“Es demasiado artística”, alcanzó a comentar uno de los ejecutivos de United Artist cuando terminó la primera proyección de la película. Ninguno sabía qué decir porque no entendían qué habían terminado de ver. Era una película inclasificable, que no encajaba en ningún género. ¿Era una de terror, un thriller, un policial negro, un relato fantástico con momentos de comedia, un drama familiar? En realidad, casi nadie supo valorar esa maravilla. No sabían qué tenían enfrente. Solo sabían que era el debut como director de un actor respetado: La noche del cazador.
Para entender la historia detrás de La noche del cazador hay que remontarse a 1955, cuando se estrenó. El cine temía perder más terreno frente a la televisión, que cada vez llegaba a más hogares. Era la época donde los estudios viraban hacia las producciones gigantes como ¿Quo Vadis?, Los diez mandamientos y Ben-Hur. Remakes de relatos bíblicos sobre las hazañas de figuras religiosas, de esas que levantan el espíritu de los espectadores, acompañadas en la pantalla grande por cientos de extras y la fuerza del Technicolor. Justo en el medio de esa década, en ese contexto, se estrenó una película filmada en blanco y negro, sobre un predicador que quiere asesinar a unos niños.
La noche del cazador era una novela escrita por Davis Grubb. Los hechos son los mismos que muestra la película, con algunos pequeños cambios en la estructura: sigue a Harry Powell (Robert Mitchum), un falso predicador que recorre los pueblos del sur de los Estados Unidos buscando mujeres solitarias a las que pueda estafar y, si es necesario, asesinar.
Seduce a todos los locales, especialmente a una viuda, con un relato sobre la eterna lucha entre el bien y el mal. Representa esa tensión con sus propias manos y unos significativos tatuajes: “LOVE” y “HATE”, en cada uno de sus dedos. Desde Los Simpson hasta Haz lo correcto, no son pocas las obras que han citado u homenajeado uno de los momentos más icónicos de esta película.
La viuda queda atrapada por los encantos de su futuro asesino. En el pueblo, todos quieren a Harry Powell, un hombre de fe solo en apariencia. Todos menos los hijos de la viuda, que pueden verlo como lo que realmente es. La hija y el hijo de la viuda escapan juntos de las garras del falso predicador, para atravesar un mundo que es sombrío, tenebroso y especialmente cruel con cualquier criatura pequeña.
El actor que se convirtió en directorEl productor Paul Gregory quedó fascinado con la novela. Apenas terminó de leerla, compró los derechos para adaptarla al cine. Y llamó a su amigo, un actor que había conocido en The Ed Sullivan Show: Charles Laughton. Pero no tenía pensado ofrecerle ningún rol como actor.
Laughton era un intérprete muy respetado que había ganado el Oscar con La vida privada de Enrique VIII. Antes y después de La noche del cazador, protagonizó clásicos como El jorobado de Notre Dame (la versión de 1939) y Testigo de cargo, entre otros. Tenía una gran trayectoria y además era una de esas personalidades gentiles y solidarias con sus compañeros en la industria. Pero lo que más valoraba el productor Paul Gregory era que Laughton era un cinéfilo total: “Cuando le ofrecí dirigir La noche del cazador, se quedó hasta la una de la mañana hablando de cine. Parecía Cecil B. DeMille”. Laughton aceptó con mucho entusiasmo el que iba a ser su primer trabajo como director. Y el último, aunque todavía no lo sabía.
Lo primero fue encontrar a los actores. Laughton quiso interpretar él mismo al fraudulento Harry Powell, pero el productor le advirtió que, si lo hacía, el estudio no iba a financiar la película. Le sugirió, en su lugar, convocar a Laurence Olivier. Pero el flamante director no estaba convencido. Aunque Olivier quería el papel, tampoco podía aceptarlo por problemas de agenda.
Robert Mitchum, el predicador sexy asesino de mujeresEl elegido fue finalmente Robert Mitchum. Davis Grubb, el autor de la novela, no veía a Mitchum encarnando a ese personaje, pero Laughton lo convenció: “Cualquiera que predique la palabra del señor tiene que verse sexy”.
Mitchum decía que era una película “inusual”: “Fue Charles el que logró pulir esa gema”. “Yo quería hacer una interpretación más oscura, más diabólica, pero Charles no me dejó. Temía que fuera demasiado, que ese personaje afectara mi carrera y mi reputación frente a los ojos de la audiencia”.
El predicador psicópata llega al pueblo con la voracidad de una locomotora. Conquista a la viuda Willa Harper, que cae rendida a sus pies y recibe todo tipo de maltrato de su parte. Es interpretada por Shelley Winters, una exalumna de actuación de Charles Laughton. Winters, actriz de clásicos como Ambiciones que matan, fue elegida en lugar de Grace Kelly, que codiciaba ese papel. “A Charles le gustó cuando le dije que imaginaba a Willa como una mosca que se siente atraída por una araña”.
Los niños Harper estuvieron en las manos de jóvenes actores: Billy Chapin y Sally Jane Bruce. Pero quedaba otro rol importante para cubrir.
Laughton interpretaba La noche del cazador como un cuento de hadas gótico sobre una mamá pato que protege a sus crías. El personaje de Rachel Cooper, la amable granjera sureña que defiende a los niños del cazador, tenía que transmitir fuerza, seguridad y calidez. Para eso, convocó a una de las estrellas del cine silente: Lilian Gish.
La musa de GriffithGish fue una de las primeras estrellas de cine. La cara más memorable de películas como La rosa de los vientos y Duelo al sol. Pero su época de gloria ya había pasado cuando Laughton le pidió que trabajara en La noche del cazador.
Casi nadie la llamaba para hacer películas: Gish tenía 61 años y estaba desencantada con el estado de la industria. Decía que el cine había perdido la magia de la época silente. Laughton la convenció cuando le comentó cuál era su mayor inspiración: el cine de D.W. Griffith.
El director compartía algunas de las opiniones de Gish: específicamente, creía que el cine sonoro ya no sorprendía a los espectadores como lo hacía el cine silente. Para filmar se dedicó a estudiar las películas de Griffith, considerado uno de los más grandes cineastas de la historia.
Especialmente, estudió las técnicas utilizadas en clásicos como El nacimiento de una nación e Intolerancia. Gish, que había protagonizado ambas, mantuvo una relación muy cercana con Griffith. Cuando Laughton le comentó que admiraba el estilo del cineasta, Gish aceptó la oferta de trabajo.
La noche del cazador no es una película silente, pero utiliza muchas de las técnicas de ese período del cine. Por ejemplo, usa transiciones que ya en 1955 eran consideradas anticuadas, como el iris que “cierra” un plano antes de pasar a otro.
Laughton contrató a James Agee, ganador del premio Pullitzer, para escribir el guion de la película. Agee encontró en la novela aquellos temas que lo obsesionaban: las historias narradas desde el punto de vista de los niños y los relatos ambientados en la Gran Depresión. Se tomó muy en serio su trabajo y entregó algo completamente inusual: un guion de 250 páginas.
En la industria del cine, se calcula que cada página de un guion equivale a un minuto en pantalla. El guión de Agee, por supuesto, no era práctico para el rodaje de una película que iba a durar 90 minutos. Aunque no recibió crédito como guionista, Laughton lo reescribió para adaptarlo a las exigencias de la industria. “Charlie fue el guionista”, decía Robert Mitchum.
Una película sobre los contrastesNo fue el único desafío que presentó adaptar al cine La noche del cazador. El estudio le dio a Laughton un presupuesto bastante ajustado: el director se las tuvo que ingeniar para filmar todo con menos de $800 dólares. De ese monto, la mayor parte se la llevó el contrato de Robert Mitchum.
Laughton quería filmar la película en locaciones reales, pero con el dinero que quedaba disponible, no tenía otra opción más que filmar en un estudio. Pero de la limitación presupuestaria nació la creatividad.
La noche del cazador, una película sobre los opuestos, contiene imágenes bellísimas que conjugan la belleza y el terror que buscaba capturar Laughton. Hay planos que parecen cuadros: el director de fotografía de la película fue Stanley Cortez, el mismo que trabajó con Orson Welles en Soberbia. Fue Cortez quien sugirió usar cámaras especiales para filmar el intenso contraste entre la luz y la oscuridad. “El blanco y negro es parte vital de la atmósfera de esta película”, decía Cortez, antes de advertirle al estudio que “no está hecha para ser coloreada”.
El aspecto visual de este noir fantástico fue inspirado por el expresionismo alemán. Ese cine de sombras y escenarios retorcidos, como El gabinete del Dr. Caligari. En La noche del cazador hay planos imposibles de olvidar, como atestiguan tantas películas: desde Temple de acero hasta Megalópolis, son muchas las obras que le rinden homenaje a este clásico.
El arte que nace de las adversidadesLas dificultades y limitaciones fueron bendiciones para filmar. Toda la secuencia en el río, cuando los niños escapan del asesino en un bote, está filmada en un estudio. La “noche estrellada”, por ejemplo, es una tela oscura llena de agujeritos por donde pasa la luz eléctrica. Las “casas” del sur gótico y la “habitación” con forma de capilla, donde el predicador maltrata a la viuda, son todos decorados.
El plano donde se ve al asesino cabalgando en el horizonte, mientras canta “Leaning on the Everlasting Arms”, se hizo jugando con la perspectiva de los elementos en pantalla. No es Robert Mitchum arriba de un caballo el que cabalga en el fondo de la imagen: es un enano montando un burrito. La escena en la que se ve el cuerpo de Willa flotando en el fondo de un lago se filmó bajo el agua, con un muñeco parecido a Shelley Winters. El ingenio de Laughton superó cualquier obstáculo financiero.
Laughton encomendó a la segunda unidad filmar todas las escenas desde el punto de vista de los niños, que habitan un mundo más bello, más inocente y algo fantástico. Los animales, como los sapitos, las arañas y los conejos, parecen enormes. Algunas de estas ideas visuales llegaron de parte del autor Davis Grubb, que dibujó unos bocetos para representar cómo imaginaba su propia novela. Laughton los usó como si fuera un storyboard.
Un director inseguro, pero muy queridoAntes de encender las cámaras, Laughton leía para todos algún pasaje bíblico que los inspiraría antes de filmar una escena. Estaba obsesionado con la idea de los contrastes: aunque la película representa el punto de vista inocente de los niños, no es un relato ingenuo.
Abundan los símbolos de la masculinidad que sugieren la perversión de la sexualidad reprimida del asesino, como el plano donde el predicador rompe el bolsillo de su propio saco con una navaja. Laughton quería que Mitchum rompiera el bolsillo de su propio pantalón, pero el productor le dijo que la metáfora iba a ser demasiado evidente.
El rodaje fue breve: duró apenas 36 días. Todas las noches, mientras cenaban, el director trabajaba con todo el equipo técnico preparando las escenas del día siguiente. En cada jornada, trabajó en conjunto con el editor y el compositor de la película: es algo inusual en la industria, que suele relegar esos trabajos para la etapa de postproducción.
“Una vez intenté ayudarlo comentándole una idea que se me había ocurrido”, contó Lilian Gish sobre el rodaje. “Pero enseguida se asustó. Pensó que lo estaba haciendo mal. Más tarde, charlando con los otros actores, descubrimos que a todos nos había pasado lo mismo cada vez que cualquiera le acercaba una idea. Decidimos dejar de hacerlo porque entendimos que Laughton era muy inseguro. Pero era una persona maravillosa y un director extraordinario. En la industria se solía decir que cualquiera aceptaba trabajar para Griffith, aunque el precio fuera un sándwich. Lo mismo sentíamos con Charles Laughton”.
El estudio que dejó que la película fracasaraEs cierto que Charles Laughton era un hombre inseguro. Cuando se estrenó La noche del cazador, las críticas no descubrieron ninguna obra maestra. Fueron más bien indiferentes. Ninguna destacó las imágenes fantásticas del sur gótico, ni mencionaron los pasajes más memorables de la película. El recibimiento frío por parte de los cronistas cinematográficos fue el primer golpe que recibió la autoestima del cineasta.
El segundo golpe llegó de la mano de los grupos religiosos, que se ofendieron por la representación del predicador asesino. La arquidiócesis de Wyoming intentó prohibir la distribución de la película. Las comunidades protestantes decían que era un film ofensivo, que degradaba a instituciones como el matrimonio.
El tercer y último strike para el espíritu de Laughton como director llegó de parte de la taquilla. La noche del cazador fue un fracaso cuando se estrenó. United Artist no sabía cómo venderla ni a qué público dirigirla. Decidieron dedicar los esfuerzos y el presupuesto publicitario en otra producción con Robert Mitchum, No serás un extraño. “En United Artist no tuvieron las ganas o la inteligencia para promocionarla”, dijo el diseñador de producción Hilyard Brown.
Laughton quedó devastado. No volvió a dirigir ninguna otra película. Asumió que la responsabilidad por el fracaso de La noche del cazador había sido toda suya. Pero el tiempo, de nuevo, hizo crecer la reputación de la película como un clásico.
La revalorización de un clásicoIrónicamente, fue la televisión una gran aliada para la revalorización de La noche del cazador. En la década de 1970, muchos espectadores empezaron a valorar la rareza de una película que pocos habían visto antes. Para 1992, el National Film Registry de los Estados Unidos la eligió para preservarla como clásico. En 2009, la revista francesa Cahiers du Cinéma la nombró como la segunda mejor película de la historia.
Cineastas como Martin Scorsese, Spike Lee, Francis Ford Coppola y los hermanos Coen han expresado su admiración por la obra dirigida por Laughton. François Truffaut la definió como “una obra que nos hace enamorar de nuevo del cine experimental que de verdad experimenta”. Para Stephen King, es “la película más aterradora de la historia”.
Para el ensayista británico Simon Callow, “hoy Charles Laughton es más conocido por haber dirigido La noche del cazador que por todas las películas que hizo como actor. Esto era algo impensado en la década de 1950”.
Todos los que colaboraron bajo la dirección de Laughton quedaron maravillados por su desempeño. Cerca del final de su vida, cuando a Mitchum le preguntaron cuál había sido el mejor director con el que había trabajado, no lo dudó: “Charles Laughton. Lamento que haya sido la única película que dirigió, porque era un cineasta brillante”.