Un curioso libro sobre el beso: “Es algo más complejo y raro que Internet”

Andrés Gallina y Matías Moscardi se hicieron amigos mientras estudiaban Letras en la Universidad de Mar del Plata (ambos son oriundos del Partido de la Costa). Además de ser escritores, Moscardi es investigador del Conicet y Gallina doctor en Historia y Teoría de las Artes. Hace unos años decidieron escribir a cuatro manos libros en los que abordan temas, objetos o lugares cotidianos no como especialistas o con un saber enciclopédico sino desde la total perplejidad.

El primero fue Diccionario de separación. De Amor a Zombie (Eterna Cadencia Editora, 2016), que es justamente un diccionario desde la A hasta la Z que va listando una serie de escenas post-amorosas. En el mismo tono surgió Guía maravillosa de la Costa Atlántica (Sudamericana, 2022) como una suerte de falsa guía de turismo con hitos, secretos y misterios de la costa argentina. Y hace tan solo unos meses publicaron el tercero: Museo del beso (Reservoir Books), con un recorrido por la historia del arte de besar, de la antigüedad a la era digital.

“Nuestros libros son como ovnis que recién llegan al objeto. Empezamos una especie de aventura del lenguaje en relación con algo que es absolutamente conocido, pero que la escritura empieza a interrogarlo como si lo estuviese viendo por primera vez. En el caso del beso, cuando uno se distancia y empieza a pensar la lógica de besar, te das cuenta de que es más complejo y raro que Internet. ¿Por qué dos personas meterían la lengua en la boca del otro? Hay una cosa alienígena que tiene el beso, que al mismo tiempo está tan naturalizada que la pregunta no llega”, describe Gallina.

–¿Por qué pensaron en el beso como tema y como objeto para armar un libro?

–Gallina: Nuestro disparador fue un ensayo que había escrito Matías, que decía que el cine de alguna forma se apropió de la representación de los besos. Todos los que recordamos son besos que vimos. Y a partir de eso, recordamos también una frase del filósofo Derrida que asegura que primero se enseña a besar en el cine y después en la vida. Entonces nos empezamos a preguntar por qué no recordamos tantos besos en otros dispositivos estéticos. Y ahí empezó el rastreo: primero desde el cine, la literatura y las artes visuales; y rápidamente ya estábamos en el terreno de la cultura popular.

Moscardi: Lo interesante es que no los organizamos de forma cronológica y homogénea, sino más bien de forma caprichosa, anacrónica, con saltos temporales y muchos contrastes. Por ejemplo, en el apartado “primer beso” encontrás la película de Macaulay Culkin y a Cristóbal Colón besando la Tierra; o en los “besos de oro” pasamos del beso más famoso en la historia del arte, el de Klimt, al de Messi y la copa del mundo.

–¿Se puede decir que el cine o las telenovelas generaron un estereotipo del beso perfecto e ideal?

–Gallina: Sí, generaron la estetización del beso e incluso de la técnica. En el libro no lo mencionamos, pero Andrea del Boca viajó a Estados Unidos a realizar un curso para aprender a besar en televisión y teatro. Hay un modelo hegemónico respecto del beso y después en la realidad es todo mucho más torpe. La hipótesis del libro es lo contrario: el buen besador es el que no conoce la convención.

–¿Cuál fue el primer registro o representación en la humanidad de un beso?

–Moscardi: En términos arqueológicos se encontró en la Mesopotamia una tablilla del año 2500 antes de Cristo en donde se veía a dos amantes trenzados en un abrazo y al parecer besándose. Ahí mencionamos la idea que tenía Darwin, de que el beso en principio tendría que ver con el olfato, porque la boca está justo arriba de la nariz y el olfato tenía una función muy animal para rastrear e identificar. Entonces también se piensa que quizás en esa representación de la tablilla encontrada dos narices se chocaron primero.

–El beso parecería ser como una especie de cierre o de llegada a una meta.

–Gallina: Claro, nos preguntamos por qué cada vez que algo llega a su fin lo hace con el beso. Lo vemos en las ceremonias de matrimonio cuando se dice ‘puede besar a la novia’, y a partir de esa legitimación algo parece cerrarse. Aparece también en el beso de Messi a la copa. Messi no la quiere mirar, pasa por al lado, es el beso que estuvo esperando durante todos esos años, hasta que finalmente la besa y dice “ya está”.

Moscardi: También aparece esa idea en los besos de despedida como una especie de fantasía de llevarnos algo y suturar un duelo. Incluso aparecen como cierre de un mensaje, un mail o una carta donde siempre decimos “Besos”.

–Tienen una teoría sobre los besos en los cuentos de hadas.

–Moscardi: Pensamos que la película Shrek en un punto invierte los valores y los signos de Disney en cuanto a los besos de cuentos de hadas, pero sin embargo termina saliendo por el mismo lado, porque Fiona después del beso se convierte en un ogro, no puede ser una princesa. Es decir que lo que une el beso es una paridad estética, como si fuera un signo de igualdad: el sapo se transforma en príncipe, entonces quedan igualados.

–¿Y qué pasa con los besos y la virtualidad?

–Gallina: En nuestra búsqueda de besos encontramos muchas notas que hablaban de aplicaciones para besar, labios de silicona a los que le podés dar un beso y sentir realmente el calor y el tacto. Se pone en evidencia cómo la imaginación tecnológica plantea la posibilidad de la sustitución epidérmica. Un poco el libro es una respuesta a eso, una especie de contraofensiva, una suerte de oda a la piel y al tacto.

Moscardi: Pensamos que no se puede aprender a besar y sin embargo la inteligencia artificial y las máquinas promueven la fantasía inconsciente de que podés aprenderlo todo. En el libro también mencionamos los besos a máquinas, como Elon Musk que besó a un robot. Esto nos abre una nueva pregunta: ¿un cyborg puede besar o solo puede hacer la pantomima del beso?

–¿Cuál fue el beso que más les llamó la atención?

– Moscardi: A mí me impacta mucho el de la performance de la artista Marina Abramovic y Ulay en el Museo de Arte Contemporáneo en Nueva York donde el beso se transforma en una especie de asfixia entre los amantes. Es muy impresionante porque ellos respiran el aliento del otro y es como si se pasaran el oxígeno y el beso se transforma en una cosa que te asfixia, pero te deja respirar.

Gallina: Ese beso también plantea algo en relación a la asfixia del modelo de amor romántico, el beso llevado hasta el extremo del agotamiento.

–¿Llegaron a alguna conclusión acerca de qué significa el beso para la humanidad?

– Gallina: Hay una idea que nos gusta mucho de un libro que se llama El sentido olvidado. Ensayo sobre el tacto, donde el autor dice que al no verse lo que pasa adentro de las bocas, el beso siempre es una tierra incógnita. Creo que nuestro ensayo habla de eso y más que concluir algo se pregunta qué hay más allá de la pantomima y coreografía de las bocas, qué implica en cada escena ese beso.

Moscardi: Nuestros libros siempre apuestan más por la pregunta que por una respuesta. La pregunta que queda sin responder es la pregunta de base: ¿qué es un beso? Creo que la llevamos al límite y la dejamos sin respuesta, en el sentido que esta sería la totalidad de esos besos y a su vez todo el abanico que se abre con ellos.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/sabado/un-curioso-libro-sobre-el-beso-es-algo-mas-complejo-y-raro-que-internet-nid09022025/

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