Vacunas y agua potable son las dos intervenciones de salud pública más eficaces y que más vidas han salvado en la historia de la humanidad. Actualmente disponemos de vacunas contra más de 20 enfermedades que pueden ser mortales, previniendo entre 3,5 y 5 millones de defunciones anuales. Pero entre los múltiples y nefastos efectos de la pandemia de Covid-19 ha habido un masivo abandono de las vacunaciones habituales de los calendarios, según un relevamiento de Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS) que refleja un fenómeno global en 184 países. Por primera vez en una década, la vacunación se redujo en 2020, con la sobrecarga natural en los años siguientes y, a la fecha, no se han logrado restablecer los niveles prepandémicos.
La OMS reporta que los niveles de inmunización infantil se estancaron en 2023, afectando a 2,7 millones de niños y niñas que no recibirán la totalidad de las vacunas. En 2023 ninguna de las coberturas de inmunización alcanzó la meta del 95% de la población objetivo que se necesita. “En muchos países hay demasiados niños sin vacunar”, afirmaba por su parte Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef. Si tomamos la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP), por caso, más de la mitad de los niños que no recibieron ni una de las dosis viven en los 31 países de contextos más frágiles.
En la Argentina, el referido informe revela alarmantes porcentajes en vacunación infantil contra 14 enfermedades, aunque autoridades locales aclaran que podría tratarse de subestimaciones por carga incompleta de datos. Desde 2013, funciona en nuestro país el Registro Federal de Vacunación Nominalizado (Nomivac), un sistema informatizado que recopila bajo nombre y apellido las dosis aplicadas. Los últimos porcentajes están por debajo de los de 2022.
Para la BCG, el informe refiere un 69% de cobertura mientras que oficialmente se habla de un 73%. Para la primera dosis de la quíntuple (difteria, tétanos, tos convulsa, hepatitis B y Haemophilus Influenzae b) sería del 77% cuando Salud reporta un 79,5%; para la triple (sarampión, rubeola, paperas) se habla del 54% frente al 80% oficial. La primera dosis de la antipoliomielítica, según el informe, no supera el 78% con un registro local del 80%.
La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) viene advirtiendo sobre los riesgos de bajar los porcentajes de coberturas, en particular hasta la adolescencia, impulsando así los brotes de enfermedades que ya estaban controladas. El ejemplo del sarampión es contundente: en los últimos cinco años los brotes han afectado a 103 países, en los que viven tres cuartas partes de los lactantes del mundo. La Argentina no es la excepción.
Con alarmantes índices de pobreza e indigencia, todos sabemos que la vulnerabilidad se acrecienta, no solo por falta de alimento o techo, sino también por dificultades para acceder a la salud. El gobierno nacional debe atender con urgencia cuestiones como la vacunación de amplias franjas que hoy carecen de redes sanitarias de cobertura.
El control de enfermedades como sarampión, poliomielitis, tétanos, difteria, coqueluche, neumonía, meningitis y las diarreas por rotavirus encuentra en las vacunas su principal aliado. En la vereda de enfrente están la desinformación general con baja percepción del riesgo, la influencia de grupos antivacunas, los problemas de un sistema de salud en crisis y las dificultades para acceder a los vacunatorios cuando la economía castiga el bolsillo.
Una vez más, educar a la población en estas cuestiones es marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Necesitamos más padres informados, que comprendan el riesgo de no vacunar a sus hijos y que entiendan que las vacunas son seguras y confiables.