PARÍS.– Donald Trump debe haber comprendido por fin que Alaska no sirvió para nada. Bastaba con ver cómo Xi Jinping y Vladimir Putin criticaron duramente este lunes a Occidente en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). La reunión de Tianjin, que culminó este lunes, se celebró en un contexto de múltiples crisis que afectan directamente a sus miembros: confrontación comercial de Estados Unidos con China e India, guerra en Ucrania o el programa nuclear iraní, pero con un objetivo central: demostrar que un orden mundial alternativo está en marcha.
En su discurso de este lunes, el presidente chino Xi Jinping denunció las “intimidaciones” y el espíritu de “Guerra Fría” que operan en el mundo. Para China, esta cumbre que reunió a unos 26 líderes extranjeros —que juntos representan 3500 millones de habitantes en el planeta, es decir, el 42% de la población mundial y el 22% del PBI mundial— fue un baluarte contra el “hegemonismo” y la “política del más fuerte” en un contexto de múltiples crisis.
“Debemos expandir los objetivos de la cooperación, sacar el máximo provecho de los recursos de cada país y asumir juntos la responsabilidad común de promover paz, estabilidad y prosperidad”, dijo Xi en su intervención. Frente a las “turbulencias y cambios” que aumentan la tensión internacional, añadió en una clara alusión a la política de la Casa Blanca, el Sur Global debe defender “un mundo multipolar ordenado”, protegiendo “el libre mercado y un sistema global de gobernanza más justo y razonable”.
Un lenguaje en código para decir que China, la India, Rusia y otros países, respetando las diferentes formas de gobierno de cada uno, deben unirse en nombre del crecimiento económico, enfrentando las imposiciones de Washington y de Occidente. El grandioso desfile militar programado para el miércoles en Pekín por el 80º aniversario de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial ofrecerá a Xi la oportunidad de intentar reescribir la historia, con China como garante y custodio de este nuevo orden global.
En tiempos de cambios erráticos debido a las posturas de Trump, estos encuentros ofrecen una “fuente de paz” en un “mundo turbulento”, dijo Xi. Una clara réplica a los halcones de Washington, que aún sueñan con abrir una brecha entre el Oso ruso y el Dragón chino, imitando los pasos de Richard Nixon, que apostaba por la desconfianza histórica entre los dos gigantes.
“La relación es sólida. Putin informó a China antes de ir a Alaska y ahora lidera esta visita sin precedentes de cuatro días. Por supuesto, hay ansiedad en Pekín al ver que Trump y Putin se hablan. Pero incluso en caso de normalización de las relaciones ruso-estadounidenses, Rusia no abandonará a China”, opina Yun Sun, investigadora del Stimson Center.
Después de haber encontrado el domingo al primer ministro indio Narendra Modi, una conversación de la cual China e India salieron definiéndose como “socios, no rivales”, Xi Jinping verá este martes a Putin en tête-à-tête en Pekín. En su discurso en la conferencia, su par ruso acusó una vez más a Occidente de haber provocado el conflicto en Ucrania, iniciado en febrero de 2022 con la invasión del ejército ruso.
“Esta crisis no fue desencadenada por el ataque de Rusia en Ucrania. Es el resultado de un golpe de Estado en Ucrania, que fue apoyado y provocado por Occidente”, declaró, atribuyendo la guerra en Ucrania “a los esfuerzos constantes de Occidente para atraer a Ucrania a la OTAN”. Una versión que Washington, Europa y Kiev rechazan, sosteniendo que la llamada “revuelta de la plaza Maidan” de 2013 en la capital ucraniana fue un movimiento espontáneo contra el giro prorruso del entonces presidente Viktor Yanukovich, y que la solicitud de ingreso en la Alianza Atlántica fue una decisión autónoma del gobierno de Volodimir Zelensky para protegerse del riesgo de una invasión rusa.
Para Vladimir Putin, es imprescindible eliminar “las raíces de la crisis” para que llegue la paz. En otras palabras, el jefe del Kremlin no piensa poner fin a la guerra. Entre otras exigencias, Rusia pretende que Ucrania ceda más territorios de los que perdió en estos tres años, que renuncie al apoyo occidental e, incluso, que cambie de gobierno. Condiciones inaceptables tanto para Kiev como para Europa.
En todo caso, el discurso del presidente ruso echó así por tierra las afirmaciones de Steve Witkoff, el negociador de la Casa Blanca, que se reunió con Putin en Moscú antes de la cumbre en Anchorage, afirmando después que este aceptaría garantías de seguridad occidentales para Kiev y un intercambio de territorios en el marco de un acuerdo de paz.
La versión fue inmediatamente desmentida por Moscú, pero Donald Trump persiste en creer que su mediación logrará convencer al invasor ruso. Tras su encuentro en Alaska, el presidente estadounidense tomó al mundo como testigo y advirtió al jefe del Kremlin que tenía hasta el 5 de septiembre, para dar señales de apertura y aceptar una reunión bilateral con Volodimir Zelensky o trilateral en su presencia.
En su intervención, Putin agradeció al líder chino y al indio “por sus esfuerzos para facilitar la resolución de la crisis en Ucrania”. Con Modi habló este lunes en una bilateral a la que se dirigieron juntos en la limusina del jefe del Kremlin.
Pekín y Nueva Delhi son los mayores compradores de petróleo ruso, provocando las críticas de Occidente por el apoyo vital que así brindan a la economía de Rusia extremadamente debilitada por los gastos de guerra y las sanciones occidentales.
Otro de los momentos cruciales de esta cumbre de la OCS ha sido la presencia del jefe del gobierno indio, por primera vez en siete años, que confirma un tímido deshielo entre Pekín y Nueva Deli, pero que sobre todo deja en claro que, con sus presiones sobre Narendra Modi para que deje de vender petróleo ruso, Donald Trump ha perdido a uno de sus grandes aliados asiáticos, que no consigue digerir las amenazas del ocupante de la Casa Blanca. El líder indio, que se prestó a todas las manifestaciones de amistad con Xi y Putin durante esta cumbre, evitará sin embargo el desfile militar en Pekín, ya que las tensiones fronterizas chino-indias siguen siendo intensas en el Himalaya. La presencia del dictador Kim Jong-un en el palco también marcará un acercamiento en las relaciones con el “hermano menor” norcoreano, ahora orientado hacia Moscú.
Esta “Internacional” con tintes autoritarios, anclada en los países emergentes, desafía a las democracias occidentales, bajo la bandera del multilateralismo para conjurar mejor el espectro del aislamiento frente a los ataques de Washington. Una hazaña que demuestra “otra globalización” posible, cuyo pivote intenta ser Pekín pero, además, deja al descubierto los estragos políticos que provocan las políticas decididas por la actual administración norteamericana.