Se fue a Europa con su abuela, ahora representa a Bélgica y sueña jugar el próximo Mundial de Rugby

“Tirarme a la pileta”. Felipe Geraghty repite más de una vez esta frase para graficar su aventura en un destino desconocido para el gran público del rugby. Lo que empezó como un viaje con su abuela, hoy es su vida. “Andaba con muchas ganas de viajar, sobre todo por Europa, que no conocía. Estudié Comunicación en la UBA, tenía 26 años y trabajaba en una agencia de medios. Cuando me recibí, mi abuela me regaló un viaje para hacer juntos. Volví y me quedé con muchas ganas de seguir viajando, pero no quería dejar de jugar. Yo estaba en Centro Naval, era capitán. Sentía que estaba en el momento en el que no se puede dejar”, expresó en una charla para LA NACION quien hoy integra la selección de Bélgica, que intentará clasificarse para la Copa del Mundo de Australia 2027 en un cuadrangular de repechaje en noviembre próximo en Dubái, para el que aún no tiene rivales determinados.

Formado en Estudiantes, de Olavarría, donde practicó múltiples deportes, Geraghty pasó a Centro Naval cuando se mudó a Buenos Aires para estudiar Comunicación en la UBA. Desde 2019, el tercera línea de 1,85 metros y 91 kilos, hoy de 32 años, se desempeña en Dendermonde RC, campeón de cinco de los últimos ocho torneos de la principal liga de Bélgica, que cuenta con 10 clubes (hay tres categorías, más las regionales). “El entrenamiento es como en Argentina, dos veces por semana a la noche. Se trabaja ocho horas por día, y después, a entrenarse. Cuando empecé a estar en la selección y en Brussels Devils, que es una franquicia profesional, durante dos meses por año, pedí trabajar tres días a la semana. Estoy con una pequeña academia en el club, entonces se me complicaba mucho con tantas horas de trabajo. Se practica los miércoles y los viernes y se juega los domingos”, contó.

–¿Por qué decidiste emigrar a Bélgica?

–En el 2019 muchos jugadores ya estaban yéndose a Europa. Durante esa oleada empecé a investigar, a buscar clubes, y se dio esta oportunidad por medio de un conocido que vive en Inglaterra y tiene una empresa de coaching en Sudamérica. Justo había venido a Bélgica, al club donde estoy ahora, donde le habían consultado si conocía a alguien. Hizo de nexo para acercarme. Llegué con la idea de viajar y no dejar de jugar al rugby, pero me tiré totalmente a la pileta porque no sabía con qué iba a encontrarme.

–¿Y con qué rugby te encontraste?

–Pensé que el nivel iba a ser un poco más alto. Cuando llegué, vi los tamaños de los pibes de acá y dije “¿dónde me metí?“. Además, este club es partnership de Leicester Tigers, con el que tiene un convenio. Las instalaciones están buenísimas: el gimnasio, las gradas, la cancha... La clubhouse está buenísima. No sé si estaba como para esto, pero terminé enganchándome y ya desde hace seis años estoy.

–¿Qué te sorprendió más de Bélgica?

–Me sorprendió mucho lo cultural. En Argentina se piensa que en el norte de Europa son muy fríos y distantes. Acá eso me chocó para el otro lado: me encontré con gente muy cálida, muy amistosa. Una cultura muy respetuosa, sobre todo, la parte flamenca. No son como nosotros, que abrazamos y vamos a invitar a un asado, que está buenísimo también. Respetan, pero una vez que uno entra, son muy cariñosos, son gente diez puntos. Tenía el prejuicio de que eran más fríos. Los argentinos somos algo invasivos: nos queremos mucho, nos abrazamos mucho, estamos muy pegados, a veces por ahí terminamos invadiendo demasiado. Hablamos muy fuerte en la vía pública. Por esas cosas a veces, cuando encuentro un argentino acá, digio “¡uy, sí! ¡Somos así!“. El choque cultural al principio me costó un poco.

–¿Cómo es el nivel comparado con el de Buenos Aires?

–Es más o menos como el de la primera A o la primera B de la URBA. El segundo equipo del club no entraría ni en la primera C, y el tercero perdería todo en Desarrollo. Es un rugby distinto. Acá, en la parte flamenca se juega un poco más estructurado. Tenemos una mirada del rugby parecida a la de Inglaterra, donde se juega mucho más con el scrum, el line y el maul. Cumplir los roles y hacer un rugby más lento pero más físico.

–¿Te cruzás con muchos argentinos?

–En los otros clubes no hay muchos. El año pasado un chico de La Plata jugó en otro de los buenos clubes y en esta temporada vinieron dos argentinos a otro. Hay muchos en Países Bajos. Bélgica recién está empezando a meterse en esto. Mi club desde hace mucho lo hace, pero los otros recién ahora empiezan a contratar extranjeros para que, además de jugar, los ayuden con los juveniles.

–¿En Dendermonde contratan extranjeros?

–El año en que llegué vine con otro argentino, Luca Maccagno, y teníamos tres sudafricanos, un australiano, dos o tres ingleses. La base del equipo era toda belga, pero había un mix de jugadores de distintos lugares. Y las últimas cuatro temporadas siempre fuimos cuatro argentinos. Fueron pasando Matías Chiuccariello, José Baume, Gonzalo Sabadin y Martín Visuara, y este, año en reemplazo de ellos, vinieron Manuel Palena, Stefano Giantorno y Mateo Borgioli. Al club le gustó nuestra cultura.

–¿Por qué?

–Creo que porque acá el rugby es amateur. Algunos sí estamos contratados por el club. Desde que vinimos los argentinos les ha gustado esto de que vivimos mucho para el club. Mi vida acá es igual a la que llevaba en Argentina: voy a trabajar y después me voy al club. Es la vida que hacía en Buenos Aires y creo que les gustó que vivimos como amateurs pero con una pasión profesional. Si me llaman el sábado a la mañana y dicen que necesitan un árbitro para los juveniles, voy a arbitrar para los juveniles. “Che, necesitamos alguien que cubra el bar”: vamos a cubrir el bar del club. Estamos siempre a disposición, ayudando al club y empujando. Cuando venían isleños, holandeses, australianos, venían más a pasar el rato. No se comprometían tanto con hacer grupo, con integrarse, con ayudar al club. Es un poco lo que los ha empujado tanto a traer argentinos: que funcionan.

–¿Existe la vida de club o el tercer tiempo?

–Somos el único equipo de Bélgica cuyos jugadores después del partido nos ponemos una camisa con una corbata del club. Le da un poco de sentido de pertenencia, pero falta todavía construir eso. El tercer tiempo no es como el argentino, porque hay algo raro en Europa: en muchos lugares, los clubes son lugares municipales. La cancha 1 es nuestra, como la clubhouse y las gradas, pero todo lo de alrededor es lugar municipal. Hay una pista de atletismo atrás, en la cancha 2, que usa un equipo de fútbol los martes, y después hay hockey y no sé qué otras cosas. No se vive tanto el club. Yo me crié en Estudiantes, de Olavarría, que tiene un parque gigante y todo cerrado, de los socios.

La vida en Bélgica

Inviernos largos con días cortos y grises. Abundan las lluvias. “Durante el invierno es bastante deprimente, pero una vez que empieza la primavera, florece todo y se pone muy lindo, con un calor que no es sofocante. Hay muchas pequeñas granjas. Acá uno se aleja apenas 10 minutos en bicicleta y es todo granja”, indicó el tercera línea. Dendermonde queda a 25 minutos de Gante y a 30 de Bruselas en tren. “Es una ciudad chica, tiene 40.000 habitantes y es un pueblo de gente grande. Los jóvenes se van a estudiar a Gante o a Bruselas y entonces queda la gente mayor. No tiene tanto movimiento social. No tiene un lugar a donde uno vaya el sábado a la noche a tomar algo y haya mucha movida”, explicó.

“Bélgica está dividida en tres, con Bruselas como ciudad autónoma. Después están la parte de Valonia y la parte de Flandes, que es donde estamos nosotros. Es donde se habla flamenco, que es un dialecto del neerlandés. Tienen una cabeza mucho más neerlandesa, más estructurada, un poco más anglosajona. Funciona todo mucho mejor, en mi opinión. Y la parte de Valonia tiene una cabeza más francesa. Es más bohemia y se habla francés. Entonces hay un gran choque cultural. Yo estoy en la parte más estructurada: funciona todo muy bien, está todo muy ordenado, no hay basura en la calle”, detalló Geraghty.

La selección belga de rugby

Con 14.000 jugadores activos, un campeonato nacional de 10 clubes, una franquicia que compite durante dos meses por la Super Cup y un presupuesto minúsculo, Bélgica escaló al puesto 22 del ranking de World Rugby, uno por detrás de Chile. En un país donde el deporte está financiado por las regiones y no por la nación, el rugby está lejos de la popularidad del fútbol, el hockey y el ciclismo. Felipe Geraghty debutó este año en la selección con la camiseta 8 frente a Alemania y sumó minutos ante Suiza en el Rugby Europe Championship, el mejor torneo del continente detrás del Seis Naciones.

–¿Cuándo surgió la idea de que jugaras en el seleccionado?

–Cuando llegué, cambió la regla de elegibilidad de tres a cinco años de residencia. Ni esperaba estar acá cinco años. Pero iba a ver a la selección, algunos que jugaban en la liga local completaban el equipo y yo me decía “estoy para meterme en esa posición, puedo competir”. Pasó el tiempo, me quedé dos años por la pandemia. Cuando terminó la pandemia jugué uno más y así fui quedándome. Entonces en un momento me preguntaron si quería jugar para la franquicia, y ya estaba ahí... El entrenador de Bélgica me dijo que era seleccionable para agosto de 2024. No pude viajar a la gira de julio por Sudamérica, pero me dijo que me quedara para jugar el Rugby Europe Championship de este año. Así que lo hice. No me sobra nada, pero terminé jugando dos partidos. Y al ser clasificatorio para el Mundial el torneo, nos metimos en la qualy de Dubái.

–¿El objetivo siempre fue el Mundial Australia 2027?

–Este año nos juntamos y nos propusimos un objetivo bueno, ir por todo. Sabíamos que Portugal y Rumania iban a ser muy picantes, pero Bélgica armó un proyecto muy bueno, con muchos jugadores en Francia y en buenos niveles. Hay un chico que juega en Toulouse, con Mallía y Chocobares. Hay otro en Vannes y hay otros en el PRO D2, que para nosotros suman muchísimo. Hay pibes por toda Francia. Entonces Bélgica se propuso traerlos. Lo que pasaba es que la selección jugaba partidos que no eran clasificatorios para nada y el jugador del Top 14 decía que no venía. Ahora, con este proyecto del Mundial, se armó un equipazo y vinieron todos. Cuando vimos que había equipo, empezamos a creérnosla. Contra Portugal perdimos por 10 puntos un partido que tendríamos que haber perdido por menos o hasta ganado. Terminamos perdiendo contra Rumania, pero haciendo un buen papel. No nos comimos un carro. Después apuntamos al quinto puesto y lo logramos. No es que nos encontramos el resultado, sino que a eso apuntamos, fue el objetivo.

–Ahora todos los cañones apuntan a ese repechaje...

–Vamos a noviembre con la intención de clasificarnos para el Mundial. Si logramos tener el equipo que tuvimos en febrero, creo que hay buenas chances de que se dé. En julio nos iremos a Estados Unidos y Canadá en preparación para noviembre, cuando se hará el cuadrangular en Dubái.

–Dadas las grandes diferencias que hay con las potencias, ¿te ves en un Mundial de Rugby, con todo lo que lo rodea?

–El Mundial es un sueño, pero por otro lado asusta un poco. ¿Me meto a una cancha con Siya Kolisi y Eben Etzebeth queriendo aplastarme? Yo llegaría con 34 años al Mundial... Si nos clasificamos, empezaría un proceso de preparación durísimo, en el que habrá que entrenarse al doble del mejor nivel propio. No sé si me da como para tanto; esto para mí ya es un montón. Trato de vivir el momento. Si miro al Mundial, falta tanto... Yo agarro y agradezco lo que va dándose.

Cómo juega Felipe Geraghty

–¿Cómo es la estructura del seleccionado, comparada con las de las potencias?

–Acá es todo más a pulmón. Pero para mí, que lo veo con los ojos de pibe muy amateur de un pueblito, que no pensaba llegar a nada, todo esto es increíble. Uno ve el documental del Seis Naciones y... Esto es mucho más a pulmón. No tenemos nutricionista, pero sí hay dos fisioterapeutas en las concentraciones. Hay un médico, un preparador físico, y entrenadores de scrum, line, backs, patadas y defensa. Hay una estructura. No imagino la estructura de un equipo como los Pumas, pero para alguien que no vivió todo eso es muy buena. El entrenador es un francés al que yo conocía de acá. Es muy estudioso del juego y profesional. Este año usamos como concentración el lugar que usan los del fútbol, como si fuera el predio de AFA. Fueron cinco semanas en las que me sentí muy profesional, je.

–Con la clasificación para el repechaje y sus buenas actuaciones, ¿creció el interés de la gente?

–Es un deporte muy de nicho, es un círculo muy chico. La gente todavía no lo dimensiona. En caso de clasificarnos, una Copa del Mundo ya será televisada 100%, con patrocinadores que van a llegar, y puede haber un boom y un cambio en las reglas del juego. El público todavía no lo entiende. Pasa algo en todo el mundo: con los cambios de las reglas, la gente no termina de entender el deporte. Yo invito a los de mi trabajo a ver el partido y me dicen que no entienden nada.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/deportes/rugby/se-fue-a-europa-con-su-abuela-ahora-representa-a-belgica-y-suena-jugar-el-proximo-mundial-de-rugby-nid19042025/

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