De 1977 a 2003: Pancho Sá, Chelo Delgado y Clemente, el legado de los campeones que sueñan con otro Boca mundial

El sol brilla alto, las palmeras recortan su silueta contra un cielo despejado y el césped luce parejo y muy verde, como en esas noches grandes en la Bombonera o en las finales europeas que se ven por televisión. Detrás, una lona azul con el escudo gigante de Boca en el centro custodia la escena. A simple vista, la imagen podría confundir: parece Miami, la ciudad donde el equipo se entrena para el Mundial de Clubes. Pero no. Es Ezeiza, el predio del club en Buenos Aires, el escenario de una foto cargada de historia. Allí posan tres campeones del mundo con la azul y oro: Francisco Sá, Marcelo Delgado y Juan Clemente Rodríguez. Cada uno representa una página dorada. Sá, parte del equipo que ganó la Intercontinental de 1977 frente al Borussia Mönchengladbach; Delgado, figura en la gesta de 2000 ante el Real Madrid; Clemente, protagonista del último gran título, en 2003 frente al Milan.

Tres ciclos distintos, tres apellidos ilustres, tres momentos inolvidables del ADN xeneize reunidos en el mismo lugar. Sá, Delgado y Clemente no solo cargan medallas y títulos; también representan esa mística que en Boca no se transmite por herencia familiar, sino que se construye dentro de la cancha, partido a partido, persiguiendo la gloria eterna.

Están ahí para dejar algo más que una imagen, para transmitir un mensaje claro: que Boca puede pelear de igual a igual con cualquier rival y que, con esfuerzo y mentalidad ganadora, siempre hay espacio para soñar. “No hay que subestimar a Boca”, advierten, confiados en el papel que pueda hacer el equipo de Miguel Angel Russo tras el debut de este lunes contra Benfica.

En la vida de Boca está grabado a fuego un lema que resuena en cada rincón del club y en cada hincha: “Boca nunca teme luchar”. Esa frase no es solo una declaración de principios, sino una línea directa con el pasado del club. La propuso Victoriano “Toto” Caffarena, aquel hincha que formó parte de la mítica gira de 1925, la primera de Boca por el mundo. A su regreso, le pidió al músico Ítalo Goyeneche que compusiera el himno para su club. Y así nació una marcha que con los años se volvió identidad. Esa valentía fue el motor que lo llevó a ser, junto a Peñarol de Montevideo, uno de los clubes sudamericanos con más títulos mundiales desde la primera Intercontinental, disputada en 1960. Pero mientras los uruguayos forjaron su grandeza entre 1961 y 1982, Boca construyó la suya en distintos capítulos a lo largo del tiempo, con dos de sus tres conquistas logradas en este siglo.

Francisco Sá tiene un lugar privilegiado en la memoria del fútbol sudamericano. Es el jugador que más veces alzó la Copa Libertadores: cuatro con Independiente y dos con Boca, una marca que aún permanece intacta. Pero hay más: también ganó la Copa Intercontinental con ambos clubes, y en ambos casos fue la primera vez que esas instituciones tocaron la cima del mundo.

En Boca, fue parte esencial de aquel equipo de leyenda que armó Juan Carlos Lorenzo, capaz de lograr un bicampeonato local, un bicampeonato de América y una Intercontinental. Un Boca poderoso y equilibrado, que combinaba la técnica de sus hombres de ataque con una defensa férrea y el sacrificio colectivo. Capitaneado por Rubén Suñé y con la impronta magnética de Hugo Gatti bajo los tres palos, ese equipo se ganó el corazón de los hinchas xeneizes. Y Pancho Sá fue uno de sus pilares.

“Armando -por Alberto, entonces presidente del club- nos regaló una réplica a cada jugador”, recuerda Sá, de 79 años, que llegó a Boca ya maduro, tras su imborrable paso por el Rojo, y fue convirtiéndose de a poco en referente del equipo campeón. Con el Xeneize ganó todo: fue titular en la primera final con el Borussia y estuvo en el banco en la revancha, disputada cinco meses después. “Competir contra los europeos siempre fue una tarea difícil, aunque históricamente los partidos han sido cerrados. La única vez que sentí una brecha importante fue frente al Ajax -por la Intercontinental de 1972, con Independiente-, pero porque además de jugar bien, volaban físicamente. Después, en general, los encuentros han sido parejos. Además, Lorenzo era muy exigente en lo físico: te preparaba para jugar contra cualquiera”, evoca Pancho, parte viva de la historia del club. Con esa experiencia, aporta: “La técnica sudamericana siempre ha sido muy buena. Y a veces, gracias a esa técnica, podés sacarles ritmo a los europeos: les movés la pelota, les bajás la intensidad. Yo no creo que haya una diferencia abismal entre equipos, la historia lo demuestra. El Boca del Chelo le ganó al Madrid; el de Clemente, al Milan. Nosotros vemos a un equipo europeo y nos preocupamos, pero ellos también nos ven como un rival complicado”.

El Xeneize conquistó su primera Intercontinental en 1978. El año anterior había ganado la Copa Libertadores ante Cruzeiro, con el penal que Hugo Orlando Gatti le contuvo a Vanderlei. Dos meses después, el Liverpool venció 3 a 1 en Roma al Borussia Mönchengladbach y se quedó con la vieja Copa de Campeones. Sin embargo, los ingleses rechazaron la invitación a jugar la Intercontinental y el rival de Boca fue entonces el subcampeón europeo. En la ida, fue empate 2 a 2 en la Bombonera con goles de Mastrángelo y Ribolzi. Y en la vuelta, goleada 3 a 0, con tantos de Felman, nuevamente Mastrángelo y Salinas, todos en el primer tiempo. Gatti fue figura. Esa noche, en pleno corazón de Europa, Boca se volvió mundial.

Delgado arribó a Boca a principios del 2000, proveniente de Racing, y en su primera temporada lo ganó todo: Apertura, Libertadores e Intercontinental. Compartía puesto con Guillermo Barros Schelotto, pero Bianchi le dio la confianza en el partido decisivo. Y el Chelo respondió: asistencia a Palermo para el 1 a 0 y 87 minutos en la cancha en una de las páginas más gloriosas de la historia xeneize. Desde otro rol, sigue siendo parte del proyecto.

Para Delgado, acaso uno de los jugadores más infravalorados de aquella era dorada (nueve títulos, casi 200 partidos e infinidad de goles determinantes), el partido ante el Real Madrid fue un antes y un después. Lo marcó para siempre. Hoy integra el Consejo de Fútbol, el grupo de exjugadores que asesora a Juan Román Riquelme y convive a diario con el cuerpo técnico y los jugadores. Aunque puede aconsejar al jugador que lo necesite, explica que hay cosas que solo se entienden jugando competencias de esta magnitud: “Para sentirlo, hay que vivirlo”, asegura.

“El plantel estaba muy tranquilo. Era un grupo de muchachos grandes, con muchos jugadores experimentados. Lo tomamos como lo que era: una final del mundo. Y se nos dio. La clave fue confiar 100% en nosotros. En el equipo, en nuestros compañeros y en Carlos (Bianchi), que fue el gran artífice de ese equipo. Golpeamos de entrada, aguantamos en el segundo tiempo y fuimos justos ganadores. Demostramos que a Boca había que tenerle respeto como el gran equipo que era”, asegura el Chelo.

Para Delgado, como para tantos otros, esta clase de encuentros no se disfrutan en el durante, sino en el después: “En el momento, uno busca concentrarse en el juego más allá de la jerarquía de los rivales que tiene enfrente. Son partidos para estar lúcidos y bien despiertos. Al Madrid lo agarramos dormidos, lo descolocamos, y le ganamos con justicia”, describe. “Está claro que los equipos europeos tienen a sus figuras y para el afuera pueden ser más candidatos que otros, pero nosotros vamos a competir, vamos a estar a la altura. Boca va a sacar un plus y va a plantarse de igual a igual”, adelanta.

Aunque jugaron en épocas diferentes, el respeto entre ellos es inmediato, natural. Clemente y Delgado saludan a Sá con admiración; el Chelo incluso le propone tomar un café y lo invita a quedarse a almorzar en el predio. Pancho se sorprende con las instalaciones: recuerda sus años en La Candela, cuando los jugadores se entrenaban con lo justo. “Esto es otro mundo”, dice con una sonrisa, mientras recorre las canchas junto a los más jóvenes. Y en parte, ese salto tiene que ver con ellos: con lo que ganaron, con lo que dejaron, con el legado de los campeones que marcaron una época.

Clemente Rodríguez debutó en Boca 14 días después de la hazaña con el Madrid, en un partido ante Chacarita. No estuvo contra el Real, pero tuvo un rol fundamental en las siguientes dos finales. En 2001, frente al Bayern Munich, vivió una noche agridulce: estuvo involucrado en la jugada que definió el partido, una supuesta infracción contra él en un centro que derivó en el gol de Kuffour. Le quedó la espina. Y se la sacó en 2003. Aquella noche, ante el Milan, tuvo que contener por su sector a un equipo cargado de clase: Gattuso, Kaká y las trepadas constantes de Cafú. Pero cerró su lateral con autoridad y redondeó una gran final.

A los 43, es ayudante de campo de Walter Pico en la Quinta División, y desde su lugar busca transmitir a los juveniles ese ADN copero que tanto define a Boca. “Es pesadito, eh”, dice al agarrar el trofeo. Y lo afirma con conocimiento de causa. Sabe cuánto pesa la copa. La peleó, la ganó, y todavía la valora: “Ser campeón del mundo es lo máximo que logré como jugador”.

Clemente tenía 20 años cuando jugó su primera Intercontinental contra el Bayern y 22 cuando logró desquitarse frente al Milan: “Al llegar a Japón, me di cuenta de lo lejos que estaba de casa. El idioma, la cultura, la comida, todo era diferente. Fue una experiencia inolvidable a nivel personal, que tuvo su broche de oro con ese título. Sin duda, uno de los momentos más felices de mi carrera”. En los penales Boca se impuso 3 a 1 gracias a las atajadas del Pato Abbondanzieri y la definición certera de Raúl Cascini. Clemente estuvo ahí, firme, atento, cansado. “Si me tocaba, estaba para patear. Pero por suerte se terminó rápido. Yo era chico, había muchos nombres importantes. Estaba escondidito para que no me viera nadie, ja”, bromea.

A Sá, Delgado y Clemente los une algo más profundo que la camiseta: una misión cumplida y la convicción de que Boca puede dar pelea ante cualquier potencia del mundo. Los tiempos cambiaron, los rivales también. Pero hay algo que sigue intacto: esa idea fundacional de que Boca nunca teme luchar.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/futbol/de-1977-a-2003-pancho-sa-chelo-delgado-y-clemente-el-legado-de-los-campeones-que-suenan-con-otro-nid14062025/

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