablale poco. Blindalo en el equipo con sus compañeros, que le hagan el trabajo más sencillo. Escuchar muy bien lo poco que dice y no olvidar que a Leo no hay que sacarlo nunca del campo, ni siquiera para que sea ovacionado”.
Tendrá 39 años durante el próximo Mundial. La cita empieza el 11, Leo cumple el 24. La lógica de todos sería saber manejar los tiempos. La cabeza de Messi viaja en otra dirección.
De hecho, acusó este miércoles falta de ritmo en un partido de Leagues Cup contra Atlas, por la suspensión de un partido (¡un solo partido!) de la MLS por incumplir un compromiso publicitario. No asistió al Partido de las Estrellas y se armó revuelo.
“Al principio estaba un poco pesado. Venía con continuidad, pero el otro día no me dejaron jugar y hoy lo noté, sobre todo en el primer tiempo”, advirtió Messi, luego de la celebración agónica, un 2-1 festivo, sellado por Marcelo Weigandt y con dos asistencias.
“El no haber jugado el otro día, si a priori parece que es mejor, para mí es peor, porque yo necesito competir. Me siento mejor físicamente a medida que juego partidos, que agarro ritmo”, advierte, en modo queja. Es parte del plan maestro para dentro de 11 meses: jugar, jugar, jugar. El rival y el contexto es lo de menos. Es un plan diferente al que aplicó en la antesala de la última Copa América, donde varios consideraban que había que administrar minutos durante las diferentes competencias que no fueran en celeste y blanco.
Además se enoja más seguido con los rivales que tratan de sacarlo del eje, ya sea con infracciones o con cruces verbales: ante Atlas se fastidió con Matías Cóccaro, exdelantero de Huracán, antes había pasado con Andrés Cubas, exvolante de Boca. Y en terrenos de la selección con James Rodríguez: el último partido ante Colombia en la cancha de River lo jugó con el cuchillo entre los dientes por frases del 10 cafetero en los medios que no le habían caído bien: “Dijiste que nos habían ayudado en la final. Hablas mucho”.
¿Qué se dijeron entre Messi y James Rodríguez? 🤔 pic.twitter.com/ENvRfTjIHV
— Pablo Giralt (@giraltpablo) June 11, 2025El capitán de Las Garzas, además, toma nota (más aún, ahora, en este particular momento) de que el afecto tiene el mismo valor que la competencia. Primero, Luis Suárez. Ahora, Rodrigo De Paul, que además entiende el juego de selección. Juntos, a la par. “Nos conocemos hace tiempo, jugamos muchos partidos juntos. Nos da un salto de calidad a la plantilla. Viene con muchas ganas. Viene de entrenar poco y se corrió todo, con todo lo que significa correr acá con el calor, la humedad, las temperaturas altas”, sostiene.
Y el volante (todo un misterio abandonar la elite a los 31) le da la mano. “Es el más grande de todos. Tengo la suerte de haber podido jugar tantos años con él en la selección, haber ganado muchas cosas y ahora compartir club. Es un orgullo para mí: para contárselo a mis hijos cuando sean más grandes”, aporta De Paul.
Fue nombrado Jugador del Mes de la MLS después de anotar ocho goles en julio. Durante 2025, actuó en Inter Miami en 30 partidos (cuatro cotejos completos del Mundial de Clubes), convirtió 24 goles y dio 10 asistencias. Unos 2571 minutos exactos, pero el crack quiere más. Su cuerpo le pide más.
El calendario norteamericano esconde una trampa: la temporada regular acaba el 18 de octubre. Si Inter Miami no se clasifica a los playoffs (algo poco probable), puede estar tres meses sin competencia. Lo que más desea (y necesita, evidentemente).
"YO NECESITO COMPETIR, ME SIENTO BIEN FÍSICAMENTE A MEDIDA QUE JUEGO PARTIDOS. EL OTRO DÍA NO ME DEJARON JUGAR Y HOY LO NOTÉ..."
🗣️ Leo Messi sobre la necesidad de sumar minutos
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“Somos de carne y hueso, no somos robots, pero sí me sorprendió un poco la alegría de Messi por ganar este partido, ese festejo tan efusivo. Normalmente es muy mesurado, es alguien al que admiramos por esa mesura que guarda en casi todos los momentos del juego. Es muy cerebral. Pero esta vez...”, cita Gonzalo Pineda, el entrenador de Atlas. Más allá de alguna cuenta pendiente durante ese partido, lo que trasciende es lo otro.
Para Messi no hay amistosos. Y solo se trata de jugar, todo lo que se pueda, hasta el último de sus días. Así (siente), el mejor Messi está por venir.