En la vida hay llamados que nos invitan a realizar cambios que tuercen nuestro destino. A veces atendemos, pero en otras ocasiones el miedo nos gana. Paula Saccon, una joven amiga del movimiento, atendió un llamado transformador, aunque fue con el tiempo que pudo distinguir hasta qué punto su decisión había influido en su forma de ser en el mundo.
Ya habían pasado algunas estaciones desde que había dejado Argentina atrás, cuando fue capaz de notar un hecho un tanto extraño: su tono de voz había cambiado. En sus últimos años en Buenos Aires una afonía permanente se había instalado en sus cuerdas vocales y sentía que para que la escuchen debía gritar. Pero entonces, cuando Barcelona se transformó en su nuevo lugar en el mundo, una calma inusual ingresó a su vida y, con ella, llegó la transformación no solo de sus circunstancias, sino de su forma de comunicarse.
“Algo que agradezco de Barcelona es que las personas se toman pausas y se escuchan unas a las otras”, dice, mientras recuerda su historia. “Mi voz cambió, ya no estoy más afónica. Cada vez que vamos de visita a Buenos Aires vuelvo con el corazón lleno, pero también vuelvo afónica otra vez... “
El anhelo de libertad y una sensación de anonimato exquisita: “Volver a empezar mi historia de cero”Todos los lugares tienen sus claroscuros, Barcelona no es la excepción. Sin embargo, fue de las oscuridades que Paula supo, siempre, tomar los mayores aprendizajes y caminos de reinvención. Buenos Aires, tal vez, le había robado su voz plena, pero fue en los momentos más duros en España que Argentina le brindó sus mejores herramientas para sacar provecho de estas dificultades.
La primera vez que se fue de Argentina, en 2011, Paula tenía 25 años y ganas de vivir una aventura. De la mano de una agencia de promotoras, tenía un trabajo que le gustaba mucho y con el que viajaba por Latinoamérica. Pero algo le faltaba: “Sentía un anhelo de libertad más grande”.
Fue así que, junto a su amiga Belén, Paula partió a Madrid, donde dormían en el living de unos conocidos, mientras buscaban trabajo y tramitaban su documentación. Aquellas semanas estuvieron atravesadas por un dolor de cabeza constante, a su cerebro le costaba acostumbrarse a las expresiones de un idioma español diferente. Los trámites, por otro lado, fueron lentos y debieron armarse de mucha paciencia.
Con la documentación lista, el primer trabajo lo consiguieron en suelo catalán, lo que forzó una mudanza y nuevos impactos. Sin embargo, Paula jamás olvidará lo que sintió al caminar por las calles de Barcelona por primera vez. Se trataba de una sensación de anonimato exquisita: “La sensación de estar en un lugar donde podía volver a empezar mi historia de cero”, rememora.
Volver a Buenos Aires, atender el llamado para vivir en Barcelona y los impactos: “Me han hecho sufrir por echar la improvisación Argentina”Tras seis meses, Paula regresó a Buenos Aires. Otros seis meses pasaron hasta esa mañana en la que despertó con una sensación muy clara: Barcelona la estaba llamando y hacia allá fue, esta vez para asentarse en aquella tierra.
Al llegar, los primeros impactos del pasado dieron paso a una familiaridad placentera. La cantidad de caras de origen árabe ya no le llamaron tanto la atención, así como tampoco la atmósfera en extremo cosmopolita del centro de la ciudad. De pronto, sintió cómo su sistema nervioso se relajaba, atravesada por una sensación de mayor seguridad.
Y en este regreso, sin trámites que hacer, el trabajo llegó a la semana y por partida doble. Entre rutinas y nuevas amistades, al año conoció a su marido catalán, lo que inauguró una nueva forma de relacionarse: “Una vida más catalanizada, descubrí que alejándonos del centro hay cada vez menos extranjeros y más catalanes”, observa.
“Una de las cosas que más me llamó la atención de los catalanes es que mantienen mucha más distancia emocional y social, que son más cerrados por así decirlo. Esto de alguna manera lo he agradecido, aunque en ocasiones también me ha hecho sufrir por echar de menos la cercanía o la improvisación argentina. Pero debo decir que, cuando te abren sus puertas, los vínculos son leales y profundos”.
Y fue al poco tiempo de iniciar su relación, que la vida los sorprendió con la llegada de su primer hijo. A partir de allí, comenzó el capítulo más intenso de su enraizamiento, así como de choques inesperados en relación a su condición de mujer madre, lejos de su tierra.
Mujer, trabajadora y madre en Barcelona: “Me sentí rechazada por el sistema laboral”Una de las cosas más curiosas que Paula descubrió al comenzar a trabajar en una oficina en Barcelona fue el horario laboral. Acostumbrada al ritmo frenético de Buenos Aires, a comerse una ensalada delante de la pantalla e irse a eso de las 18:30, la joven no pudo salir de su asombro ante los tiempos catalanes: “Acá se hace un horario en el que paran dos horas para comer, incluso algunas personas van a su casa y duermen una siesta. La jornada la terminan tipo 20:30”.
“Me enojaba mucho ver cómo todos dejaban pasar el tiempo en la oficina, parecía que estaban ahí solo para cumplir el horario. A las once todos al cafecito. A las dos todos a comer y hasta las cuatro no volvemos a trabajar”, continúa. “Sentí que este ritmo era totalmente antinatural para mí, ya que cuando mi trabajo ganaba velocidad, había que cortar. No digo que esté bien o esté mal, simplemente es diferente”.
Sin embargo, el impacto más fuerte llegó con la maternidad. Paula quedó embarazada de su primer hijo, y antes de que pudiera enviar un telegrama a la empresa, la aguardaban con los papeles para firmar su salida. El shock fue absoluto, jamás la habían echado de un trabajo. Más tarde supo que se habían enterado de su embarazo y que no querían mujeres embarazadas, ni con hijos en la empresa.
“Yo no podría comparar esto con Argentina porque no fui madre allá, así que no sé exactamente cómo funciona, pero aquí les puedo decir que me sentí rechazada por el sistema laboral por ser madre”, manifiesta. “Después de que naciera mi hijo estuve dos años buscando trabajo en un sector en el cual tenía experiencia y en la mayoría de las entrevistas la pregunta final tenía que ver con mi hijo y con cómo iba a gestionar su existencia en relación al trabajo”.
“Es curioso que se quejen de la baja natalidad y más asombroso aún que se llamen primer mundo y que un asunto tan básico -como la gestión de opciones laborales para mujeres con hijos pequeños- sea tan nefasta”, continúa. “Dentro del mismo tema, pero en otro orden de las cosas, ser madre primeriza en una cultura tan diferente también fue toda una aventura. Cuando la comadrona o partera te da la lista de cositas para poner en el bolso de recién nacido toca sacar diccionario Google o empezar a preguntar por ahí qué significa cada cosa”.
“He notado que la madre argentina es más apegada a los hijos, más cariñosa, más expresiva, más exagerada. Podría decir que las mamás latinas somos una comunidad bastante distinta a las mamás europeas o catalanas. No por no compartir ideales, pero sí por una forma de estar con nuestros hijos que es diferente”.
No hay mal que por bien no venga: “Gracias a eso me dedico a lo que más me apasiona en el mundo”Pero justo ahí, cuando Paula creyó que el estigma había caído sobre ella para paralizar su vida profesional, fue que comprendió que de todo aquello podía generar algo positivo, a su favor. Al no conseguir un trabajo estable, “algo que parece vital para poder sobrevivir en el sistema de estado de bienestar de España”, observa Paula, la mujer argentina decidió volcar toda su energía a sus fichas emprendedoras.
En su nueva apuesta, la joven madre descubrió que España le ofrecía pocas herramientas para facilitar el camino emprendedor, pero, aun así, decidió avanzar: “Hoy en día agradezco esta experiencia porque gracias a eso me dedico a lo que más me apasiona en el mundo, que es acompañar a mujeres emprendedoras y empresarias a que conecten con su poder personal. No puedo estar más feliz, pero el camino no fue fácil”, asegura.
“Sin dejar de mencionar que cada persona es un mundo y que generalizar a veces no es justo, he notado que en Argentina es más habitual que unos y otros se ofrezcan ayuda. En cambio, aquí he percibido más individualismo”, agrega pensativa. “Mirándolo con perspectiva, siento que quizás tantas crisis económicas dan esa permeabilidad entre las personas y esa apertura a hacernos la gauchada”.
“Lo bueno es que en Barcelona también viven muchos argentinos y argentinas, encontramos mate y dulce de leche en el supermercado, nos suelen tener aprecio porque aman a Messi, y eso nos hace sentir mucho más cerca”.
“Cada lugar puede ser un nuevo espejo para experimentar una nueva versión de nosotros mismos”A pesar de que Barcelona la llamaba y Buenos Aires la dejaba sin voz plena, Argentina acompaña a Paula cada día. En los primeros años lejos de su país, el deseo de integrarse era tan fuerte que no quería cruzarse con nadie que fuera argentino. Hoy, en cambio, es capaz de integrar sus dos mundos con alegría, y cada vez que coincide con un compatriota siente genuina felicidad.
Volver a su país, quedarse afónica en sus viajes de visita, vale la pena, en especial por sus hijos, que desbordan de alegría en el país de sus raíces: “Nuestra familia catalana es mucho más pequeña. Cuando vamos a Argentina vemos a muchas personas, muchos tíos, primos, muchos amigos y cada día hay encuentro y celebración. Lógicamente sabemos que si viviéramos ahí no sería lo mismo. Pero cada vez que viajamos aprovechamos cada segundo para compartir con familia y amigos. A mis hijos les encanta viajar a Argentina, la cultura y, por supuesto, la parte de la familia que tienen ahí”.
“Después de visitar a todos terminamos agotados y con ganas de volver a nuestro hogar, a nuestro silencio y a nuestra calma, pero volvemos con el corazón y la barriga llenitos y recargados”, agrega Paula.
“Hogar es donde está tu corazón”, reflexiona. “Cada lugar puede ser un nuevo espejo para experimentar una nueva versión de nosotros mismos. Las ciudades tienen frecuencias de energía, cada lugar en el planeta es único y muchas veces los lugares nos llaman porque necesitamos la energía que tienen para sanar o para evolucionar”.
“Sin embargo, puede ser duro. Una de las cosas más difíciles de vivir tan lejos de tu lugar de origen es cuando hay eventos que conectan con la vida o con la muerte . En el caso del nacimiento de mis hijos, no poder compartir con mi familia de origen fue y es muy triste. Verlos crecer, ver la similitud que pueda tener con alguno de los familiares. Compartir historias, códigos personales, costumbres…Y en el caso de la muerte, me tocó perder a mi padre estando en Barcelona, y si bien pude viajar a compartir con él unos días antes de su partida, a la hora de procesar el duelo se vuelve muy difícil. Una parte tuya está en Argentina, la otra está aquí. Casi nadie de tu entorno conoce a esa persona que se marchó. Se hace muy difícil sobrellevar un duelo cercano estando a la distancia".
“Yo me siento agradecida de haber escuchado el llamado de venir a Barcelona nuevamente. Si bien mi motivo principal para venir era hacer viajes alrededor del mundo, y pensé que desde aquí iba a ser mucho más fácil, finalmente mi gran viaje fue hacia las tripas de la maternidad y la familia. El mejor viaje de mi vida”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.