“Cris-ti-na, Cris-ti-na”, canta una mujer sosteniendo una bandera argentina. De su cuello cuelga una foto de la exmandataria sentada en el sillón presidencial y en su frente lleva una vincha que también tiene ese nombre. “Dale Cristina, salí”, dice la mujer que está detrás. En el cartel que tiene pegado en su espalda se lee “No al ajuste a los jubilados”. Dos hombres piden permiso para pasar con un tablón de madera. Buscan lugar para instalar un puesto de comida. En la zona ya hay por lo menos otros tres. Un chico corta cartones para prender el fuego.
“Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”, cantan sobre el ritmo de los bombos. Sobre Humberto Primo un hombre pinta la cara de la expresidenta en el asfalto. Detrás, dos personas acomodan cables y consolas en el gazebo que instalaron, tienen hasta un generador en caso de emergencia. En breve empieza el “culturazo”. Desde la facultad de Ciencias Sociales de la UBA avanzan figuras de la cultura para mostrar su apoyo a la expresidenta. Un grupo baila el carnavalito en ronda mientras levanta las manos haciendo la V. Cuando lleguen los artistas ya habrá marionetas gigantes que simulan los jueces de las películas, con pelo blanco y rulos que resaltan entre los pasacalles.
Por la calle San José se van multiplicando los puestos: venden libros, remeras, cuadritos y todo tipo de merchandising cristinista. Apenas empieza la tarde y ya hay por lo menos 20 móviles de televisión apostados. Desde el segundo piso Edith, que vivió la mitad de sus 80 años en ese edificio mira la escena. “No puedo ver tele, nada. Por lo menos salgo acá”, dice y agrega: “Le tuve que pedir a mi médico un tranquilizante. Estoy operado de la cadera, no pude bajar, nada”.
San José 1111 se convirtió en el epicentro de las manifestaciones a favor de Cristina Kirchner y hoy será el origen de una marcha convocada para apoyarla hacia la Plaza de Mayo. Desde el martes pasado, cuando la Corte Suprema confirmó su condena en la causa Vialidad, cientos de militantes kirchneristas coparon la zona y el tránsito permanece cortado indefinidamente. Los militantes rotan para garantizar presencia en el lugar durante las 24 horas. Esperan, además, el saludo de Cristina desde el balcón. La expresidenta salió todos los días para saludar a sus simpatizantes.
Según confirmó ayer la Justicia, cumplirá su condena de 6 años de prisión en su casa, ubicada en el segundo piso de este edificio de Constitución. Deberá “abstenerse de adoptar comportamientos que puedan perturbar la tranquilidad del vecindario y/o alterar la convivencia pacífica de sus habitantes”, según las reglas de conducta que fijaron los jueces. Ayer, fue el primer día en que el ritual del balcón no se repitió.
La expresidenta se mudó hace más de dos años, luego de que el atentado contra su vida, en la noche del 1 de septiembre de 2022, la llevará a decidir dejar su piso de Uruguay y Juncal, en Recoleta. El departamento en el que vive hoy, donde antes vivía su hija Florencia, se encuentra a tan solo 3 kilómetros del anterior y está ubicado sobre la misma calle (Uruguay se convierte en San José al cruzar Avenida Rivadavia). La fachada de los dos edificios es muy similar, pero el paisaje que los rodea es completamente distinto.
Su actual casa, donde transitará a partir de hoy su arresto domiciliario, es un amplio semipiso de la década del 40, de 230 metros cuadrados, ubicado a dos cuadras de la intersección de la autopista 25 de Mayo con el extremo sur de la Avenida 9 de Julio. Una zona donde Cristina cuenta con mayor apoyo vecinal del que cosechaba cuando vivía en Recoleta.
En la planta baja del edificio hay un local cerrado. Las persianas ya están totalmente tomadas por carteles y frases en apoyo a la exmandataria. Pero las pintadas se extienden por toda la zona. “Se activó la resistencia”, anuncia una pintada a unas cuadras. Hay graffitis que piden por la libertad de la titular del PJ, otros denuncian su proscripción o que la quieren callar.
“Yo fui joven y también protesté. Yo respeto que digan lo que quieran mientras que nadie me diga nada a mi. Lo único que vamos a tener que pintar es el frente del edificio. Los carteles se sacan, las pintadas no, eso nadie me lo paga”, dijo Luis, un vecino que ingresaba a su hogar.
Mientras tanto, una mujer que vive en el edificio que está justo en frente al departamento Kirchner volvía a bajar a los fotógrafos de su terraza. Basta con abrir una puerta para subir por las escaleras exteriores dos pisos y acceder a ese ángulo. El primer día ese edificio estaba totalmente copado.
Los comerciantes de la zona debieron adaptarse, pero cuentan que las ventas no bajaron. “Acá vendemos todos”, resumió el señor que atiende el bar de enfrente al departamento de los Kirchner. Decidió cerrarlo y ofrecer mercadería por la ventana. El kiosco ubicado por la zona tampoco se vio afectado. En la peluquería optaron por cobrar el uso del baño y el agua caliente.
Apenas a una cuadra de la residencia de Cristina está la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, convertida también en un punto de encuentro. Estuvo tomada por el centro de estudiantes el jueves y viernes pasado, como protesta contra la medida judicial, y ahora permanece “en estado de alerta y movilización”. Hubo clases públicas, un ruidazo, semaforazo y cortes. También convocaron a una vigilia. Las actividades son variadas e intermitentes. El domingo, por ejemplo, horas después de un “operativo de ordenamiento y limpieza” para desalojar a los militantes de la Policía de la Ciudad hubo una “celebración ecuménica” en la que participó el padre Paco Olveira y dirigentes como Teresa García (jefa del bloque de senadores bonaerenses de Unión por la Patria y apoderada de la línea interna de Cristina en el PJ) y Mayra Mendoza (intendenta de Quilmes y referente de La Cámpora).
“Yo nunca tuve problema con ser vecino de Cristina. Si está ella sola, está todo bien. Pero los tipos que vienen a manifestarse se ponen violentos. Hay gente a la que le da miedo salir. Ayer agredieron a un movilero en la puerta de mi edificio. Un día amanecieron todos acá. Les tuve que pedir permiso para salir y entrar de mi departamento. Menos mal que me conoce el de seguridad de Cristina y me dejó pasar”, dijo otro vecino de 50 años que prefirió resguardar su identidad. En la puerta de su edificio cuelga uno de los tantos pasacalles en apoyo a la exmandataria.
“Desde que la Corte Suprema confirmó la condena, nuestro hogar se transformó en prisión: manifestaciones sin tregua, gritos y cánticos cada vez que Cristina asoma en el balcón, rodeados de bombos y tambores que perforan la noche. ¿En qué país vivimos donde, al llamar a la Policía, nos responden que “no pueden hacer nada”? ¿Dónde quedó nuestro derecho al descanso, a la seguridad, a la movilidad? ¿El privilegio judicial de la ex presidenta vale más que nuestra integridad y tranquilidad?”, señaló Santiago que acercó su queja y pedía que San José 1111 no fuera aceptado como prisión domiciliaria por el impacto socioambiental.
El mercado inmobiliario de la zona también se vio afectado. Cuando se conoció el fallo de la Corte, el departamento de arriba del de Cristina estaba en venta. Ahora, tras varios días sin poder mostrarlo debido a las manifestaciones que ocupan el ingreso al edificio, quienes lo comercializaban decidieron eliminar la publicación de venta de las redes.
Cómo es la zonaLa zona de Constitución donde vive Cristina es considerada por sus propios vecinos como “complicada” y “fiera”. Lo primero que destacan a LA NACION al ser consultados sobre la vida en el barrio es la inseguridad.
“Es un desastre, acá hay chicos que se pasan todo el día tirados en la vereda drogados. Hace dos semanas hubo un tiroteo acá a la vuelta, a cuatro cuadras de lo de Cristina. De noche ni saco a pasear a mi perro, lo asomo por la puerta del edificio nomás”, contó Pamela de 42 años, quien prefirió resguardar su apellido, mientras paseaba a su dálmata por la calle Santiago del Estero.
Los datos confirman la sensación vecinal: en 2023, solo en la manzana de Cristina, hubo un promedio de un delito cada dos días, de acuerdo a las cifras oficiales del gobierno porteño analizadas por LN DATA. En ese año, se denunciaron ahí 49 hurtos y 105 robos, números que posicionan a la zona entre las más inseguras de la Ciudad.
La situación empeora a dos cuadras del departamento de Cristina, al cruzar la avenida San Juan y transitar por las inmediaciones de la plaza de la terminal de Constitución. Son calles marcadas por la presencia de pensiones, albergues transitorios y casas tomadas. “Te venden droga en la calle, en plena luz del día. De noche da miedo caminar por acá”, contó un vecino jubilado, de 71 años, que pidió ser identificado como “Lalo”. Desde esa distancia ya podían escucharse los bombos de los militantes y los cánticos. “Este fuego no se va a apagar hasta que todo sea como tiene que ser. Gracias Cristina, razón de mi vida. La dignidad no se va a apagar”, se escuchó a la tarde.