Octubre ya no es lo que era

Era una elección provincial, parecida a la que sucedió en la ciudad de Buenos Aires. Fueron comicios que se adelantaron. En principio, era algo totalmente anodino. Se elegían cargos, sobre todo, para la Legislatura provincial, una zona misteriosa de la política. Tiene que haber un escándalo del estilo “Chocolate” Rigau para que sea noticia.

El Gobierno empezó a nacionalizar esa elección, con un gran involucramiento de Javier Milei y una interna que se desató dentro del propio oficialismo -entre “El Mago de Kremlin”, Santiago Caputo, y Karina Milei- por la confección de las listas. De esta manera, se le otorgó una magnitud que no tenía. Sin embargo, la nacionalización se terminó produciendo por un factor inesperado: la dimensión de la derrota del Gobierno. Fueron 14 puntos de diferencia no previstos por ningún encuestador y en detrimento de la alianza de La Libertad Avanza y el Pro. Es inevitable ver los comicios de este domingo como un resultado que viene a resetear todo el panorama.

No es el único dato importante. Hay otro indicio eminente sobre el significado nacional que tiene esta elección, y es que el Gobierno asumió esa dimensión. Milei dijo este domingo, a poco tiempo de conocer el resultado, que había que trabajar para revertir en octubre la derrota. Esto quiere decir que el Presidente ve una línea recta entre la elección provincial y la nacional. El vocero presidencial, Manuel Adorni, anunció que el Ejecutivo, frente a lo sucedido, armará una mesa política. Como veremos, bastante curiosa.

Hay que detenerse en las cifras para entender mejor qué pasó. El jesuita Rodrigo Zarazaga, uno de los expertos que se dedican a mirar los números finos en la provincia de Buenos Aires, decía ayer que recién iba a poder sacar conclusiones sobre la migración de los electores de una opción a otra cuando mire mesa por mesa, voto por voto. Aun así, con la información con la que se cuenta hasta ahora, es posible empezar a pensar algunas cuestiones.

Un gráfico elaborado por Federico Aurelio, titular de la consultora Aresco, compara las elecciones de medio término del 2017 y 2021 con las provinciales de este año. Hay que subrayar un punto que quizá el mismo Gobierno no subraya, y debería hacerlo en favor de sí mismo: cuidado que no se entiende muy bien qué es lo que se discutía este domingo. Lo mismo ocurrió en la ciudad de Buenos Aires. Es muy raro que a la gente se la llame a votar por elecciones locales en la provincia de Buenos Aires, territorio que carece incluso de una agenda política propia.

Si nos detenemos en el PJ, cosechó 3.383.114 votos en 2017, 3.444.446 en 2021 y 3.820.119 en 2025. La diferencia respecto de 2021 fue de 375.673 votos. Aun cuando es un escenario de mejora, podría decirse que mantuvo aquello con lo que ya contaba. No es cuestión tampoco de desmerecer el resultado, ya que hablamos del mismo partido que viene del gobierno de Alberto Fernández y que dejó un país con una inflación del 200%. Que el desenlace electoral en su principal distrito haya sido aumentar su caudal de votos podría ser visto también como una hazaña.

En relación a La Libertad Avanza y el Pro, lograron 3.930.406 votos en 2017, 4.220.186 en 2021 y 2.73.710 en 2025. La caída en cantidad de votos, si se tiene en cuenta el antecedente más reciente, fue de 1.496.476 votos.

Otro grupo interesante de observar es el de los ausentes. En 2017, fueron 2.587.531. En 2021 alcanzaron los 3.513.340 y en 2025 ascendieron a 5.608.309, un incremento de 2.092.696. Hay que remarcar que, si bien la abstención fue muy alta, no superó a la que hubo en Santa Fe durante las elecciones constituyentes y en los comicios legislativos porteños del pasado 18 de mayo. El rubro “votos en blanco y anulados” también sufrió un aumento notable: 339.327 en 2017, 262.578 en 2021 y 688.967 en 2025 -una suba de 426.389-.

Habría que preguntarse, como primera hipótesis, si hubo un pasaje de los votos de La Libertad Avanza y el Pro hacia la abstención. Podría ser la lectura de un peronista, que tendría derecho a decir que en la Argentina hay una crisis de representación pero no a nivel general. Hay una zona de la política donde el vínculo entre dirigentes y dirigidos sigue anudado: el peronismo”. Mientras tanto, hay otra zona de la política, que se va erosionando con distintos colapsos como el del radicalismo en el 2001, el del Pro en 2023, cuando buena parte del electorado eligió a Javier Milei por sobre Mauricio Macri y Patricia Bullrich, y el de este domingo. Es el mundo del no-peronismo.

Uno se podría preguntar también: ¿Quiénes son los que dejaron La Libertad Avanza y el Pro para irse a la abstención y en qué condición social se encuentran? Hoy contamos con un ejemplo claro de la Capital, que tal vez adelantaba algo de lo que pasó en la provincia de Buenos Aires.

La Libertad Avanza, en 2021 y 2023, había tenido en territorio porteño un arraigo llamativo para un discurso de derecha, ortodoxo y ajustador, en los barrios más populares del sur de la ciudad de Buenos Aires. El pasado mes de mayo, perdió esos votos y consolidó una tendencia parecida a la del Pro, con mejores números en la zona norte de la Ciudad y Puerto Madero, donde llegó al 50%. ¿Qué pasó en los barrios más populares? La Libertad Avanza bajó y aumentó la abstención. ¿Pasó algo así en la provincia? Habrá que seguir estudiando.

El voto de Milei perdió a los sectores de clase media baja y baja que antes había tenido y que le daban una característica muy particular. Es crucial entenderlo por la fisonomía que tiene el Gobierno y por la relación entre política y economía, que puede explicar el por qué del fracaso del oficialismo.

Hay otro dato para mirar: en principio, las cifras hablan de un pasaje de La Libertad Avanza y del PRO a la abstención. No aparece todavía una tercera fuerza capaz de seducir al desencantado de Milei. Ese fenómeno ya venía haciéndose evidente. Un trabajo realizado el pasado agosto por Pablo Semán, que viene estudiando el fenómeno de la derechización de los sectores populares en el conurbano, advertía sobre dos movimientos en la política argentina en los sectores populares del conurbano. Por un lado sigue habiendo un rechazo a todo lo anterior, un repudio a la política en general, que hace juego con el discurso anticasta de Milei. Pero, por otro lado, empieza a haber un desencanto con Milei que podría materializarse en la abstención.

No existe un espacio que pueda capitalizar ese sentimiento en la actualidad. Ese voto no parece ir al kirchnerismo y tampoco se queda en el medio, en ninguna otra fuerza. Este es un mensaje importante y algo sobre lo que tendrían que reflexionar los gobernadores de Provincias Unidas, que pretenden ser una tercera vía entre el “polo Milei” y el “polo Kicillof”, que aparece como novedoso.

En términos de largo plazo, si se mirara la historia como desde una nube, hay una señal importante para el Presidente. Cuando el 30% del electorado le dijo a Macri, Bullrich y Larreta que se corrieran porque preferían lo desconocido -rareza absoluta en términos políticos-, lo que le estaban diciendo a Milei era “regenerá la política”. Le pedían restaurar la confianza y reducir el nivel de abstención. Significa entonces que el pasaje de LLA y el Pro hacia el ausentismo y el voto en blanco es un mensaje inquietante en términos de mandato político para Milei. Da la impresión, si se confirman las tendencias de la elección bonaerense, de que no logró la magia que le pedían.

Había otros estudios que anticipaban este fenómeno. Si retomamos un gráfico elaborado en agosto por Hugo Haime sobre la percepción de las medidas adoptadas por Javier Milei, el 35% de los encuestados estaban seguros de que servirían para que el país saliera adelante. Pero el 54% de esa muestra coincidía en que no servirían porque la gente iba a empobrecer.

¿Cómo evolucionó ese número? En febrero, quienes opinaban que no servirían representaban al 46%. En marzo y mayo, alcanzaron el 49%. En junio descendió un poco, pero en julio retomó con un 50%. Hay un cambio en las expectativas. Los consultores remarcan que la clave del gobierno de Milei está en la gente que absorbe el sacrificio que impone la política económica pensando que en el futuro va a estar mejor. Ese grupo empieza a ser cada vez menor. Son cada vez más quienes creen que no vale la pena el sacrificio porque en el futuro habrá más pobreza.

No es el único trabajo que advertía sobre lo ocurrido este domingo. La Universidad Di Tella produce dos índices todos los meses: uno de confianza del consumidor y otro de confianza en el Gobierno. En ambos, el Gobierno cayó 14 puntos de julio a agosto.

La imagen de Milei se precipitó a raíz de los desmanejos en el Congreso y, sobre todo, los escándalos de corrupción ligados a los audios del director de la Agencia Nacional de Discapacidad, Diego Spagnuolo. Cayó ocho puntos en dos semanas. ¿Quiénes lo dejaron a Milei? ¿De dónde son esos ocho puntos? ¿Dónde cayó? Esos son números que tenía el Gobierno antes de esta elección. Si pensamos, en cifras muy gruesas, que Milei es sostenido por un 50% de la opinión pública, y ese 50% está dividido en dos fracciones de 25% entre quienes lo adoran y quienes no lo quieren pero confían en que las cosas iban a mejorar, es en este segundo grupo donde que cayó. Y con el resultado en la provincia esto se agudiza, acelera y precipita.

Hay una pregunta clave para seguir viendo el proceso político argentino: ¿esto es un anticipo de lo que puede suceder en octubre? Milei cree que sí. Por eso dijo este domingo que tenía que reformar cosas en el gobierno nacional. Podría haber montado un discurso ficticio de “solo pasó algo entre los bonaerenses, que no afecta la dimensión nacional de la política”.

¿Cuál es el problema que impacta de lleno en octubre? Hasta ahora todo el mundo que miraba la política partía de la premisa de que las legislativas nacionales iban a ganar -como dicen las encuestas- los candidatos de Milei. Se creía que el Gobierno iba a hacer una elección de razonable a exitosa ¿Cuánto? Alrededor del 42%, si se suman los votos de La Libertad Avanza y sus aliados. ¿De dónde se obtienen estos datos? ¿De dónde el Gobierno obtiene su optimismo para mirar las elecciones de octubre? De las mismas encuestas que decían que el domingo perdía por cinco puntos. Cuando la diferencia se verificó en 14 puntos, el interrogante cambió: ¿Las mismas encuestas no la estarán pifiando también respecto de octubre? ¿No habrá que revisar todo ahora? ¿No hay que resetear la visión que tenemos del futuro?

Los primeros que se hacen esa pregunta son los agentes económicos, que salieron a comprar dólares. Tenían una perspectiva exitosa para octubre, alimentada en que la derrota del Gobierno iba a ser de solo cinco puntos e iba a poder sostener su política cambiaria; con un costo enorme a nivel productivo porque las tasas de interés son de 100% o más, que con una inflación del 25% dan un 75% real. Exorbitante.

Eso se iba a sostener porque el Gobierno tiene una expectativa de triunfo que hace que los agentes económicos piensen: no le juguemos en contra a este esquema porque Milei va a ganar las elecciones en octubre y va a poder hacer una reforma razonable de su propio sistema económico, basado en contener el tipo de cambio a costa de un gran ajuste productivo para que no haya un traslado de la devaluación a los precios, se reponga la inflación y pierda en octubre el principal trofeo electoral con el que puede ir a la elección. Lo que está sacralizado en el oficialismo, lo dijo de nuevo Milei, es la lucha contra la inflación.

¿Cuál es la pregunta ahora? Una pregunta muy inquietante: ¿podrá? ¿O acá todo se adelanta y va a haber una corrida contra el peso a favor del dólar antes de la elección de octubre? ¿Qué pasó este lunes? El dólar cerró en $1435. Hubo un aumento respecto de la cotización del viernes de $45. Todavía está por debajo del techo de la banda cambiaria, que hoy debería ser de 1468. Cerró en $1435, pero ya empieza a aproximarse. ¿El Gobierno tiene poder de fuego para intervenir y que el valor del dólar no toque el techo de la banda o va a necesitar un auxilio externo? Aquel que prometió el secretario del Tesoro de los Estados Unidos cuando dijo: “Si hay un ataque externo contra el peso, el Tesoro va a salir a poner la plata”. ¿Se mantendrá esa promesa? Son preguntas que empiezan a plantear un adelanto de las inquietudes en el tiempo, una anticipación de lo que preocupaba para después de octubre.

El Gobierno, por supuesto, sale a decir lo que tiene que decir, y es que esto no se toca. Lo dijo el Presidente este domingo, lo ratificó el ministro de Economía, Luis Caputo. Si no ocurre lo que ellos piensan y ocurre lo que sucedió en el mercado, el seguir subiendo la tasa es un instrumento que está vedado para el Gobierno. Entonces, lo que hay que pensar es que puede haber un movimiento con el dólar. Difícil que se traslade a los precios por el nivel de contracción productiva que hay. No hay demanda como para que un comerciante pueda trasladar el nivel de devaluación al precio de su mercadería, porque no se la compran. Entonces se empieza a ver un malestar que probablemente ya esté instalado y esté detrás del problema electoral.

Todo esto se vuelve preocupante, porque si uno habla con banqueros, comentan que en las últimas reuniones que mantuvieron con el equipo económico, sobre todo con Luis Caputo, cuando le preguntan si están seguros de lo que están haciendo con el esquema que han montado de mantener el precio del dólar con una tasa de interés tan asfixiante, Caputo mira para arriba, y sugiere que son instrucciones que emite el Presidente y que no tienen todo el consenso que deberían tener por parte del equipo económico. Es Milei el que dice: “Las elecciones se pierden porque se mueve el dólar, no porque haya una tasa de interés exorbitante”. ¿Será verdad? Habría que mirar de nuevo los resultados de este domingo y preguntarse si no tienen algo que ver con el malestar que hay en la gente por la contracción productiva, que de acá a octubre seguirá siendo muy importante.

En este panorama aparece un dato que manejan algunas personas relevantes del sistema financiero y es que por primera vez hubo, hace 15 días, una discusión entre Milei y Luis Caputo, el ministro de Economía, respecto de este esquema cambiario y monetario que se está convirtiendo en una especie de cárcel para el Gobierno y del cual va a ser difícil salir, sobre todo si las elecciones de octubre no son las que se esperaban. Ahora todo el mundo está un poco a ciegas respecto de octubre, porque las encuestas que pronosticaban el resultado de 42-43% son las mismas que pronosticaban, como dijimos, 5% de derrota en la elección de la provincia.

En la base de todo este problema, hay algo que es la gran incógnita: cómo mira Milei este fenómeno de la derrota. Existe un concepto, tal vez una cultura, una creencia, muy habitual entre los empresarios, mucho más entre los financistas, y es que gobernar es aplicar una receta científica con independencia de las condiciones sociales en que esa receta se debe ir asimilando. Este domingo, Milei dijo eso. “Vamos a cambiar todo, menos la receta. La receta no se toca”. ¿Por qué? Porque es la verdad, es una verdad de la ciencia. Claro, pero la gente a lo mejor no lo entiende. O a lo mejor no aguanta. Empiezan a haber huelgas, por ejemplo, en el sector siderúrgico, de empleados de la construcción que trabajan en empresas siderúrgicas, que van a la huelga casi sin que la convoque el gremio. Uno interrogan a los empresarios del sector a qué se debe esa conducta, y explican: “A que no llegan a fin de mes”. Entonces, para el que no llega a fin de mes, la veracidad científica de la receta es absolutamente indiferente.

¿Cuál es el problema que está detrás de todo esto? Que para que un plan económico sea bueno, en el contexto de una democracia, debe también ganar las elecciones. No hay buen plan económico que pierda elecciones. No hay receta sagrada si pierde las elecciones.

Este lunes hubo un comentario muy interesante, que está circulando en las redes, de Ernesto Tenembaum. Un poco enardecido estaba Ernesto por un comentario de Federico Sturzenegger. El ministro dijo algo así como que “un gobierno como el nuestro, que bajó la inflación, redujo la pobreza, produce crecimiento -más allá de la veracidad de esos números-, debería ser votado con los ojos cerrados, lo que pasa es que en Argentina esas cosas no se valoran”. Es decir, somos un gran gobierno con una sociedad de porquería, que se equivoca cuando vota. Algo parecido sugirió Macri cuando perdió las primarias en agosto de 2019: “La gente votó cosas equivocadas”. Bueno, es un fracaso del Gobierno, no de la gente.

Esto es importante porque Milei tiene un mandato político, que es, en términos muy sintetizados, reducir la abstención. Que la ciudadanía vuelva a confiar en la política y vuelva a querer participar. Desde el punto de vista económico, tiene otro mandato, que es evitar el sino trágico de Menem y, sobre todo, el sino trágico de Macri. Es decir, gestionar un plan de estabilización que no termine en una recesión, lo que provoca que una parte muy importante de la sociedad recuerde que cada vez que consume capitalismo su cuñado pierde el trabajo.

Decíamos que Milei interpretó que hay un mensaje nacional en las elecciones bonaerenses y este lunes Adorni anunció, por orden de Milei obviamente, la creación de una mesa política. Es una salida muy de Macri, que armaba mesas todo el tiempo. Había un gracioso que decía que el Gobierno era una especie de mueblería: la mesa productiva, la mesa judicial, etcétera. Se armó una mesa política que integran Javier Milei, el presidente; su hermana, Karina Milei; Guillermo Francos, Santiago Caputo, Patricia Bullrich, Martín Menem y Manuel Adorni. ¿Hay alguien distinto de los que ya formaban el grupo político, pero sin mesa? No. No hay una novedad acá. No se entiende cuál es la novedad que anuncia Adorni. Nada más que la palabra mesa. Porque, que uno sepa, esta es la gente que venía manejando la política dentro del Gobierno.

Ahora le dan otra dimensión, ya no es un triángulo de hierro, son más. Daría la impresión de que son más para disolver el conflicto desatado entre facciones dentro del Gobierno, sobre todo entre Santiago Caputo y Karina Milei. Caputo, que es prudente, no es tonto, no va a decir que es con Karina Milei, que es incuestionable, intocable. Es con Lule Menem, con Martín Menem. Pero es una pelea feroz en la que ahora también involucraron a Guillermo Francos, que es, probablemente con Luis Caputo y con Patricia Bullrich, el que aporta una visión política y de equilibrio dentro del Gobierno.

El otro día Daniel Parisini, conocido como Gordo Dan, prácticamente insultó a Francos después de haber dicho barbaridades de Luis Juez. Y cuando Francos salió a defenderse, el que termina atacando subliminalmente es Santiago Caputo. Esto sucedió este fin de semana, 48 horas antes de la elección. A las dos de la mañana, Santiago Caputo emitió este mensaje por la red X: “Nos chupa un huevo lo que opinen los que arruinaron el país. Nuestro compromiso es con la sociedad” “vamos a destruir la inflación a cualquier precio, es la única variable que importa” “El Estado no debe ser gestionado sino desmantelado” “el diálogo solo es un valor si conduce a un país más libre”. Es decir, el diálogo es un valor si conduce a donde yo quiero ir; si conduce a donde quiere ir el otro, que supuestamente es el que dialoga conmigo, deja de ser un valor. “La política debe discutir ideas, no perseguir al adversario. El que a hierro mata, a hierro muere”, agrega. ¿Cómo es que no hay que perseguir a nadie y al minuto, en la oración siguiente, habló de la muerte? Es anecdótico esto, no importa detenerse en la solidez conceptual que pueda haber detrás de estas pavadas. Lo que importa es que es un mensaje de una agresividad que la pagan en las urnas. Esta agresividad no se vuelca primero sobre los adversarios, sino sobre las propias facciones del Gobierno. En este contexto el Presidente decide armar un grupo más grande para disolver o disimular estas contradicciones internas.

Con el resultado de este domingo, a lo mejor adquieren otra dimensión algunas frivolidades. ¿Dónde está Victoria Villarruel? ¿Alguien la vio? ¿En qué consiste la pelea con la vicepresidenta? ¿Cuáles son los conflictos que vale la pena desatar dentro de un Gobierno con una política económica muy exigente y frente a desafíos económicos muy importantes? ¿Este es el discurso que corresponde? ¿Este es el tono con el que hay que gobernar?

Es probable que, en una visión autocomplaciente, mucha gente del Gobierno, sobre todo Caputo, entienda que lo que pasó este domingo, contra Pareja, contra Karina Milei, contra los Menem, deriva de cómo se armó la oferta electoral: candidatos de baja calidad, menosprecio a algunos aliados que armaron sus propias listas y les quitaron votos. Daría la impresión de que hay otro problema detrás de todo esto que tiene que ver con el nivel de aceptación que tiene la política económica por parte de la sociedad y, sobre todo, de los sectores más castigados.

Hay un pasaje de Juan Carlos Torre en su fantástico libro Una temporada en el quinto piso, las memorias de su paso por la gestión de Juan Sourrouille en el gobierno de Alfonsín, que habla de las condiciones de un plan de estabilización. Y la tercera condición indispensable, señala Torre ahí, es la empatía de quienes llevan adelante ese plan con las víctimas del plan. Es decir, el nivel de sensibilidad política y social que tengan los que ejecutan una receta científicamente correcta, al menos para ellos.

¿En qué quedó Pro, arrastrado a todo esto? Probablemente Macri se debe estar preguntando si tenía que dejarse llevar por Ritondo y por Santilli en esta alianza con La Libertad Avanza. El mapa de la provincia quedó este domingo pintado de celeste, un poco de violeta, pero cuando se buscan los votos de Santilli y de Ritondo no aparecen. Más aún, en distritos ligados a ellos -por ejemplo, Arrecifes o Zárate- donde hay dos intendentes cercanos a Ritondo, perdieron. Yen Campana, cuyo intendente está ligado a Santilli, salió empatado. ¿Cuál es el negocio que hizo el PRO en esta alianza? Una pregunta para hacerse también hacia el futuro: ¿qué nivel de autonomía le convenía tener al Pro de Macri frente a la expansión del experimento de Milei?

De todo el panorama que surge, aparece este domingo una novedad de primera magnitud. Se llama Axel Kicillof. Es importante porque por primera vez enfrenta a Cristina Kirchner y le gana. ¿En qué le gana? En el método. Fíjense lo que decía la expresidenta cuando se adelantaron los comicios: “Hoy, 14 de abril, sigo creyendo, junto a otros compañeros y compañeras, que en las próximas elecciones parlamentarias en la provincia de Buenos Aires, tanto nacionales como provinciales, lo mejor para los bonaerenses en general, y para el peronismo en particular, es votar una sola vez el 26 de octubre”. Ella dijo, entonces: esto que propone Kicillof, que es adelantar la elección, nos va a llevar a la derrota. Y los llevó a una victoria impresionante.

HOY, 14 de abril, sigo creyendo, junto a otros compañeros y compañeras, que en las próximas elecciones parlamentarias en la PBA, tanto nacionales como provinciales, LO MEJOR PARA LOS BONAERENSES en general, Y PARA EL PERONISMO en particular; ES VOTAR UNA SOLA VEZ, EL 26 DE…

— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) April 14, 2025

Por primera vez Cristina tiene un desafío a su liderazgo, nada menos que de alguien al que inventó ella, que es Kicillof, cuya habilidad habrá que ir chequeando, porque demostró ser más habilidoso de lo que se suponía, frente a Cristina Kirchner, a quien le ganó en esta partida de ajedrez, y sobre todo frente a La Cámpora y a Máximo Kirchner.

Todo el conflicto empezó, hay que recordar, con el malestar que produjo en La Cámpora y, sobre todo, en Máximo Kirchner, en septiembre de 2023, antes del balotaje, antes de las elecciones generales, que Kicillof dijera: “En este movimiento tiene que haber canciones nuevas, no repetir las viejas canciones”. En septiembre de 2024, el año pasado, se burlaron de él en el Club Atenas de La Plata, toda La Cámpora diciendo: “Si querés canciones nuevas, acá te presto la mía”.

¿Empezaron las canciones nuevas en el peronismo de la provincia de Buenos Aires? ¿Kicillof tiene alguna capacidad de convertir el triunfo de este domingo en algún proyecto de liderazgo nacional, o es demasiado rígido, demasiado dogmático? Es la misma pregunta que uno se haría respecto de Milei: ¿qué plasticidad tiene frente a una escena desafiante y novedosa? Todo esto es importante porque reorganizaría el mapa peronista.

Alguien debe estar sufriendo tremendamente: se llama Sergio Massa. Ya vio pasar por al lado a Alberto Fernández, que le ganó la candidatura presidencial. Después lo vio a Milei, que también lo pasó con el auto. Desde este domingo empieza a mirar que Kicillof le gana al él, que es el más vivo de todos, el más profesional de todos. Pero es una anécdota. Lo que importa es que si en el horizonte se empieza a dibujar Kicillof -que, hasta nuevo aviso, es más populista que Cristina-, si eso es lo que viene, ese futuro modifica el presente.

Volvemos a hablar de expectativas. El gobierno de Alfonsín, que ya venía complicado, se terminó de dañar cuando lo que venían eran las patillas de Menem. Entonces, los agentes económicos apuestan rápido en contra del que está porque tienen miedo del que viene. Para el final de Macri fue fatal que las internas de agosto del 19 las ganara Alberto con Cristina al lado. Ahora Milei tiene que lidiar con un nuevo problema: hay gente que piensa así: “Ojo que puede venir Kicillof. hasta nuevo aviso no apuesto, quiero ver que aquello no se produzca’.

Paul Valéry, en 1937, en un libro titulado Mirada sobre el mundo, instituyó una frase que popularizó entre nosotros Julio María Sanguinetti, el expresidente del Uruguay, y también la adoptó como propia Felipe González, el expresidente del gobierno español. Valéry, con el eco de Sanguinetti y de González, dijo: “El futuro ya no es lo que era”. A partir de los resultados de este domingo, octubre, con todo lo que se juega en octubre, ya no es lo que era.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/octubre-ya-no-es-lo-que-era-nid09092025/

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