Milei potencia éxitos propios y penas ajenas

No fue un golpe de KO, pero tuvo el efecto suficiente para conmover a los rivales y al público. Ahora, con los rivales aturdidos después del triunfo porteño de la lista que encabezó Manuel Adorni, el Gobierno acelera con nuevo impacto para ampliar lo ganado.

En este contexto sociopolítico se anunció una medida anticipada muy calculadamente antes de los comicios. Al final, llegó el virtual blanqueo para los dólares del “colchón”, que, se supone (o se quiere suponer), tienen un origen blanco y viraron a negro para resguardar ahorros, sin que nadie pregunte si eso fue así. Pero el anuncio no se reduce a ese cambio, que celebra buena parte de la opinión pública. Y el Gobierno lo sabe. Como para no preocuparse por algunas críticas.

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La clase media acomodada y media alta, beneficiaria principal de esa medida, escuchó con alivio, además, que a la máquina de impedir y complicar del Estado volvieron a quitarle varias piezas. El nuevo desmantelamiento de un enmarañado e ineficiente sistema de regulaciones que asfixiaba y servía para controlar poco menos que nada, junto a la habilitación para usar ahorros no declarados, componen una melodía que termina de alegrarles la semana. Sobre todo, a los que el domingo festejaron el triunfo de Adorni y a los que a pesar de compartir el rumbo económico no lo votaron.

La intencionalidad política del anuncio, además de razones económico-financieras, fue explícita. Luis Caputo presentó lo anunciado como un incentivo para que quienes lo celebran voten al oficialismo en las próximas elecciones.

El Gobierno machaca así sobre una superficie ablandada y descompuesta tras los comicios porteños. Una elección que más allá del triunfo concreto tuvo un valor simbólico, de consecuencias prácticas, muy superior a la cantidad de votos obtenidos por La Libertad Avanza.

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El derrumbe de Pro tuvo un efecto demoledor sobre su dirigencia, tan potente como la conmoción que generó en el peronismo. Se había ilusionado con una victoria, pero terminó segundo y Leandro Santoro obtuvo 140.000 votos menos que en 2023. El ganador de los pronósticos no lo fue para la afición. La caída llegó desde más arriba.

“La gente quiere esto y no le importan las consecuencias ni la crueldad”, fue una de las frases que dice con resignación una mayoría de dirigentes y adherentes del peronismo y de sectores progresistas.

El nivel de desazón excede los ajustados 2,5 puntos que los separaron de los libertarios, como si Adorni hubiera sacado mucho más que el 30,13% final, en unos comicios en los que participó solo poco más de la mitad del padrón. La realidad pierde contra su significado.

La hipótesis de que la elección de la ciudad de Buenos Aires iba a ser “la madrecita de todas las batallas” estaría corroborándose en esta horas, cuando se fija la vista en las escenas de naufragio del submarino amarillo y el acercamiento apurado de distintas tribus peronistas.

Ayer en ambos espacios se reforzaron todas las prevenciones, sobre la base de una evidencia, que indica que, aunque la clase media está en un encogimiento sostenido, sus aspiraciones y sus categorías de análisis siguen vigentes aún en muchos que ya no la integran.

Para una parte de votantes o exvotantes del peronismo, las medidas de ayer resultan atractivas, así como otras decisiones que ha tomado el actual gobierno. Una obviedad. Si entre ellos no hubiera pregnado el hartazgo con los gobiernos anteriores y con el sobrepeso de un Estado que, con sus absurdas trabas, en lugar de curarlos, alimentarlos y educarlos les hacía sentir que los enfermaba, les encarecía la comida y los expulsaba de la escuela, Milei no habría sido presidente.

Otro, sin embargo, parece ser el clima de esta última elección, donde se observan expresiones de fatiga de aquel atractivo que tuvo hace dos años el libertario en algunos barrios de recursos más bajos. La pronunciada caída de la participación que se registró allí, donde la boleta de Santoro pintó de celeste (o verde en esta ocasión) casi una mitad del mapa porteño, parece mostrar un terreno semibaldío en cuanto a adscripciones partidarias.

Ahí, donde el macrismo había empezado a hacer pie con Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, la retracción amarilla en presencia y prestaciones dejó un vacío. El peronismo palermizado no logra reinsertarse y los libertarios no terminan de apropiarse de votos que fueron de Pro.

La duda, en este caso, es si el aumento de la abstención se debe solo al poco atractivo de las elecciones de medio término o si hay algo más profundo. Por ejemplo, que los que representan al pasado siguen sin recrear algún tipo de expectativa y que el gobierno libertario no logró sostener la ilusión que en esos sectores había empezado a despertar.

Si así fuera, la destrucción de lo viejo no sería suficiente si al mismo tiempo la promesa de lo nuevo se demora en concretarse. ¿Estarán siendo insuficientes allí abajo la motosierra, la desinflación y la salida del cepo? Una gran pregunta, que en el Gobierno no se hacen.

Un voz a la que el Presidente les presta mucha atención tiene otra hipótesis sobre la abstención. “Cuando la gente no va a votar es una señal de que está tranquila. En cambio, en los países donde te estás jugando la vida todo el tiempo, la gente va a votar”, dice un colaborador al que Milei elogia recurrentemente.

El funcionario corona con una conclusión provocadora, que otros oficialistas comparten: “En otros países más sanos a la gente no le importa la política. En Suiza ni saben quién es el presidente”. Sería un exceso equipararlo con el exfuncionario kirchnerista que dijo que en la Argentina había menos pobreza que en Alemania. Eran tiempos en los que medir era estigmatizar.

En tanto, vale mirar lo que la elección porteña está provocando en el peronismo al otro lado de la General Paz. A pesar de que las tensiones no ceden, la necesidad de unirse ha calado mucho más hondo ante la amenaza violeta, reforzada por la infantería amarilla que no para de comprar garrochas para dar el salto, a pesar de que los libertarios en lugar de colchonetas donde caer les muestran picas. La preocupación es tal que algunos se apuraron a instalar la inminencia de una cumbre de unidad que todavía no tiene fecha.

Lo cierto es que el tráfico de mensajes entre los bandos se ha intensificado. El correo massista no da abasto. Pero hay dudas de que antes de agosto, cuando debe cerrarse alianzas y listas, pueda alcanzarse una definición. Por ahora, el cristinismo y el kicillofismo parecen decididos a tensar para posicionarse.

De todas maneras, como señaló un destacado intendente peronista del conurbano, Cristina Kirchner dio una muestra más del pragmatismo que la habita en los años impares, al aceptar la suspensión de las PASO impulsada por Axel Kicillof.

A la expresidenta eso le valió una fuerte discusión político-familiar. Máximo Kirchner intentó todo para frenar esa ley y no concederle una victoria a su enemigo íntimo.

En ese escenario, los jefes comunales, aliados del gobernador, que ha empezado a practicar el extraño ejercicio de escucharlos, buscan preservar el poder en sus territorios y evitar que la pelea los arrastre. Además, aprovechan el clima de época para hacer el ajuste en sus municipios. No se diferencian de lo que, con todo el disimulo posible, hace el gobernador.

Según datos oficiales relevados por el senador provincial Marcelo Daletto, “Kicillof ajustó el gasto en 2024 un 15,8% sobre 2023 y el 64% de este recayó sobre la masa salarial y jubilatoria, que cayeron 18,5% y 12,9%”. La necesidad obliga y el nuevo humor lo tolera.

De todas maneras, el kirchnerismo parece decidido a tomarse revancha después de ser obligado a camuflarse en la elección porteña. “Ustedes creían que ocultándonos iban a ganar y miren cómo les fue”, espetó a sus compañeros un representante del cristinismo más puro.

Ahora, con la mira puesta en la elección bonaerense de septiembre y en la nacional de octubre, han decidido recuperar su fisonomía. Pasado mañana Cristina Kirchner reaparecerá en un acto en los bordes del popular barrio 31. Esta presencia da pie a la conjetura de muchos perokirchneristas de que la opción de una candidatura provincial empieza a perder fuerza.

El revival kirchnerista, sin embargo, es visto como un salvavidas de plomo para buena parte del peronismo. La mayoría cree que en la vieja ecuación tiene muchísimo más peso la variable “con Cristina no alcanza” que la que dice que “sin Cristina no se puede”. Pero nadie logra inclinar la balanza.

En el bando de los más dañados, Pro se desvive por acordar con LLA, mientras Milei y los suyos se divierten en negarse, mientras siguen pescando dirigentes y posibles candidatos competitivos todavía macristas. No les cuesta nada. Sobran los que se tiran sobre las redes.

Por abajo, en tanto, prosiguen las negociaciones entre libertarios y macristas, comandados por el negociador Cristian Ritondo, convertido en una especie de centauro que, en lugar de mitad humano, mitad caballo, es mitad amarillo, mitad violeta. Y la golpeada dirigencia de Pro prefiere ilusionarse con una interpretación benévola de la frase de Milei: “Todo violeta. Ni una línea de amarillo”.

“Es la forma de negociar desde una posición dominante”, dicen fuentes mileístas y macristas. El triunfo porteño envalentonó a los libertarios que quieren ir por el territorio bonaerense, pero saben que cualquier fuga de votos, por más pequeña que sea, como la que podría conservar una lista macrista, puede ser la diferencia entre una derrota y una victoria. Un triunfo le pavimentaría el camino de los sueños y despejaría sombras de un retorno kirchnerista, una de las grandes dudas que albergan los inversores.

En el seno del macrismo más puro se impone ahora una posición que resumen así: “No hay dudas sobre un acuerdo con LLA, pero debe incluir al radicalismo y a espacios vecinales. Nosotros asumimos que a nivel nacional LLA tiene más fortaleza y debe respetarse eso en la lista nacional, mientras que en provincia, donde tenemos territorio y gestión, el valor de los intendentes de Pro debe pesar para el armado y las candidaturas”.

Se trata casi de un pliego de condiciones destinado a los libertarios y a los propios que ya se tiñen de violeta. Lo enarbolan dirigentes como Soledad Martínez, intendenta de Vicente López y primera voz de los primos Macri entre los jefes comunales, y el intendente de Pergamino, Javier Martínez, entre otros, que intentan hacer pesar en la negociación su poder territorial, frente a los sintierra violetas, que necesitan contar con algo más que la ola mileísta en la disputa provincial y en la crucial elección nacional.

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No será fácil lograr que les acepten todas las condiciones, aunque los armadores y estrategas mileístas emiten señales de la disposición a acordar, a pesar de la artillería verbal que en sentido contrario tiran sobre la agenda pública.

Milei y los suyos potencian el viento a favor de su reciente triunfo y de la derrota amarilla con medidas que tocan el corazón de gran parte de los que son o han sido votantes y adherentes de Pro. El desafío es que llegue con el mismo brío a octubre.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/politica/milei-potencia-exitos-propios-y-penas-ajenas-nid22052025/

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