Ningún empresario o analista, ni siquiera aquellos que tienen diálogo y confianza con Javier Milei o su ministro Luis Caputo, podrían anticipar si en el transcurso de las próximas tres semanas, cuando entren los 5000 millones de dólares que el sector agropecuario tiene pendientes de liquidar y ya registró, el Gobierno aprovechará para sumarle reservas al Banco Central. No lo saben porque hay al respecto un hermetismo absoluto.
Qué pasará con el tipo de cambio y las reservas son las dos grandes incógnitas del establishment económico. Si el Gobierno finalmente compra esos dólares, el mecanismo elegido influirá también en la cotización: no es lo mismo hacerlo a través del Banco Central y emitiendo pesos que mediante operaciones del Tesoro con el superávit. En los bancos llamaban ayer la atención sobre compras recientes superiores a unos 500 millones de dólares que se habrían concretado bajo la segunda modalidad y que, de ser ciertas, estarían confirmando un cambio de actitud: ¿el Gobierno ha decidido adquirir reservas a pesar de que el dólar no tocó el piso de la banda acordada con el FMI?
Difícil saberlo. El misterio es la herramienta con que Caputo se ha sentido siempre más cómodo. En realidad, parte del establishment no termina todavía de creer en su programa y eso influye en el riesgo país. El martes, en el IAE, escuela de negocios de la Universidad Austral, el ministro de Economía contó una conversación que había tenido dos días antes con un empresario de primera línea, a quien no nombró. Fue sobre la cuestión cambiaria y las dudas de otros empresarios. “‘Están muy solos’, me dijo”, contó Caputo.
Hay algo cierto. Aunque el establishment ha incorporado ya la estabilización como adquirida, toma examen sobre el rumbo y el futuro. La Argentina sigue siendo frágil y nadie está en condiciones de augurar un éxito. Incluso empresarios dispuestos a colaborar con donaciones para la campaña electoral miran a veces desde cierta distancia. Algún invitado la semana pasada al cóctel recaudatorio en el Yacht Club de Puerto Madero, por ejemplo, prefirió pagar los 5000 dólares de contribución, pero no ir. Por las dudas. Y eso que los anfitriones habían sido extremadamente cuidadosos esta vez: todo con recibo e incluso pidiendo el CUIT para constatar que no hubiera entre los aportantes proveedores del Estado.
Las elecciones y la temporada baja de ingreso de dólares vuelven a ser un desafío. Un reporte de YIER, consultora de Gabriel Rubinstein, exviceministro de Massa pero últimamente elogioso con las decisiones de Milei, le augura 60% de posibilidades a un salto del 15% en el tipo de cambio después de octubre. “El día D”, lo llama. El informe no lo considera traumático sino, al contrario, cree que esa depreciación nominal “descomprimiría un poco la situación externa y las negociaciones con el FMI”, y le propone además al Gobierno opciones para hacerlo. Entre ellas: “Dejar trascender la idea de que buscaría un dólar un poco más alto”.
En el Palacio de Hacienda creen, en cambio, que el problema será el opuesto. Lo que viene con un peso fuerte. Deberán trabajar para convencer. En el IAE, Caputo comparó la situación con los tiempos de Macri: “En ese momento hubo expectativa, como mostraba el riesgo país a 400 puntos, y no resultados. Ahora es al revés: 0% expectativas y estamos obligados a mostrar resultados primero”.
Así lo ve casi todo el establishment. Solo unos pocos respaldan de manera enérgica. Marcos Galperin, entre ellos. Siempre activo en Twitter, el líder de Mercado Libre reposteó esta semana un video hecho por la cuenta “Escuela Austríaca de Economía” que compendiaba pronósticos incumplidos de economistas y periodistas.
“Hay mucho de batalla política y cultural”, insistió Caputo. Por eso es relevante, por ejemplo, si Milei acepta o no la invitación a la inauguración de la Rural este mes, y con qué ánimo se lo recibe después de que las retenciones a la soja, el maíz y el sorgo volvieron al nivel de diciembre. Hay entre los productores un mal humor creciente que le mete presión a Nicolás Pino, presidente de la entidad y de buena relación con el Presidente. ¿Qué esperar entonces de la Unión Industrial Argentina, que ha empezado a recorrer provincias para recabar la situación de las economías regionales? “La UIA siempre se va a quejar: este es un modelo difícil para ellos”, dicen en el Palacio de Hacienda. La reunión semanal interna de la central fabril volvió a exponer el martes lo que todos repiten en voz baja: muchos sectores están debajo de los niveles de 2023. “Estos tipos no hicieron todavía las reformas y te abren la economía”, dijo uno de los presentes.
El problema del Gobierno es que para esas reformas necesita una nueva conformación del Congreso. Y la estrategia electoral de la provincia de Buenos Aires avanza, pero lenta. Hay algunas definiciones y unos pocos nombres. Incorporarán en las listas nacionales a tres de Pro. Podrían ser Diego Santilli, Alejandro Finocchiaro, Florencia De Sensi, y falta negociar para las listas provinciales. Se complica porque los lugares son limitados. Uno de los armadores lo ejemplificaba con las pretensiones de Pablo Petrecca, intendente de Junín, para las listas provinciales. “¿Cómo le vamos a dar a Petrecca el doble de Guillermo Montenegro, que es 100% nuestro?”. Dependerá también de las pretensiones de cada uno. ¿Aceptará Santilli ser 3º o 5º, únicos lugares disponibles de la lista de diputados nacionales por la ley de cupos si, como parece hasta ahora, quien la encabeza es José Luis Espert? Por ahora está en silencio.
Hay, con todo, dificultades que exceden el territorio bonaerense, la relación con Pro y las elecciones. Están dentro de La Libertad Avanza y son las tensiones entre Santiago Caputo y Martín y Eduardo “Lule” Menem, armadores de Karina Milei en el territorio. Caputo está convencido de que parte de los proyectos que ya tienen media sanción y que amenazan el equilibrio fiscal salieron por el destrato que el Gobierno les dio a los gobernadores en las elecciones provinciales. ¿Tenía sentido competirles con listas propias? Hay casos recientes. En Corrientes, por ejemplo, se acaba de romper la alianza con el gobernador Valdés porque la Casa Rosada exigía encabezar la lista provincial. Y dicen que, cuando le preguntaron al diputado Martín Arjol por qué había ido con lista propia en las elecciones de Misiones pese a que Lule Menem le ofrecía encabezarla en alianza con La Libertad Avanza, contestó: “Es que no le creí”. Arjol fue, con el tucumano Mariano Campero, uno de los “radicales peluca” que esta semana le dio quorum a la oposición.
En el Gobierno confían en que podrán revertirlo en el armado de octubre. Es una elección nacional y desdoblada. Ponen como ejemplo la provincia de Buenos Aires, donde las diferencias con Macri fueron menos relevantes que la necesidad de acordar. Solo se mantuvo ahí lo que ningún libertario estaría dispuesto a ceder: el nombre del partido. “Somos la Coca-Cola. Si hubiera una fusión con Cunnington, a nadie se le ocurriría ponerle Nueva Cola”, resumió uno de ellos. La fórmula de Milei no es inmutable. Lo que no comparte es el poder. Ahí sí va siempre solo.ß