La ácida serie Bellas Artes (Disney +), de Gastón Duprat y Mariano Cohn, en la que el historiador del arte Antonio Dumas (interpretado por Oscar Martínez) resulta electo director del Museo Iberoamericano de Arte Moderno (el ficcional Midam), en Madrid, tiene entre su público a un selecto grupo de directores de museos, galeristas, coleccionistas, artistas y amateurs. El “museo” es en verdad la suma de dos centros de convenciones situados en las afueras de Madrid, y las escenas filmadas en las “oficinas” del director y el personal fueron grabadas en una tercera locación madrileña.
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La serie, que satiriza y además rinde tributo al mundo del arte contemporáneo (en toda parodia se oculta un homenaje), aborda en sus dos temporadas las fricciones de artistas y gestores en instituciones culturales en tiempos de política, “antiwokismo” y escasez de recursos. Por si fuera poco, presenta una cuidada colección de obras de arte verdaderas y otras creadas ad hoc por Gastón y Andrés Duprat, guionista de la serie y director del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), además de actor de reparto en la sofisticada película Queer, del director Luca Guadagnino.
En diálogo con LA NACION, Gastón Duprat cuenta que estaban seguros de que el mundo del arte les daría material suficiente para la serie. Y agrega: “Además de que sabíamos que el ecosistema de un museo puede simbolizar al de toda una sociedad de modo concentrado, la serie no trata exclusivamente sobre arte -dice-. En general lo utilizamos como disparador para tratar temas mucho más generales que trascienden al mundo del arte y nos atraviesan a todos, seamos artistas o no, nos interese el arte o no. Digamos que el arte y el museo fueron excusas para tocar temas muy candentes que nos interesan”.
“Es una sátira desde adentro, tanto por el rol de Andrés como especialista en el tema, como curador de arte y director del MNBA, como por el nuestro. Con Mariano empezamos haciendo cine y video experimental, videoarte, para museos, galerías y salas de arte de todo el mundo. Todos conocemos ese mundo de primera mano, valoramos muchísimo a muchos artistas conceptuales, y no tenemos esa mirada negativa y prejuiciosa que está expandida sobre el arte contemporáneo, pero eso no nos impide detectar a los que bajo el paraguas del arte conceptual son unos chantas”, concluye.
La “colección” del museo inventadoEn el Midam se exhiben obras de arte verdaderas y otras inventadas (aunque no por eso menos verdaderas). Entre las de los artistas reales, aparece la videoperformance Blanco suspendido y la pieza lumínica y conceptual de Mariana Bellotto, en la que se lee “Nacer Comprar Morir”. También hay cuatro fotografías de Alejandro Kuropatwa (la boca y la pastilla de la serie Cóctel, sobre el VIH; un cactus fálico verde con fondo negro, un retrato fuera de foco en blanco y negro y un retrato de un perro con un pulpo encima).
En una de las salas del museo ficcional, se ve una serie de una veintena de pinturas de pequeño formato de Marcelo Torretta, los reconocibles afiches de Graciela Sacco, de las series Bocanada y ¿Quién fue?, y la famosa obra del Cristo que cae en picada sobre un avión militar de León Ferrari, La civilización occidental y cristiana, que alteró los ánimos del cardenal Jorge Bergoglio a inicios del milenio.
A modo de tributo, se exhiben cuatro dibujos digitales de Alejandro Cohn (hermano de Mariano Cohn que falleció en julio de 2015 en el Hospital Municipal Melchor Posse, de San Isidro) y una serie de pinturas de hormigas martilladas, obra de Gastón Duprat, que en su juventud estudió bellas artes.
Se sumaron dos pinturas de Alejandro De Ilzarbe, una serie de nueve fotografías de elementos verticales de arquitectura industrial de Guido Chouela, una pintura de unos hielos resquebrajados de Sofía Wiñazky y dos pinturas de gran formato del artista catalán Agustí Puig.
En los banners del exterior del museo se anuncian muestras temporarias de artistas realmente existentes como Leandro Erlich (con su “falsa” piscina), el neerlandés Rob Verf, radicado en la Argentina, y del maestro César Paternosto, entre otros.
En los episodios de Bellas Artes, el arte de la performance es parodiado con frecuencia. La gélida artista apócrifa Ula Groh (interpretada por la gran actriz española Milena Smit) recuerda las creaciones de la serbia Marina Abramović. Con su papel de artista “ecofeminista” y alejada del ámbito artístico, el personaje de Ángela Molina (Mariel Bernabé, expareja de Dumas) guarda semejanzas con la artista chilena Cecilia Vicuña.
Para la serie, Andrés Duprat inventó obras con la ayuda de Cohn y Duprat, Bellotto, Martín Bustos, Alain Bainée y Laura Martínez, todas inspiradas en diferentes movimientos y momentos del arte del siglo XX y XXI, como el retrato cubista al que los jóvenes le tiran pintura (en el sueño o la pesadilla del director), las grandes pinturas monocromas (con los colores de la bandera LGBT+), en referencia a artistas abstractos y geométricos como Joseph Albers, Ellsworth Kelly, Blinky Palermo y Donald Judd. La obra del siglo XIX, semiabstracta y pintada por una artista “rescatada”, y que dona un extirano latinoamericano (que encarna Miguel Ángel Solá), se asemeja a las del estadounidense Cy Twombly.
La obra conceptual Cold War -un aire acondicionado enfrentado a un calefactor, con un lugar en el medio para que los espectadores pueden sentarse- es otra obra “falsa” que funciona como una metáfora de la Guerra Fría. Otra pieza de la colección del Midam, Ciclo de vida, refiere al arte conceptual: un auto de los años 90 tiene arriba una moto (de los 80) y arriba de esta, un triciclo (de los 60), representando así las distintas etapas de la movilidad mecánica de una persona nacida en esas tres décadas (que recuerda una obra del italiano Maurizio Cattelan hecha con esqueletos).
A la manera de una obra de la estadounidense Jenny Holzer, una fila de pantallas reproduce un texto negro sobre fondo blanco con la tipografía de las máquinas de escribir, que es nada menos que el Quijote de Miguel de Cervantes completo (imposible de leer en una sola visita). La instalación hecha con copas de cristal con champagne, Vernissage, roza el tema de la frivolidad que rodea al arte y da pie a una instructiva escena sobre lo costosa que puede resultar la imprudencia de algunos visitantes. También hay una “cita” a la obra Mierda de artista de Piero Manzoni (con una explicación sobreconceptualizada y política a través de la audioguía).
Artistas como Franz Kline, Pierre Soulages, Jackson Pollock, Richard Long y Jannis Kounellis son homenajeados con la ambigüedad que plante la serie. Así como la obra con calamares que se iban pudriendo con la que Carlos Herrera ganó el Premio ArteBA Petrobras en 2011 (el artista de la ficción usa el cadáver de una beluga en vez de calamares), el “arte pobre” y las experiencias inmersivas de Yayoi Kusama encuentran su correspondencia, algo deformada por la lente de Bellas Artes. La obra con babosas vivas de la artista inventada Ruth Kachanovsky, que sufre un intento de censura, recuerda episodios ocurridos en dos museos argentinos: una vez con la obra La justicia de León Ferrari, en una gallina viva en una jaula defecaba sobre una balanza (1991), y otra con una instalación del artista paraguayo Joaquín Sánchez que utilizaba una araña (2022).
Hallazgo histórico en el Teatro Cervantes
El episodio del velatorio del artista Julián Martínez Sánchez (que interpreta el actor español José Sacristán) recuerda al velatorio del artista Rómulo Macció que tuvo lugar en el Museo Nacional de Bellas Artes, en 2016.