MAR DEL PLATA.- Todavía en shock, luego de pasar por tribunales para notificarse de la causa que lo tiene como imputado por una tragedia que no pudo evitar, Gianluca (su apellido se mantiene en reserva por seguridad) reconoce que tiene tanto miedo como la madrugada del viernes pasado, cuando entre seis y siete motociclistas que eran parte de una multitudinaria caravana chocaron su auto y luego lo persiguieron varios metros entre insultos, golpes y algo más.
“Me disparan el arma y escucho que no sale la bala, estaban relativamente cerca”, afirmó frente a algunos micrófonos y de espaldas a las cámaras de televisión, porque el temor a una represalia lo persigue. Igual creyó que esa pesadilla real iba a terminar aún peor: “Si no me despierto de perder consciencia por el airbag, hoy no estaría acá”, dice, con voz quebrada.
Se lo acusa de homicidio culposo porque uno de los motociclistas, de 18 años, murió en el acto tras el choque múltiple. Otros seis sufrieron lesiones de distinta magnitud, en particular fracturas. Desde aquella noche recibe amenazas y, asegura Gianluca, casi no duerme. Le asignaron una custodia policial.
Ya de madrugada de aquel viernes feriado estaba al volante de un Chevrolet Corsa blanco, con el que trabaja de remisero. Circulaba por la avenida Fortunato de la Plaza, lento y por su carril, cuando se encontró con más 100 motos que cubrían esa arteria casi de cordón a cordón. Atinó a reducir velocidad casi a paso de hombre: en esas condiciones lo chocó una moto de frente, a la altura del faro izquierdo. Enseguida otras dos. El auto salió desviado hacia el carril contrario y otras tres o cuatro motos lo impactaron.
Durante el fin de semana se animó y volcó este relato en su cuenta de redes sociales. Este lunes, tras pasar por el despacho del fiscal Germán Vera Tapia, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) de Delitos Culposos, aceptó contar lo vivido a los medios porque quiere que quede claro que fue un protagonista involuntario de esta tragedia.
“Lamento mucho por la familia del chico fallecido, pero nada podía hacer yo para evitarlo”, dijo en su intento de reflejar que la cantidad de motos y la multipresencia en ambos carriles de esa avenida no le dejaron margen de maniobra.
“Venían por mi carril, yo no venía alcoholizado, tenía toda la documentación al día”, aclaró sobre una cuestión que había trascendido en las primeras horas. Se supo que cuando tomó contacto con personal policial reconoció que no tenía ni papeles de su automóvil ni su licencia de conducir. Se la habían robado en el marco del mismo episodio.
El remisero contó que la primera moto que lo impacta provoca la rotura de un eje delantero de su Chevrolet Corsa y hace que se desvíe hacia la izquierda, por donde marchaba el grueso de la caravana a velocidad sostenida. Terminó chocando a un auto estacionado, con la cabeza entre el airbag que se abrió del volante y el apoya cabezas de la butaca.
Dijo que recuperó consciencia, se bajó y enseguida se encontró con una turba que lo perseguía a golpes: “Sufrí agresiones de todo tipo, me corren por la calle, vereda, me pisotean, me cagan a palos con patadas y piñas”, describió.
En medio de esa marea de golpes entendió que alguien que lo conocía logró mediar como para que el castigo tuviera un freno.
Aun así recordó que alguien le puso un arma cerca de la cabeza y que gatilló. “La bala no salió”, dijo Gianluca, todavía aliviado. Ahí, cuenta, fue que le robaron la riñonera con sus pertenencias y hasta las zapatillas. “Había más con armas”, apuntó. Alguno le pegó un culatazo.
Su situación ameritó primero el respaldo del fiscal Vera Tapia, que al ver las imágenes de video del Centro de Monitoreo Municipal (CMM), donde se pudo reconstruir cada segundo del choque, se pudo observar que el automovilista no pudo haber hecho nada para evitar lo que sucedió. Ni siquiera deteniendo la marcha a cero, apuntó.
Pronto también se sumó el intendente Guillermo Montenegro, que apuntó fuerte contra estos grupos de motociclistas que se mueven seguido por la ciudad, generan algunos problemas con ruidos molestos, protagonizan picadas en vía pública, competencias de maniobras de riesgo y respetan poco y nada la seguridad en el tránsito.
“No fue un accidente. Fue un ataque”, dijo el je comunal. “La única víctima en todo esto es el remisero de 23 años. Para él sí fue una tragedia. No solo le rompieron su herramienta de laburo, sino que también le pegaron, lo apuntaron y le robaron”, escribió Montenegro en sus redes sociales.
Sumó en las últimas horas una nueva publicación en la que remarca que el motociclista fallecido tenía antecedentes por robo. “Formaba parte de un grupo de delincuentes”, afirmó antes por la participación en esa caravana. “Tenía causas por robos”, remarcó ahora. “Si hubiese estado preso no se habría muerto”, remarcó.