El mensaje de Loli para su hijo fue claro: “Bauti, este año no vas a tener más regalo del Día del Niño, porque tenés 14 y ya no sos más niño”. Pero, como era esperable, la respuesta no tardó en llegar. “Bauti me contestó: ‘Ah, ok, ¿entonces puedo empezar a tomar alcohol?’. No, tranqui, vas a tener regalo del Día del Niño. Al final cerramos en algo así como que es el día del hijo. Ligó algo compartido, un juego de mesa con la de 16. Y a India, la más chiquita, sí un regalo más especial”, cuenta Loli Larguía, que tiene una agencia de comunicación y vive en Pilar.
El debate que se dio en su casa es similar al que, en el Día del Niño ocurre en miles de hogares. ¿Hasta qué edad se hacen regalos? El debate que hay de fondo es hasta qué edad realmente se es niño. Y sobre este punto no hay acuerdo.
Mientras que hay quienes se inclinan por marcar el inicio de la escuela secundaria como el fin de la niñez, otros sostienen que, amparados en términos legales, una persona se puede considerar niño o niña hasta los 18 años, cuando adquiere la mayoría de edad. Sin embargo, también se sabe que la adolescencia se extiende hasta entrados los veintilargos y que la neurociencia aporta que hasta los 27 o 28 años, el cerebro de las personas está todavía en desarrollo y recién entonces la corteza prefrontal empieza a funcionar como un cerebro adulto.
“La infancia y la niñez duran (o deberían durar) hasta el inicio de la pubertad, esto les ofrece a los niños tiempo para jugar, madurar, enriquecer sus recursos para enfrentar los enormes cambios que sobrevienen a partir de la pubertad y los cambios hormonales. Es un tiempo de “moratoria psicosocial, en palabras de Eric Erikson, en el que se saben cuidados, por lo que no necesitan estar en alerta ni la defensiva”, explica la psicóloga y experta en crianza Maritchu Seitún.
Recientemente, un decreto del presidente Javier Milei, en el Boletín Oficial sumó un argumento a este debate. “Se entiende por niño todo ser humano desde el momento de su concepción y hasta los 18 años de edad”, dice el texto, que cita a la Convención sobre los Derechos del Niño, a la que Argentina adhiere. Con este decreto, el Gobierno no solo fijó la fecha del Día del Niño el tercer domingo de agosto, sino que dejó atrás la denominación “Día de las Infancias”, empleada por gestiones anteriores, atendiendo a la cuestión de género.
“Uno puede tener en cuenta la niñez y dividirla en etapas. La primera es la lactancia, la de mayor vulnerabilidad, de total dependencia. Después, la primera infancia, hasta los cinco años; lo que antes se llamaba segunda infancia y hoy se dice infancia, hasta la llegada de la pubertad; y la adolescencia. Hoy se sabe que adolescencia es una etapa tardía de la niñez, y que los adolescente tienen derechos y necesidades. La adolescencia es una etapa de autonomía de las figuras paternas y maternas, pero siguen teniendo necesidades que involucran el cuidado del mundo adulto”, explica Angela Nakab, especialista en Pediatría y Adolescencia de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP).
“Los 18 años, como fin de la infancia es un corte legal. Porque la emancipación real, muy pocas veces llega, ya que es una edad, en la que los que pueden, van a seguir estudiando y dependiendo de otros adultos. Hoy la independencia económica y de proyecto llega cada vez más tarde. Pero además, hay una dependencia emocional en esta etapa, en la que los chicos y chicas todavía necesitan de una persona adulta que los acompañe y los contenga. A los 25 años, desde el punto de vista del neurodesarrollo se completa el desarrollo de una persona. Pero, todavía va a pasar un tiempo más hasta que el cerebro tome su forma adulta, ya que todavía presenta plasticidad neuronal”, apunta Nakab.
Seis factoresLa pediatra apunta que a esa edad hay seis factores que pueden mejorar la calidad de vida futura de esa persona y que hay que atender. “Una persona hasta los 25 años tiene requerimientos nutricionales específicos, necesita realizar actividad física, necesita momentos de desconexión y relax, necesita descansar adecuadamente, mantener vínculos sociales sanos, y mantenerse alejado de los tóxicos que aportan las adicciones”, dice. Y agrega: “Para que haya una buena vida de infancia, en el hogar debe haber buena circulación de amor, que la familia contenga el dolor, que permita el disenso, que se promueva esperanza. Esto, por supuesto habiendo podido cubrir las necesidades básicas, hace que los chicos tengan un futuro promisorio”.
Matías Furio, presidente de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ), explicó que hoy en términos regulatorios, para el sector se consideran niños, hasta los 14 años, en función de la seguridad que deben ofrecer los juguetes en el mercado. Pero, que legalmente, según el decreto presidencial, la niñez continúa hasta los 18 años.
De todas formas, puntualizó que hoy, el 40% de la oferta de juguetes está dirigida a primera infancia, especialmente de 0 a 3 años. Furio aseguró que desde hace un tiempo era un pedido de la Cámara del Juguete que volviera a utilizarse la denominación de Día del Niño, en lugar de Día de las Infancias. “Esta medida fue impulsada por la CAIJ con el objetivo de unificar criterios en torno de la denominación de esta fecha tan significativa, que cuenta con un fuerte arraigo cultural en nuestra sociedad y un profundo vínculo con el derecho al juego consagrado en la Convención sobre los Derechos del Niño”, señala un comunicado de la CAIJ, en el que se menciona que la convención se dispone que “se entiende por niño todo ser humano menor de 18 años de edad”.
La definición clásica de la niñez apunta que dura unos 18 años, de los cuales dos tercios corresponden a la infancia prepubertad y un tercio de la niñez, a la adolescencia. Pero, los cambios sociales han acortado la duración de las primeras etapas y, a la vez, prolongado al menos una década la adolescencia.
“Intervienen muchas cuestiones: el fácil acceso a contenidos de todo tipo, como violencia o pornografía que los acerca a temas que no son para esas edades y que no están preparados para procesar. La sobrestimulación que lleva a una sexualizacion adelantada, a la cosmeticorexia, a descubrir temas como el vapeo, cortarse, preocupaciones por la imagen corporal que acortan niñez y lo enfrentan con temas y preocupaciones que significan una salida temprana de la infancia, ya que como niños no tiene recursos para enfrentar”, explica Seitún.
Infancia corta y adolescencia larga“La adolescencia es más larga, pero de algún modo, siguen siendo niños en el aspecto de no responsabilizarse, los dejamos tener todos los derechos de crecer, pero no les ponemos responsabilidades sobre los hombros. Y se alarga porque de ese hotel cinco estrellas gratuito los jóvenes no quieren ni necesitan irse. Más allá de las dificultades económico financieras de estos tiempos, no estamos ayudando a nuestros hijos a crecer, independizarse y hacerse plenamente adultos”, apunta. “Los chicos quieren todos los derechos y la independencia sin compromisos ni responsabilidades. Siempre fue así, pero antes los adultos tenían más claros la importancia de proteger la etapa de la niñez, aunque implicara enojos y caras feas de los chicos”, agrega Seitún.
“La realidad social tiende a expulsar hoy precozmente a los niños de la infancia. Nos referimos a la realidad de la violencia, de la manipulación, la visión de la infancia de los medios y las redes sociales y también del hambre que excluyen al niño precozmente de las fronteras de la niñez”, apunta la psicoanalista Susana Kuras Mauer.
“¿Cuándo termina la infancia? La multiplicidad de dimensiones que habitan la infancia excede toda posibilidad de encasillarla en un número. La fuerza propia de lo infantil, como la llamaba Freud, se explaya y palpita con lenguajes expresivos propios de la niñez. La salida de la infancia es imprecisa y algo engañosa”, apunta Mauer.
Y agrega: “La fábrica hormonal que prepara los cambios para la llegada a la pubertad comienza a trabajar con intensidad entre los 9 y 10 años. Claro que por entonces nada de sus efectos se hacen visibles. Pero, al poco tiempo, ese deslizamiento deviene en una transición con cambios en sus estados anímicos, corporales y en los vínculos con su entorno tanto familiar como social. Es decir que dejar de ser niño es atravesar un proceso de transformación que se extiende en el tiempo y varía en función de los contextos socio culturales en los que pongamos el foco”, dice la especialista.