Un avance contra el cáncer

Estados Unidos lidera en el mundo la investigación del cáncer, en especial desde 1971, cuando sancionó su ley nacional del cáncer. Desde 1991 disminuyó la mortalidad, al salvar más de 4,5 millones de vidas. La FDA (Food and Drug Administration), equivalente a nuestra Anmat, aprobó últimamente más de 100 medicamentos para su tratamiento. Joe Biden, tras la muerte de un hijo por cáncer, siendo vicepresidente impulsó iniciativas contra la enfermedad. Gobierno y fundaciones estadounidenses financian investigaciones básicas de mayor riesgo económico, pero que conducen a resultados que las empresas toman, y logran nuevas medicinas. Los fondos gubernamentales y de fundaciones provienen de impuestos y donaciones que aportan ciudadanos, instituciones y empresas.

Trump, en su primera presidencia, quiso recortar presupuestos a las ciencias biomédicas. El Congreso lo rechazó y hasta incrementó los fondos. En su segundo mandato acaba de recortar y cancelar subvenciones, por lo que instituciones científicas despidieron personal o cerraron y se detuvieron investigaciones promisorias. El contradictorio Trump, que hoy busca detener guerras no por razones morales sino económicas, combate la ciencia que evita muertes.

En la Argentina sucede algo similar: Milei recortó fondos al sistema científico. Peor aún, nuestras universidades públicas destinan pocos recursos a la investigación, sin proteger con patentes los avances que se publican internacionalmente. Al no estar protegidos, los toman países desarrollados, que los transfieren a industrias y cobran regalías. O sea, regalamos conocimiento.

El rol de las fundaciones es preponderante al recordar lo dicho por el científico Paul Workman en 2017, como presidente del Instituto de Investigación del Cáncer de Londres: “Los tratamientos contra el cáncer son muy costosos. En Inglaterra, Estados Unidos y países europeos superan el valor de una casa: 100.000 euros o hasta 500.000 si se necesitan dos, tres o cuatro tratamientos”. No critico a la industria, que tiene que ser viable económicamente. Una solución es que las fundaciones intervengan en el desarrollo de medicamentos”.

En la Argentina, la Fundación Sales –asociada al Conicet, que aporta científicos– desarrolla y financia programas de investigación del cáncer, gracias a más de 155.000 donantes que contribuyeron con esas investigaciones. Uno de esos programas, dirigido por José Mordoh, discípulo del premio Nobel Luis F. Leloir, logró tras 37 años de investigación una vacuna terapéutica contra el melanoma, el más grave cáncer de piel, que no tiene medicina eficaz. No es preventiva, pues se aplica a pacientes con la enfermedad. Las preventivas evitan una enfermedad, la terapéutica en este caso se aplica en el inicio de la enfermedad para que el melanoma no se agrave. Incrementa los linfocitos de nuestro sistema inmunológico para atacar las células tumorales. La fundación también financió mayormente los ensayos clínicos que mostraron una alta eficacia de la vacuna (72,8%) sobre el interferón alfa 2 (27,2%), medicina habitual con la que se la comparó. Mordoh apunta ahora a aumentar su eficacia, a potenciar el efecto de otras terapias contra el melanoma y a aplicarla a otros cánceres. Aprobada por la Anmat, podrá utilizarse en pocos meses. Al haberse financiado por donaciones su costo será menor, como aconseja el científico Workman. Fundación Sales-Conicet, al no tener finalidad lucrativa, eliminan el porcentaje de la ganancia económica y evitan el alto costo de importar un medicamento.

Hace más de un siglo que varias enfermedades comenzaron a atacarse con las defensas de nuestro organismo. No ocurrió con el cáncer y se conocen razones de este hecho. Por eso, en 2013, la revista científica Science dijo: “La inmunoterapia oncológica es una forma totalmente diferente de tratar el cáncer, pues estimula nuestro sistema inmunológico, por lo que los oncólogos afirman que se ha dado vuelta la hoja y que ya no habrá regreso.”

La vacuna lograda por Mordoh es la primera terapia inmunológica que aumenta el número y variedad de los linfocitos dirigidos contra el melanoma. Mientras los tradicionales tratamientos con quimioterapia y radioterapia se diseñaron para atacar las células cancerosas, aunque destruyen otras por falta de precisión, la inmunoterapia oncológica moviliza las propias defensas de forma precisa y no invasiva. Un avance mundial, pues al combinarse con las mencionadas terapias tradicionales mejora la calidad de vida y amplía la sobrevida.ß

Director ejecutivo de la Fundación Sales



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/un-avance-contra-el-cancer-nid05072025/

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