Con exactamente 32 rayos, alternando 16 rectos y 16 flamígeros, el sol que alumbra el corazón de la bandera argentina no es un elemento meramente decorativo, sino una parte constitutiva de la insignia cuyo diseño representa un momento clave en la historia del país. Así lo explican en el taller de banderas de la ciudad de Buenos Aires, dedicado a producir y difundir los significados de este y otros de los emblemas patrios. En base a un relevamiento realizado con expertos en vexilología, como se conoce a la “ciencia de las banderas”, el organismo dio a conocer los criterios establecidos para su pintado y bordado en los paños albicelestes.
La habitación escondida del siglo XIX en la Casa Rosada
Las especificaciones sobre cómo debe representarse el sol en la bandera argentina, están reguladas por el Decreto 1650/2010, que unifica criterios técnicos desarrollados junto al Instituto Argentino de Normalización y Certificación (IRAM). Entre las normas se destaca la obligatoriedad de utilizar los códigos Pantone, que se definieron para garantizar la uniformidad de los colores oficiales; unas proporciones exactas de la bandera en todas sus versiones; y el diseño del sol, que debe ser el Sol de Mayo.
En relación a las técnicas de reproducción de la figura del sol en los paños albicelestes, en las banderas de izar el sol puede estar sublimado, pintado a mano o serigrafiado. En las banderas de ceremonia, en cambio, debe ir bordado obligatoriamente, respetando fielmente el diseño oficial.
El salón de banderas del gobierno porteño depende de la Dirección General de Competencias Comunales y Talleres. Allí trabajan dos equipos especializados: el área de costura, que se encarga del bordado del sol en banderas de ceremonia utilizando una máquina específica de seis cabezales que trabajan en simultáneo para lograr precisión; y el equipo artístico, que se ocupa de pintar o sublimar el sol en las banderas de izar, garantizando resistencia a la intemperie y manteniendo la fidelidad del diseño original.
De la moneda a la banderaEl Sol de Mayo tiene su origen en la primera moneda nacional autorizada por la Asamblea del Año XIII. Recién en 1944, mediante la Ley 10.302, se adoptó oficialmente para la bandera argentina. La evolución del diseño refleja distintos momentos históricos del país: en 1812, Manuel Belgrano creó la bandera celeste y blanca (no incluía el sol) y cuatro años después el Congreso declaró adopción de esa imagen como símbolo patrio. Recién en 1818, el Congreso de Tucumán instalado en Buenos Aires incorporó el Sol de Mayo en la denominada “bandera mayor”, de uso estatal y militar. En paralelo, se estableció una “bandera menor”, sin sol, reservada para el uso civil.
Esta diferenciación se mantuvo durante más de un siglo, hasta que en 1985 el presidente Raúl Alfonsín unificó ambos modelos mediante el Decreto 23208/85, estableciendo que todas las banderas debían llevar el sol. Finalmente, en 2010, otra normativa fijó los estándares técnicos definitivas para su diseño y confección, regulando colores, proporciones y características del sol, con el objetivo de preservar la integridad simbólica y estética de la insignia nacional.
La argentina no es la única bandera del mundo que lleva un sol. La de Uruguay, por ejemplo, comparte el Sol de Mayo, símbolo que remite a la Revolución de 1810 y representa la libertad naciente en América del Sur. En Canadá, la insignia de la provincia de Columbia Británica muestra una puesta de sol haciendo alusión a su ubicación en el extremo occidental del antiguo Imperio británico. En Asia, el sol también ocupa un lugar destacado en las banderas de Kirguistán y Kazajistán. La primera presenta un sol con cuarenta rayos que simboliza la unión de las cuarenta tribus kirguisas. En la otra, un sol dorado con rayos en forma de granos representa la abundancia.