Con una larga trayectoria como psicoanalista y doctor en filosofía, docente, investigador y escritor, Luciano Lutereau reconoce que después de muchos años se dio cuenta de que la divulgación a través de sus libros y redes sociales es una forma muy importante de comunicar, que permite transmitir de manera sencilla lo complejo. “En esto también hay un trabajo de psicoeducación, porque les otorga a las personas la posibilidad de vivir sus procesos terapéuticos acompañados de cierto conocimiento”, afirma.
Todo comenzó en 2013, cuando se animó a escribir una columna periodística sobre psicología en un diario. Después llegó su primer libro, Más crianza, menos terapia, y hoy ya lleva más de una decena de títulos publicados sobre diversos temas.
Su última colección, de la que forma parte Cada vez que decimos adiós. Duelos, separaciones y despedidas (Editorial Letras del Sur), surgió a raíz de unos seminarios virtuales que dictó durante la pandemia. En ellos, Lutereau pone en relación el psicoanálisis y el mundo contemporáneo, abordando los problemas actuales de la gente.
–Una de las primeras cosas que planteás es que hoy las separaciones se han vuelto especialmente difíciles, ¿por qué?
–Sí, porque en general nuestra condición es la de ser personas que se aferran demasiado a las cosas. En análisis veo muchas personas a las que se les hace muy difícil realizar el duelo por la separación. Lo que ocurre es que se melancolizan, se quedan atrapados en lo que perdieron y no lo duelan. Y esto pasa porque se debilitaron muchas capacidades psíquicas que tienen que ver con la confianza y la esperanza. En general, quienes pierden algo no experimentan la alegría de haberlo tenido, sino que sienten una humillación narcisista y se creen indignas por lo que perdieron.
–¿Esto tiene que ver con las distintas etapas que mencionás: duelo, separación y despedida?
–Más bien las pienso como tres operaciones distintas. Creo que el psicoanálisis clásico le dio mucho lugar a la operación del duelo, que tiene que ver con la simbolización, la elaboración y la aceptación de la pérdida, a través de poder convivir con la ausencia de eso que perdimos. En el duelo el otro está de forma ausente, pero no es lo mismo poder estar con la ausencia del otro, a que el otro no esté. Por eso, primero viene la separación y después el duelo. Separarse no significa separarse de aquello que perdemos, sino separarse de uno. Por eso vinculo la separación con las vivencias de apego. La separación es un proceso eminentemente ansioso que tiene que ver con tolerar una cantidad de tensión psíquica que, si se vuelve desbordante, no dejará darle lugar a un duelo. La separación es real, porque se siente en el cuerpo como un desgarramiento. Una persona que tiene ansiedad de separación siente algo casi parecido a un ataque de pánico. Y hay una tercera operación que pensaría como imaginaria, que es la despedida, y que tiene que ver con los rituales necesarios para asegurar una separación de una manera que nos dé seguridad y tranquilidad de que vamos a poder separarnos adecuadamente. Cuando están dadas las condiciones de una buena despedida, nos vamos a poder separar bien. Y si nos separamos bien, vamos a poder hacer el duelo.
–¿Y qué pasa cuando no ocurre esa situación de despedida, por ejemplo, por una muerte repentina?
–La despedida es poder decir las últimas palabras y a veces el otro no está para que eso suceda, pero en algún lugar hay que poder hacerlo. En el proceso psicoterapéutico, justamente, se busca que esa persona pueda despedirse. Solo así se puede atravesar una buena separación. Cuando no sucede ese acto de despedida queda una enorme sensación de culpa.
–¿El duelo es uno de los procesos más difíciles a nivel psíquico?
–Para Freud, entre los trabajos psíquicos, uno de los más importantes es el trabajo del duelo. Pero hay que tener presente que el ser humano está duelando todo el tiempo. El niño hace un duelo por dejar de ser un bebé; el adolescente por dejar de ser un niño. Los duelos no solamente tienen que ver con perder a otro, o un objeto valioso, o un lugar. A veces ese objeto valioso somos nosotros mismos o una parte de nuestra historia. El duelo es un acto de integración psíquica. La salud mental no es la ausencia de conflictos, sino el poder atravesarlos con una perspectiva integradora.
–¿Después de un duelo uno siempre termina mejor, más fuerte?
–Absolutamente. El duelo es un proceso de salud, no uno patológico. A su vez, es una de las capacidades humanas más potentes, porque es creativo y de transformación. Es importante entender que el duelo sucede siempre en relación con algo que amamos y es un proceso de elaboración de la ausencia de aquello que amamos, de una manera tal que pasa a vivir en nosotros. Por lo tanto, no es que no vamos a volver a amar, por ejemplo, sino que no lo haremos de la misma manera. Por eso es una transformación y un enriquecimiento.●